China detiene su crecimiento y empuja a la deflación en el planeta.
Laura García

Laura García

Analista Financiera

Economía y Finanzas > Por Laura García

China y la economía del dragón herido: el riesgo de una espiral deflacionaria y la fuga de inversores

Precios en baja, consumo débil, exceso de oferta acumulada y como remate, la "política Biden", que restringe las importaciones y que sólo escalará si llega a ganar Donald Trump.
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17 de marzo de 2024 a las 15:04

Primero fue la burbuja. El estallido de ese mercado inmobiliario inflado hasta reventar con crédito fácil que no dejaba de fluir. 

Desarrolladores que empezaban un proyecto por semana, que vendían propiedades antes de construirlas y las usaban para volver a endeudarse. Cuando la liquidez desapareció, los proyectos quedaron abandonados. Y los  bonos impagos dejaron un tendal de default.

Hoy el ánimo de los consumidores chinos está por el piso y la demanda se debilita. La oferta pudo rebotar y se acumula.

Los precios caen. Como broche, las restricciones a las importaciones de EE.UU. refuerzan una deflación que puede convertirse en un laberinto del que lleve años salir. Como Japón bien lo sabe.

La ausencia de un estímulo contundente a la medida de la monumentalidad de China no es, en absoluto, caprichosa.

Porque ya probaron la receta en el 2008 y hoy los daños colaterales están a la vista, con una deuda del 300% del PBI. Atrapada en la telaraña deflacionaria, que la acrecienta a medida que los precios caen, esa deuda puede ser una carga demasiado pesada. 

En especial cuando Beijing lidia con otra bomba de tiempo que puede detonar en cualquier momento: el endeudamiento descontrolado de los gobiernos regionales.

Recién este año la gestión de Xin Jinping cedió y emitió algo de deuda. No fue liquidez para socorrer a los desarrolladores inmobiliarios sino un salvataje para las regiones más asfixiadas.  

Esta semana fueron las llamadas “two sessions” (dos sesiones), el evento político cumbre del año.

Un período intenso en el que coinciden en el calendario de la élite de Gobierno las reuniones de la Asamblea Popular Nacional (APN) y la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPC).  

De allí surge, entre otras definiciones, el objetivo de crecimiento para este año, que resultó de 5% al igual que en 2023.

Pero China tendrá suerte -en opinión de la mayoría- si llega al 4,5%, cuando el año pasado logró 5,2%.

Su crecimiento potencial es de 4% de acá hasta 2030 pero el desmanejo económico puede, desde ya, recortarlo a mucho menos. De ahí en adelante, se reduce brutalmente a 2,8%.

La apuesta a los “new three” (vehículos eléctricos, baterías de litio y paneles solares), tres bienes para empujar el crecimiento, que dio frutos el año pasado con dos tercios de la producción exportada, ya no genera la misma expectativa y muchos empiezan a preguntarse si no habrán sobreinvertido. 

Es que necesitan mercados abiertos y el mundo parece decirles que ya es suficiente.

EE.UU. ya no está abierto para China. Ni hablar si Donald Trump vuele a pisar la Casa Blanca. Y Europa poco a poco empieza a también empieza a cerrarse con distintos argumentos.

Biden ya importa más de México que de China

Para entender lo que ocurre hoy en China es inevitable hacer una escala en el antagonismo Washington-Beijing, que altera la dinámica del comercio y la inversión y afecta hasta en los precios. 

En 2018, el gobierno del entonces presidente Donald Trump impuso aranceles a las importaciones chinas, que el presidente Joe Biden mantuvo tras asumir en 2021. Además, restringió las importaciones, sobre todo en sectores relacionados con la tecnología así como las inversiones en esa industria.

Como una alternativa al traslado de la producción a China —algo que las empresas estadounidenses vienen haciendo hace tiempo— Biden insta a buscar proveedores en países aliados (“friend-shoring”) o a volver a fabricar en EE.UU. (“reshoring”).

