Por Marcelo Nougué, especial para El Observador
Otro 23 de enero diferente, otro 23 de enero que entre la modorra de las vacaciones, las licencias de los políticos y el calor ausente del verano volverá a juntar a miles de uruguayos de todos los rincones en el centro del país, a hablar de los problemas del Uruguay que produce, del Uruguay que trabaja.
Pocos analistas pueden entender este movimiento de autoconvocados que repite un acto que fue histórico, a riesgo que la comparación de fotos los intente desacreditar.
Lo importante no es la foto, lo importante es el contenido, lo importante es lo que se quiere comunicar.
Un año después del acto de 2018, todos tenemos claro que los pronósticos se cumplieron, que todo aquello que se dijo que podía pasar si no había algunos cambios urgentes sucedió y en una magnitud mayor a la esperada, incluyendo áreas no previstas como el turismo, el buque insignia del gobierno y que en este año 2019 está sintiendo el golpe brutal de la falta de competitividad que tanto se ha reclamado.
Durante el año pasado se escucharon cientos, miles de argumentos, que no estábamos tan mal, que estábamos bien, pero el proceso de cierre de empresas, de pérdidas de empleo, de emigración de jóvenes es una realidad y nos dicen que la caída no importa porque es y va a ser más chica que el golpe de 2002.
Lo que no se entiende es que los uruguayos no queremos más golpes.
De cara al año electoral se hace necesario plantear el país que nos merecemos y para ello hablar de políticas y propuestas concretas desde la sociedad, para que sean los candidatos a todos los cargos lectivos que tengan que opinar y exponer sus posturas sobre las mismas y, al mismo tiempo, definir claramente sus ideas en los diferentes temas.
Es necesario fijar políticas de largo plazo, no alcanza con bajar tarifas, corregir el atraso cambiario, etcétera.
En esos temas de coyuntura, ya vimos por nuestra propia historia y por la actualidad de los vecinos, que si no se acomodan prolijamente los acomodan la economía y el mercado, de golpe y bruscamente, pero con los costos sociales que ello conlleva.
El desafío es concurrir a Durazno nuevamente el 23 de enero a levantar la mira, a mirar más lejos, a poner el país y a los uruguayos por sobre las políticas cortoplacistas, por sobre las medidas facilistas de favorecer el consumo de forma artificial para juntar votos para los próximos cinco años o por sobre la postura cómoda de criticar con el mismo fin.
¡Es hora de volver a Durazno a pensar y soñar Un Solo Uruguay!
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