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¿Quiere saber cómo es la vida en un penal? Vaya a Quito

Entre Rejas es una iniciativa en Quito para que los turistas experimenten cómo era la vida en un penal, ubicado en el casco histórico de la ciudad
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16 de julio de 2019 a las 05:00

El antiguo penal García Moreno, una de las cárceles más tétricas de Ecuador convertida ahora en un excéntrico centro de memoria histórica, busca recrear para turistas valientes la escalofriante vida que padecieron en ese lugar los más célebres asesinos, narcos, políticos corruptos e, incluso, muchos inocentes.

Quienes se atrevan a encerrarse en esas mismas rejas y paredes son ahora los verdaderos protagonistas de una historia que intenta concienciar sobre la época más oscura del penal, en su tiempo manejado con una férrea disciplina y tratos crueles, según historiadores.
Este centro penitenciario, que lleva el nombre de su impulsor, el asesinado presidente ecuatoriano Gabriel García Moreno (1861-1865, 1869-1875), forma parte ahora de una iniciativa que busca desprenderse del turismo tradicional para que el público sienta en carne propia la vida de un preso.

Inspirado en otros penales europeos, el antiguo panóptico, con cinco pabellones y 290 celdas, fue construido en 1875 por el arquitecto danés Thomas Reed y se encuentra ubicado en el casco histórico de la ciudad, en el barrio San Roque.

Entre Rejas, la iniciativa turística, se ha apoyado en exinternos que ahora gozan del beneficio de la “prelibertad” y que, con sus relatos, acompañan los recorridos nocturnos que se desarrollan con más de 40 turistas dispuestos a afrontar la experiencia.

A través de este proyecto de “turismo negro”, los visitantes conocen diferentes perspectivas de la vida en presidio, como la de los guardias penitenciarios o la de los familiares de los reos pues, en ese entonces, “cuando una persona caía presa también caía su familia”, comentó Alexandra Ortega, coordinadora del emprendimiento Quito Post Mortem, que ofrece otros lúgubres recorridos.

Neptalí Maya, un joven quiteño, que acudió al recorrido “por curiosidad”, dijo que la experiencia fue enriquecedora. “Nos retiraron los celulares, nos esposaron, nos subieron al autobús y nos llevaron a la cárcel”, evoca sobre la experiencia, en la que actores que hacían de guías les gritaban: “¡Calla, recluso!” o “¡Calla, escoria!”, mientras otros hacían de presos y decían: “¡Carne fresca!”.

También se recrean personajes como el Polilla, un reo que “se encargaba de hacer cualquier cosa” con el fin de obtener algo de dinero para drogas, comentó Jerson, el joven actor que interpreta a esa figura, al que también le decían “el come muertos” porque era capaz de culparse a sí mismo por la muerte de otro con el fin de conseguir unas monedas.

En la antigua cárcel de Quito, cerrada en 2014, circularon macabras historias de personajes siniestros que marcaron la vida nacional en algunas épocas, como el Monstruo de los Andes, un asesino serial, o el Cuentero de Muisne, un ingenioso estafador que engañó a pueblos enteros y que se fugó del centro vestido de sacerdote.

Salir del turismo tradicional es una opción que Quito Post Mortem brinda cada sábado por US$ 20, a turistas dispuestos a adentrarse en el corazón de este lugar abandonado, envuelto de misterio y de señales de una historia que sigue latente y encerrada entre rejas. 

EFE

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