Como resultado, por primera vez en 20 años, EE.UU. importó el año pasado más bienes de México (u$s 475.600 millones) que de China (u$s 427.200 millones). 

El valor de las importaciones de China cayó 20%. La participación de China en las importaciones estadounidenses alcanzó un máximo del 22% en 2018 cayendo al 13% en el primer semestre de 2023. 

El déficit comercial de EE.UU. con China se contrajo en 2023 un 27%, un récord en 13 años, cuando su déficit general disminuyó 10%. 

Finalmente, en lo que hace a las exportaciones, China ocupa el tercer lugar pero con una caída 13,8% hasta u$s 147.800 millones 

En un año electoral, Donald Trump debe estar retorciéndose. Biden es ahora el presidente que logró la mayor reducción del déficit comercial con China desde, al menos, principios de siglo. En política exterior, no hay tema en la agenda que le guste tanto a Trump como la “trade war” con China. 

Brad Setser, senior fellow del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), marca como tendencia llamativa cómo este “desacoplamiento” comercial de EE.UU. y China se ha trasladado esencialmente a otras economías asiáticas y la caída de las importaciones también afectó en 2023 a Japón, India, Corea, Taiwán, Malasia, Tailandia e Indonesia por mencionar algunas.

Un dato interesante es que el comercio total con Rusia se disparó 26,7% el año pasado a medida que las sanciones occidentales castigaban a China y crecía la solidaridad. 

Primera fuga de capitales en más de una década

A simple vista, parece más sencillo de lo que es.

Los países que más aumentaron su participación en las importaciones de EE.UU. —como México pero también Vietnam— lo hicieron al mismo tiempo y paradójicamente en las exportaciones de China. Y últimamente se convirtieron en los mayores receptores de la inversión china.

Por ejemplo, los grandes fabricantes de productos electrónicos aceleraron la relocalización de la producción de China a Vietnam, dados los aranceles estadounidenses sobre las mercancías chinas.

Sin embargo, Vietnam obtiene la mayoría de sus insumos de China para después exportar el grueso de esa producción a EE.UU.

Por su parte, México tomó el lugar de China como el principal exportador a EE.UU. Pero muchos de los fabricantes que están abriendo plantas en el país son empresas chinas que buscan vender sus productos al mercado estadounidense.

Es en este complejo contexto, en parte por este intrincado antagonismo comercial, además del obvio deterioro económico, que en el tercer trimestre del año pasado China registró una salida neta de inversión extranjera directa (IED) de u$s 11.800 millones, algo que dejó en shock a un país acostumbrado entradas caudalosas de capitales. 

Basta imaginar que hace apenas dos año atrás, el mismo tercer trimestre pero de 2021, China recibía una oleada de u$s 71.000 millones. Según Bloomberg, el dato de este año representa el peor en saldo desde 1998.

En el último trimestre, no obstante, el ingreso de esos flujos dirigidos a la economía real fue superior al egreso en u$s 17.500 millones. El año terminó así con una salida neta de u$s 33.000 millones (- 8%) de inversiones extranjeras directas (IED). 

Y según los datos de enero, la dinámica está lejos de revertirse. Los flujos de IED en enero fueron de apenas u$s 15.675 millones en enero, una caída interanual de 11,7%.

Según el Banco Mundial, el año anterior se había registrado un ingreso neto de u$s 30.500 millones, mientras que el 2021 había sido un año excepcional pese a la pandemia con un balance que arrojó la llegada de un aluvión de capitales por u$s 165.280 millones.

Pero el año récord fue 2012, cuando China se vio inundada por flujos netos de IED por u$s 231.650 millones.

Volviendo al 2023, iniciativas como una renovada ley contra el espionaje que puede hacer que cualquier actividad de negocios sea sospechada de poner en riesgo la seguridad nacional no ayudan a retener inversiones. 

