Eduardo Espina

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The Sótano > OPINIÓN

¡Extra, extra! La primicia del año

Desde siempre, el periodismo ha vivido de primicias, y algunos periodistas logran primicias extraordinarias y exclusivas
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17 de mayo de 2019 a las 05:00

Hace 40 años (me horroriza de solo pensarlo), llegué a la redacción de un diario a pedir trabajo. El entonces jefe de redacción, un genio en términos periodísticos, además de gran tipo al cual siempre tengo en el recuerdo, me pregunto esbozando una sonrisa, más de sorpresa que de ironía, que qué tenía yo para ofrecerle al diario. Le respondí –y lo recuerdo bien, pues fue uno de esos días de los que uno jamás se olvida- lo primero que me vino a la cabeza, pues había llegado sin ningún libreto preparado: “Me parece que escribo bien, y además podría traer primicias”. “¿Cómo sabés que podés traer primicias?”, volvió a preguntar sorprendido. “Porque lo sé”, respondí con la confianza de un cowboy que sabe que puede sacar la pistola más rápido que aquel que tiene enfrente. Me dijo que volviera en una semana y que trajera algo escrito “sobre la realidad uruguaya” de aquel momento”. No voy a decir que el resto es historia, porque aún sigo y sin ánimo de jubilarme. El entusiasmo me lo impide.

Tampoco voy a decir que durante ese tiempo me cansé de traer primicias, que fueron en su debido momento puñaladas en el corazón para la competencia (durísima en ese entonces), pues las primicias nunca cansan a nadie interesado en informar, bien y antes que los demás. Una de ellas fue espectacular en lo personal, pues luego vendí la nota a varios medios extranjeros, incluido el diario Crónica de Buenos Aires (que pagaba mejor que ningún otro), ganando la mayor cantidad de dinero por una sola nota que he ganado. Realmente no podía creerlo. Con lo que gané con la susodicha nota compré un pasaje a Estados Unidos, y el resto que había guardado me dio para vivir ahí semanas.

Las primicias han sido y seguirán siendo elementos definitorios capaces de distinguir a un medio informativo de otro. No sé si los periodistas jóvenes, que recién llegan y han crecido pegados al celular y a la computadora, son buenos buscando (y encontrando) primicias, pues estas siempre han estado y esta asociadas al callejeo, al andar a la intemperie, lejos de la redacción, con presencia física en lugares claves convertidos en intermediarios de una información adelantada. Un profesor, notable en lo práctico y en lo intelectual, con el cual aprendí montones, llamaba a los cazadores de primicias  “periodistas en el campo de batalla”. Hay que estar en medio de la tormenta marina para pescar un tiburón. Hay que pasarse unos días viviendo en el Barrio Borro para saber cómo opera el crimen y conocer los nombres de quienes lo manejan. Opinar de fuera es fácil, pero las opiniones no generan primicias.

Las primicias son la droga de los periodistas. Cuando uno consigue una y mueve el avispero, quiere conseguir más, todos los días, por lo menos una cada semana. Las primicias en periodismo nunca perderán vigencia. Posiblemente los dos medios con mayor incidencia y presencia mundial, el New York Times y la BBC de Londres, han hecho de la constante divulgación de primicias su gran caballito de batalla, aunque les ha tocado perder guerras cuando, de la nada, otro medio, por las razones que sea, tiene acceso primero a la información. Uno de los mejores filmes que se han hecho sobre el periodismo escrito, The Post: los oscuros secretos del Pentágono (2017), alude a un caso en que el Washington Post le sacó el caviar de la boca a su competencia neoyorquina. Como ese, hay cientos. También a mí me metieron un gol en la hora. A quién no. Nadie que está metido en serio en esto termina el campeonato invicto.

La primicia, grande o pequeña, es lo que más me llama la atención en el periodismo. Las primicias son la gran recompensa que puede tener un periodista. Últimamente, debido a la condición monotemática de gran parte del periodismo actual, para el cual las únicas noticias importantes son las políticas, ninguna primicia de ese tipo me ha llamado la atención. Es que las primicias relacionadas a asuntos políticos pierden vigencia con prontitud, salvo que se trate del caso Watergate o del affaire Monica Lewinsky, informaciones espectaculares que por semanas hacen lucir bien al medio que las dio primero y que tiene repercusiones varias con los efectos de la misma.

El lunes pasado, la cadena televisiva ABC se anotó un golazo de media cancha, consiguiendo una exclusiva con carácter de primicia, la cual desde ya califica para estar en diciembre entre las principales del año. David Muir, informativista del noticiero central, World News Tonight with David Muir, se convirtió en el primer periodista en el mundo en tener acceso al interior de la catedral de Notre Dame. Por consiguiente, las cámaras de dicha cadena fueron las primeras en captar en exclusiva el horror asociado a la destrucción ocasionada por el fuego.

Como si fuera poco, Muir consiguió además que el general francés retirado, Jean-Louis Georgelin, nombrado por el presidente Emmanuel Macron para dirigir los trabajos de reconstrucción y restauración, fungiera de guía y vocero de los planes existente para intentar terminar con las obras en cinco años. Las imágenes obtenidas fueron tan espectaculares como los detalles provistos por el ex militar, respecto al real estado de las cosas tras el siniestro. Seguramente sin haberlo nunca imaginado, Muir se convirtió en el primer periodista en la historia en lograr algo único: pudo verle los ojos a la estatua de la Virgen María, frente a frente, a una distancia corta. Dicha estatua había estado en las alturas de la catedral desde el siglo XIV, sin que nadie pudiera verla con tanta cercanía. Esa primicia espiritual va a permanecer de por vida con el periodista, porque las noticias del alma nunca dejan de ser primicias exclusivas.

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