Espectáculos y Cultura > Entrevista a Patricio Pron

“Es más difícil escribir sobre el amor ahora, pero también más interesante"

Experiencias amorosas, identidad, género, Tinder, ruputras y lecturas; de todo eso habla Patricio Pron, último premio Alfaguara, en su último libro y en esta entrevista
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15 de abril de 2019 a las 05:00

Escribís una novela. Es buena, muy buena. La postulás al premio Alfaguara. Y gana. ¿Y qué pasa? Bueno, para empezar, tu cuenta bancaria se engrosa con casi 200 mil dólares. Eso es bueno. La novela se publica en todo el espectro de habla hispana bajo el sello que da nombre al galardón. Eso también es muy bueno, porque el libro se va a multiplicar en cientos de miles de ejemplares, se va a promocionar, y se va a vender. Genial. Eso es el éxito, parece. ¿Y qué más? Hay unos pequeños detalles contractuales. Por ejemplo, vas a tener que viajar durante casi todo el año. Vas a dar cientos de entrevistas en las que vas a tener que tratar de variar tus respuestas para no entrar en un loop autoinducido de frases ya dichas. Vas a pasear mucho, pero también vas a estar mucho tiempo fuera de casa. Y eso es ¿malo? ¿Qué opina Patricio Pron, el último premio Alfaguara, el argentino adoptado por España de 43 años que ahora está sentado en un sillón del piso veintipico del Radisson, recién levantado y con cara de agotado?

“Estas semanas fuera de mi casa le pueden otorgar a este libro un carácter profético si mi esposa decide que no le gusta esperarme tanto tiempo”, bromea él. Su acento suena raro; es una suerte de rioplatense madrileño moldeado por los años. La referencia de Pron no pasa de largo: se refiere al argumento de Mañana tendremos otros nombres, la novela que le dio el Alfaguara y en la que hace una radiografía cruda y poética de qué significa la ruptura de una pareja hoy, consentimiento, feminismo, poliamor y Tinder incluido. Para el libro, Pron se tuvo que galvanizar con información extra, con una extensa documentación y la experiencia de amigos que lo ayudaron a entender cómo se experimenta el amor hoy; fue un desafío que abrazó con ganas. “Es más difícil escribir sobre el amor ahora que en el pasado, pero justamente por eso es más interesante”, dice pausado, meditando la respuesta, mientras se tira hacia atrás y se dispone a hablar. 

¿Cómo aparece esta historia de rupturas en su horizonte?

Un libro no se escribe a partir de una sola imagen o con un solo propósito, sino que confluyen en él muchas intenciones y muchos intereses distintos. Uno de los disparadores de la novela fue una escena que tuvo lugar en el metro de Madrid, donde vi unas personas que estaban descartando personas en Tinder, escogiéndolas como si fuera un juego. Posiblemente para ellos lo fuera, y esas implicaciones me parecieron muy singulares, dignas de consideración. También me daba la impresión de que la novela contemporánea en español no estaba representando en su totalidad a la experiencia amorosa. Me daba la impresión de que esta estaba contribuyendo a una imagen anticuada, o al menos una en la cual las relaciones amorosas que establecían los personajes abundaban en relaciones monógamas, de largo aliento, cuya finalidad era la reproducción. Esta fue la forma en la que tendimos a ver el amor en los últimos años, y la industria de Hollywood y otros productos culturales nos hicieron creer que siempre fue así. Es una imagen que podría haber sido acertada en el pasado, pero ya no. Hoy hay miles de personas allí afuera probando nuevas formas de construir relaciones, en las que no necesariamente hay dos personas, que no son exclusivamente de sexos opuestos, donde no está la reproducción como finalidad, que no son esencialmente monógamas. Esas expresiones no estaban siendo reflejadas por la novela en español. Y tampoco estaba reflejada la incertidumbre que nos produce transitar de un régimen  al otro. Creí que era necesario un update, una actualización, una novela que diese cuenta de estos últimos desarrollos, desarrollos de los cuales tampoco creía saber demasiado. Hice un gran esfuerzo para tratar de comprender cómo es una historia de amor en este momento histórico. 