Le Xia, economista jefe para China de BBVA Research, tiene una mirada diferente. “En esta etapa, ya no son necesarios tantos flujos de inversiones como antes”, apunta. 

Para reflexionar: “En los últimos 10 años desde 2013 a 2022, el ratio de IED y el PBI vino declinando desde 3% a 1% y la posición neta de IED (el stock) contra el PBI también descendió de 24% a 19%.” 

“Dado el impresionante desempeño económico entre 2013 y 2022 -aclara-, un período en el que los flujos de IED decrecieron en forma gradual, todo indica que su rol no sería tan importante como lo fue desde los´80 a la década del 2000”.  

Círculos viciosos y espirales 

 “Este será un año crítico para la economía china porque la deflación podría entrar en un círculo vicioso”, dice Robin Xing, economista jefe para China de Morgan Stanley. En un círculo vicioso los precios en picada y una demanda floja se retroalimentan como ocurrió en Japón en los noventa. 

Los analistas del banco destacan que ésta es la racha de presión deflacionaria más larga que vivió el país desde la crisis asiática de 1997-98. No todos creen que sea inevitable a esta altura pero plantean el peligro de lo que suele denominarse una “espiral deflacionaria”.

Una combinación de deflación y estancamiento económico de la que es más difícil salir cuanto más tiempo se prolonga.

De hecho, el término fue acuñado por un economista en los años 30 para describir lo que ocurría en la década de la Gran Depresión. 

En enero, el índice de precios al consumidor cayó 0,8% interanual, su cuarto mes consecutivo de retrocesos y el descenso más pronunciado desde septiembre de 2009.

Los precios se están desinflando al ritmo más rápido en casi 15 años. A su vez, el índice al productor se hundió 2,5%, hilvanando 16 meses de caídas sin pausa. 

Desde BBVA Research, proponen verlo como un problema del lado de la oferta y no de la demanda.

En todo caso, detallan, una débil demanda doméstica y un nivel de confianza aplastado no lograron estar a la altura para acoplarse a una oferta que se expandió rápidamente tras la pandemia. Esa diferencia de velocidades en la recuperación es la raíz del problema, señalan. 

De hecho, acá vuelven a aparecer en cada esquina del cuadrilátero Washington y Beijing. Porque la imposición de tarifas y las constantes restricciones de importaciones no hicieron más que agravar el problema de la acumulación de manufacturas sin comprador, que agrega presión a la baja de los precios. 

Desinflando al resto del mundo

La postura de JPMorgan puede caer antipática pero elige pararse de la vereda de enfrente y ver si podemos beneficiarnos en algo de toda esta coyuntura: “La deflación en China puede ayudar en el corto plazo a una desinflación global en la medida en que los precios más bajos de las exportaciones chinas se traduzcan en importaciones más baratas para sus socios comerciales”. 

El banco estima que la deflación china ya disminuyó la inflación núcleo de los bienes a nivel global en 70 puntos básicos en la segunda mitad del 2023.

Además, explica, la depreciación del yuan en este último año magnificó el impacto desinflacionario en los precios de las importaciones globales. 

Con aproximadamente dos tercios de los bienes chinos transados en dólares, la apreciación de la mayoría de las principales monedas contra el yuan está presionando a la baja el precio de las importaciones en moneda local, en especial en Europa y América latina. 

Como todo, siempre depende de dónde se lo mire.

 

Leer más: 

https://www.elobservador.com.uy/nota/buscan-terminar-de-construir-20-millones-de-hogares-ya-pagos-en-china-2024310205954

https://www.elobservador.com.uy/nota/adios-a-las-tasas-chinas-como-evitar-la-trampa-de-los-ingresos-medios-202431072146

https://www.elobservador.com.uy/nota/la-otra-burbuja-china-a-punto-de-explotar-el-descontrol-de-las-deudas-provinciales-202438123419

 

 

 

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