¡Sendic, salta, salta!

El destino político y personal del vicepresidente Raúl Sendic importa mucho menos a los frenteamplistas que el futuro electoral de la propia coalición. El líder de la lista 711 está contaminado con plutonio radiactivo y la dirigencia que mira más lejos ha tratado de aislarlo de la comunidad de izquierda. El asunto es que, además de la cuestión del título de licenciado que no tiene y el suculento gasto con las tarjetas corporativas de ANCAP, Sendic enfrenta serio riesgo de recibir una acusación fiscal a raíz de su gestión en la presidencia de la petrolera estatal.

A fines de octubre será citado por la Justicia en calidad de indagado y la posibilidad de un trámite de desafuero está a la vuelta de la esquina. Esa circunstancia, que necesita 2/3 del Senado y necesarios votos del Frente Amplio, colocaría al oficialismo en una grave posición institucional, donde a las malas debería resolver sobre su permanencia o no en el cargo.

Si la Justicia quisiera indagarlo sobre abuso de funciones, un delito vago que el Frente Amplio busca derogar, otra vez la coalición estaría enfrascada en una tensión muy fuerte, sobre todo ante la perspectiva de un vice en riesgo de procesamiento, algo inédito y políticamente devastador.

Esta línea de razonamiento y especulación fue la que llevó a algunos de los máximos dirigentes a intentar resolver esta crisis por el camino más fácil. Interiorizados del contenido o al menos del espíritu del dictamen del Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio, filtraron en cuentagotas lo que en realidad todos suponían: el fallo sería contrario a Sendic.

Toda operación política o de inteligencia necesita emplear a los medios en su favor. En este caso, la idea fue apretar a Sendic a través de un clima de opinión adverso tendente a favorecer su renuncia voluntaria. Ello hubiese ahorrado grandes tribulaciones al Frente Amplio, no así a Sendic, quien se sintió robustecido al recibir algunas señales, si no de apoyo, al menos de humana protección.

Ese fue el caso del Partido Comunista e inicialmente del expresidente José Mujica, que quitaron presión a la movida en pro de la renuncia al señalar que preferían esperar el dictamen del Tribunal de Conducta y aun de la Justicia. Luego modificaron su posición propensa a la comprensión. El presidente Tabaré Vázquez pasó del bullying a señalar dos veces en Búsqueda que, ante iguales circunstancias, él renunciaría.

A la postre, el documento del tribunal fue peor que las versiones: allí, los custodios de la ética fundacional entendieron que Sendic incurrió en un "proceder inaceptable en la utilización de los dineros públicos".

Además creen que en estos hechos el vice "compromete su responsabilidad ética y política, con incumplimiento reiterado de normas de control".

El Frente Amplio tiene a Sendic en sus manos y allí parece primar la idea de que el éxito será medido por la aprobación de una sanción que logre superar la mayoría especial de 4/5 de las estructuras. Sin duda esa es una tarea titánica. En la interna sería todo un logro, aunque una síntesis entre posiciones indulgentes y extremistas significa ponerle agua al vino.

Una decisión diferente a un pedido explícito de renuncia a la vicepresidencia podría llevar al propio Sendic a una confusión, por aquel aforismo de Friedrich Nietzsche: "Lo que no me mata me fortalece".

Aun si Sendic se negara a dimitir ante un pedido expreso de la coalición de izquierda, ni el Frente Amplio ni el propio presidente tienen potestades para destituirlo.

Lo que algunos han tratado de hacer es colocar al vice en la cornisa de la vida política, empujarlo hasta el borde y gritarle al oído: ¡Sendic, salta, salta!