Estas nuevas formas de experimentar el amor tienen una carga literaria muy poderosa. ¿Lo sintió así?

Sí, son experiencias que no han sido concebidas para que se escriba sobre ellas, pero traen consigo una enorme carga de posibilidades. Son efectivamente literarias, se puede decir mucho de ellas. Pero a la vez, no. Esta novela no es moralista, no pretende subsanar la perplejidad en la que vivimos en este momento, ni decir cómo deben desarrollarse las relaciones. Es un libro que ofrece más preguntas que respuestas. Contribuye como marco, sirve como ventana privilegiada para contemplar el paisaje de las relaciones amorosas en un momento en el que estamos redefiniendo asuntos de enorme importancia, como qué es el consentimiento, qué es la seducción, cuáles son los límites y las posibilidades de una pareja, cómo podemos contribuir a la recuperación de la soberanía sobre nuestros cuerpos. La cuestión central es la identidad. Una de las preguntas que se hacen más persistentemente los personajes es si la identidad es un punto de partida o si es un lugar hipotético de llegada, un lugar al que se llega al final de la vida y que es un resultado de todo lo que nos pasa. Desde el título mismo la novela se propone que las identidades se adquieren. Superada la etapa heteronormativa, ahora la pregunta es si vamos a seguir creando compartimentos donde encerrarnos o si vamos a empezar a concebir la identidad o el género como un flujo continuo donde las cosas adquieren significados diversos en cuanto a las circunstancias que atraviesan. Eso es el telón de fondo de nuestra época, y también el de esta novela. 

Hay una escena en que la ida al supermercado, una rutina de pareja, se ve interrumpida por la posibilidad de pedir el surtido por el celular. ¿La tecnología abrió más campos de batalla para el amor, pero cerró otros?

La tecnología tiene, como en todo acontecimiento de relevancia, una doble faz. Soluciona algunos problemas, por ejemplo las aplicaciones de búsqueda de pareja, y por otra parte los crea. Un ejemplo práctico de esto es el hecho de que muchas personas se quejan que en la alternancia entre la vida social y tecnológica, las rupturas son mucho más dificultosas debido a la huella de las redes sociales. Los protagonistas se ven envueltos en esto; entre decidir si siguen vinculados a vidas analógicas, o entregarse por completo a la digital, a ser un algoritmo que establece su compatibilidad con otras personas, a ser una presencia digital como un producto consumido por otros. 

El personaje, un escritor, cuenta que lee 40 páginas y si no se engancha, abandona. ¿Cómo son sus hábitos de lectura?

No son muy distintos. Claramente, en mi trabajo como crítico literario no puedo hablar de una novela de la que solo leí 40 páginas, pero no lo hago por una especie de prurito moral, sino porque es posible que la página 41 del libro sea extraordinaria y justifique todas las anteriores y las siguientes. Esa incertidumbre hace que tienda a no escribir de un libro que no he terminado. Pero como crítico tengo la oportunidad de escoger muy bien los libros que voy a leer, y he desarrollado un olfato de lector que creo que todos aguzamos con el tiempo. Yo leo todo el rato, y lo hago tomando notas porque mi memoria es muy mala. Me gustaría pensar que de ratos leo por placer, pero eso se produce muy pocas veces. Creo que cuando alguien desarrolla una mirada personal, pero también condicionada por una cierta noción de valor de uso de libros, lo que hace es leer lo que contribuye a su trabajo. Hay algunos escritores que tienen un género en el que descansan, que leen best-sellers que no les importan demasiado, y lo hacen de manera voraz y sin pensar. A mí no me sucede eso. Parte de mi trabajo como lector es conseguir devolverme a mí mismo el placer inicial que sentía a los comienzos de mi vida y que no he vuelto a sentir.  

Mañana tendremos otros nombres
Autor: Patricio Pron
Editorial: Alfaguara
Páginas:280
Precio: $490

 

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