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"La industria cultural prácticamente ha dejado de lado a la Primera Guerra"

El periodista Sebastián Panzl habla de Cartas desde las trincheras, libro en el que aborda las historia uruguayas en la Primera Guerra Mundial
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06 de septiembre de 2017 a las 05:00
La Gran Guerra iba a ser el conflicto que acabaría con todos los conflictos, pero resultó en un hito que convulsionaría el mundo para siempre. Allí, en las trincheras eruopeas, unos pocos uruguayos peleaban por patrias heredadas pero que sentían muy cerca del corazón. Sebastián Panzl, periodista de El Observador y autor de otros dos libros (¡Tiren cobardes! Uruguayos en las Segunda Guerra Mundial y Fusilados y verdugos: historia de la pena de muerte en Uruguay) recopila esas historias en su libro más reciente, Cartas desde las trincheras. Los uruguayos en la Primera Guerra Mundial, que ya se encuentra en librerías.

¿De dónde surge tu interés por el periodismo histórico?

Surgió con los libros. Me pareció que ese era el marco ideal para buscar historias que conmovieran o que valieran la pena. La búsqueda de historias nuestras en algunos de los momentos más emblemáticos del siglo XX, como las guerras mundiales. Ver como se vivió desde Uruguay esos momentos que cambiaron el mundo, no solo a nivel doméstico, político, económico y social, sino también las partes más humanas de esas increíbles historias de vida de personas que decidieron cruzar el océano para ir al frente de batalla, tanto en la Primera como la Segunda Guerra Mundial.

Como una forma de humanizar los conflictos.

Claro. Más allá de las estrategias militares, que son interesantes, es importante ver cómo vivió un uruguayo la guerra, cómo llegó a enamorarse en otro continente, cómo terminó casándose contra la voluntad de su familia.

Esa es la historia de Juan Bautista Barthou, que ocupa buena parte de la primera parte del libro ¿Fue porque te pareció más interesante o porque había buena documentación?

En primer lugar tenía muchísimo material de él, conté casi 65 cartas, algunas en español, otras en francés. Su historia tiene como ingrediente que fue condecorado en Verdún, la batalla más importante de la guerra. Haber visto esa batalla desde los ojos de un uruguayo, y que encima tenga un reconocimiento de sus superiores por su coraje, creo que la hacen muy interesante.

Y es representativa del arrojo de esos jóvenes que se iban a pelear a las trincheras por una guerra ajena.

Se da el concepto de una patria un tanto propia y un tanto ajena. Ajena porque eran uruguayos, pero propia porque eran primera generación de uruguayos en un país formado por inmigrantes que tenía una presencia europea muy fuerte.

¿Por qué se dio ese proceso de publicar primero un libro sobre los uruguayos en la Segunda Guerra, que fue posterior, y luego de la Primera? ¿Fue buscado?

Las guerras mundiales siempre me atrajeron, aunque sinceramente la segunda siempre me resultó más atractiva. Es algo que pasa mucho en la cultura, se ve por ejemplo en la diferencia en la cantidad de películas sobre ambas guerras que se estrenan en el cine. No hay que ser categórico, pero la industria cultural prácticamente ha dejado de lado a la Primera Guerra, seducida por la Segunda que fue interesantísima, más próxima en el tiempo y con un componente que la hace ideal para cualquier producción cultural, que es un villano claramente identificable. Eso en la Primera no está tan claro.

¿Tuviste algún problema con las familias?

Fueron generosamente abiertas. Ellos mostraron interés en que las historias de sus familiares se conocieran, porque las habían contado en los asados familiares, pero nunca se habían imaginado que les podría interesar a otros uruguayos.

¿Cómo hiciste el balance entre la situación europea y la política uruguaya?

Quise que el libro estuviera contextualizado, por lo que las decisiones políticas del país están presentes. Pero si bien busqué mostrar lo que pasaba en Uruguay con respecto a la guerra, siempre tuve claro que el foco de mi libro eran las historias de vida de los combatientes uruguayos. No me podía permitir que Batlle y Ordoñez, que aparece mencionado en cualquier documento que leas de la época, fuera el protagonista. En este libro estaba condenado a ser un actor de reparto.

¿Tenías clara la participación de Uruguay en el tratado de Versalles y el final de la Guerra en la previa al libro?

Fue una de las cosas que más me llamó la atención, y a las personas que han leído el libro y me han comentado, también. No sabía que Uruguay había estado en Versalles ni que había habido un uruguayo (Juan Antonio Buero, en ese entonces canciller uruguayo) codeándose con los principales líderes mundiales del momento y con un destaque difícil de igualar. El sobrino nieto de Buero se pregunta por qué la figura de su tío abuelo ha sido tan olvidada y es una buena pregunta, porque tuvo protagonismo en el debate posguerra.

Y el libro derriba el mito de que Uruguay se mantuvo siempre neutral en los conflictos de este tipo.

Uruguay se nombró neutral al principio de la guerra, pero sistemáticamente tomó decisiones que lo acercaban al bando aliado de manera muy estrecha. La prueba más contundente de esto, para mirarlo desde los ojos de otros, son los cables diplomáticos. Los servicios diplomáticos aliados veían en Uruguay un país amigo que estaba dispuesto a hacer lo que sea para favorecer su causa.

Cartas desde las trincheras

De: Sebastián Panzl
Editorial: Planeta
Páginas: 239
Precio: $460

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