Agro > GABRIEL CIAPPESONI
"Dirigir el programa de investigación más grande de INIA es un desafío enorme"
El director nacional de Carne y Lana dijo que Uruguay hace la diferencia con calidad y certificación
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19 de junio de 2015 a las 16:41
¿Cómo tomó el desafío de dirigir el Programa Nacional de Carne y Lana de INIA?
Es un desafío enorme porque es el programa de investigación más grande de INIA, que tiene importantes recursos técnicos y financieros, y una visibilidad muy destacada porque incluye a los rubros vacuno y ovino –incluyendo carne y lana–, que afectan a gran cantidad de productores. Yo estaba vinculado al rubro ovino, trabajando fundamentalmente en genética con todas las razas ovinas. Ahora se me amplía la visión hacia el rubro vacuno y ya no me quedo sólo en la genética, sino que estaré vinculado a toda la producción. El desafío es grande pero tengo el respaldo de todo el equipo técnico que integra el Programa desde hace varios años y siendo muchos de ellos referentes.
¿Cuántos investigadores integran el equipo del programa?
Hay unos 20 investigadores, la mitad está en la estación experimental de Tacuarembó y el resto en Treinta y Tres, La Estanzuela (en Colonia) y Las Brujas (en Canelones).
¿Qué temas están investigando?
Este año se está cerrando la mayoría de los proyectos, que son cerca de 20, e INIA se está planteando el nuevo Plan estratégico apuntando al año 2030. Será un proceso donde se estará consultando a mucha gente, a muchas instituciones, al gobierno, al MGAP y a las gremiales de productores. Es el momento de evaluación y cierre de los proyectos que venían en marcha, de plantearse nuevos desafíos, con esa visión más larga que la de 5 años a la que estaba acostumbrado INIA. También con un recambio generacional importante de los técnicos, muchos de ellos volviendo con sus doctorados del exterior. Es un momento bueno para fijarse esos objetivos, pensando en ese nuevo Plan estratégico.
¿En qué consisten esos proyectos que se están cerrando?
En el Programa de Carne y Lana tienen que ver con reproducción, genética y también en el aspecto de la calidad de la canal y la carne. Esos fueron los tres pilares más importantes del programa. Ahora fortaleceremos mucho el aspecto de calidad de carne en INIA Tacuarembó, donde se está construyendo un campus que será un polo de desarrollo, que contará con la participación de la Universidad de la República y también de UTU.
Estas propuestas tienen que ver con la idea que Uruguay debe ofrecer productos de calidad...
Sí, como se dice desde el gobierno: el Uruguay agrointeligente. En ese sentido el aporte de INIA es fundamental para aumentar la productividad y la eficiencia, agregándole valor a los productos de diferentes formas, con herramientas que hace unos años ni nos imaginábamos. El volumen productivo de Uruguay en general no es importante, la diferencia el país la hace a partir de la calidad y la certificación de los procesos, que son cosas que sí podemos hacer y muchos de ellos son únicos en el mundo.
Seguramente el nuevo plan estratégico tendrá en cuenta la realidad productiva del país, que ha cambiado mucho.
Exactamente. Nos planteamos esos objetivos pensando en el año 2030, con un sector agropecuario que fue muy dinámico en los últimos años. Si nos hubiéramos planteado esto hace 15 años muy pocos se hubieran imaginado al agro como está hoy. Actualmente, por ejemplo, la producción de soja es muy importante para Uruguay, se abrieron muchísimos mercados para la carne, mejoró mucho la calidad de la lana, etc. Seguramente los cambios serán aún más importantes pensando de acá a 2030. Pero lo bueno de este nuevo Plan estratégico es que está pensado a un plazo más largo y que no serán líneas de investigación rígidas, sino que se irán evaluando y adaptando a la realidad de forma constante. Podemos ver que hay problemas que ya están resueltos, otros que quedan por resolver, algunos urgentes, otros que ni siquiera aparecieron pero vendrán y otros que no los esperamos. En la propuesta anterior ya se le dio más flexibilidad a las líneas de investigación de INIA, algo que hace 10 años era fijo. Eso nos permitió adaptarnos a las diferentes realidades. Hay líneas de investigación que son más estables, pero tenemos proyectos de biotecnología que mientras son aprobados ya aparecieron herramientas nuevas y nuevos desafíos. Hay áreas de investigación que son muy dinámicas y por eso necesitamos programas más flexibles.
¿Cómo ve la adopción de la información generada por la investigación por parte de los productores?
Muchas herramientas se adoptan, como utilizar reproductores evaluados genéticamente, por citar un ejemplo clara de mi área. Es algo que se difundió mucho. A ciertos productores les cuesta más adoptar herramientas. INIA tiene proyectos que evalúan esta adopción y los por qué si o por qué no de la misma. Muchas veces nos pasa a los investigadores que sólo miramos nuestra área de investigación, pero el productor siempre tiene una visión mucho más global, no mira sólo la genética, la reproducción o la sanidad. A veces no utiliza ciertas herramientas que nosotros sabemos que le aumentará sus ingresos, porque está priorizando otras áreas, por una decisión no sólo económica sino también personal, familiar y hasta pasional. Son múltiples las razones porque se adoptan o no las tecnologías. Muchas veces los productores son más reticentes a herramientas que se desarrollan sólo dentro de un campo experimental, por eso INIA trabajó mucho también con los productores en sus campos. Hay herramientas que se desarrollan en conjunto con los productores. Un caso claro es el consorcio de lanas finas (CRILU), que tuvo su semilla en un proyecto de investigación entre INIA, SUL y la Sociedad de Criadores de Merino Australiano del Uruguay. El proyecto se desarrolla en INIA pero las decisiones las tomamos en conjunto.
Es un desafío enorme porque es el programa de investigación más grande de INIA, que tiene importantes recursos técnicos y financieros, y una visibilidad muy destacada porque incluye a los rubros vacuno y ovino –incluyendo carne y lana–, que afectan a gran cantidad de productores. Yo estaba vinculado al rubro ovino, trabajando fundamentalmente en genética con todas las razas ovinas. Ahora se me amplía la visión hacia el rubro vacuno y ya no me quedo sólo en la genética, sino que estaré vinculado a toda la producción. El desafío es grande pero tengo el respaldo de todo el equipo técnico que integra el Programa desde hace varios años y siendo muchos de ellos referentes.
¿Cuántos investigadores integran el equipo del programa?
Hay unos 20 investigadores, la mitad está en la estación experimental de Tacuarembó y el resto en Treinta y Tres, La Estanzuela (en Colonia) y Las Brujas (en Canelones).
¿Qué temas están investigando?
Este año se está cerrando la mayoría de los proyectos, que son cerca de 20, e INIA se está planteando el nuevo Plan estratégico apuntando al año 2030. Será un proceso donde se estará consultando a mucha gente, a muchas instituciones, al gobierno, al MGAP y a las gremiales de productores. Es el momento de evaluación y cierre de los proyectos que venían en marcha, de plantearse nuevos desafíos, con esa visión más larga que la de 5 años a la que estaba acostumbrado INIA. También con un recambio generacional importante de los técnicos, muchos de ellos volviendo con sus doctorados del exterior. Es un momento bueno para fijarse esos objetivos, pensando en ese nuevo Plan estratégico.
¿En qué consisten esos proyectos que se están cerrando?
En el Programa de Carne y Lana tienen que ver con reproducción, genética y también en el aspecto de la calidad de la canal y la carne. Esos fueron los tres pilares más importantes del programa. Ahora fortaleceremos mucho el aspecto de calidad de carne en INIA Tacuarembó, donde se está construyendo un campus que será un polo de desarrollo, que contará con la participación de la Universidad de la República y también de UTU.
Estas propuestas tienen que ver con la idea que Uruguay debe ofrecer productos de calidad...
Sí, como se dice desde el gobierno: el Uruguay agrointeligente. En ese sentido el aporte de INIA es fundamental para aumentar la productividad y la eficiencia, agregándole valor a los productos de diferentes formas, con herramientas que hace unos años ni nos imaginábamos. El volumen productivo de Uruguay en general no es importante, la diferencia el país la hace a partir de la calidad y la certificación de los procesos, que son cosas que sí podemos hacer y muchos de ellos son únicos en el mundo.
Seguramente el nuevo plan estratégico tendrá en cuenta la realidad productiva del país, que ha cambiado mucho.
Exactamente. Nos planteamos esos objetivos pensando en el año 2030, con un sector agropecuario que fue muy dinámico en los últimos años. Si nos hubiéramos planteado esto hace 15 años muy pocos se hubieran imaginado al agro como está hoy. Actualmente, por ejemplo, la producción de soja es muy importante para Uruguay, se abrieron muchísimos mercados para la carne, mejoró mucho la calidad de la lana, etc. Seguramente los cambios serán aún más importantes pensando de acá a 2030. Pero lo bueno de este nuevo Plan estratégico es que está pensado a un plazo más largo y que no serán líneas de investigación rígidas, sino que se irán evaluando y adaptando a la realidad de forma constante. Podemos ver que hay problemas que ya están resueltos, otros que quedan por resolver, algunos urgentes, otros que ni siquiera aparecieron pero vendrán y otros que no los esperamos. En la propuesta anterior ya se le dio más flexibilidad a las líneas de investigación de INIA, algo que hace 10 años era fijo. Eso nos permitió adaptarnos a las diferentes realidades. Hay líneas de investigación que son más estables, pero tenemos proyectos de biotecnología que mientras son aprobados ya aparecieron herramientas nuevas y nuevos desafíos. Hay áreas de investigación que son muy dinámicas y por eso necesitamos programas más flexibles.
¿Cómo ve la adopción de la información generada por la investigación por parte de los productores?
Muchas herramientas se adoptan, como utilizar reproductores evaluados genéticamente, por citar un ejemplo clara de mi área. Es algo que se difundió mucho. A ciertos productores les cuesta más adoptar herramientas. INIA tiene proyectos que evalúan esta adopción y los por qué si o por qué no de la misma. Muchas veces nos pasa a los investigadores que sólo miramos nuestra área de investigación, pero el productor siempre tiene una visión mucho más global, no mira sólo la genética, la reproducción o la sanidad. A veces no utiliza ciertas herramientas que nosotros sabemos que le aumentará sus ingresos, porque está priorizando otras áreas, por una decisión no sólo económica sino también personal, familiar y hasta pasional. Son múltiples las razones porque se adoptan o no las tecnologías. Muchas veces los productores son más reticentes a herramientas que se desarrollan sólo dentro de un campo experimental, por eso INIA trabajó mucho también con los productores en sus campos. Hay herramientas que se desarrollan en conjunto con los productores. Un caso claro es el consorcio de lanas finas (CRILU), que tuvo su semilla en un proyecto de investigación entre INIA, SUL y la Sociedad de Criadores de Merino Australiano del Uruguay. El proyecto se desarrolla en INIA pero las decisiones las tomamos en conjunto.
