Era 1952, el segundo año del Festival de Cine de Punta del Este, y en la sala Cantegril de Maldonado se estrenaba una película titulada Juventud, divino tesoro. La realización era de origen sueco –originalmente su nombre era Sommarlek– y provenía de un cineasta que se auguraba destacado, pero que todavía no había tenido demasiada exposición en el mundo del cine, apenas algunos reconocimientos en su tierra natal. Su nombre era Ingmar Bergman. Puede resultar curioso, pero allí, en el mismo evento que finalizó este domingo con la proyección de la película brasileña Simonal, uno de los más grandes cineastas de la historia comenzó su camino a la gloria. Después de Uruguay vinieron Argentina y Brasil; más tarde, el mundo.
Hoy, el festival que estrenó Juventud, divino tesoro y también Rashomon, el clásico de Akira Kurosawa, es muy diferente y particular. Para empezar, es una versión moderna de aquel acontecimiento interrumpido y retomado en el año 1998. Esta 22° edición cuenta los años a partir de aquel reinicio. Pero el evento es particular, también, por las postales y escenas que genera a lo largo de su semana de desarrollo. Y sus invitados.
Durante cada día, realizadores de toda América llegan a la península para intercambiar con colegas, periodistas y espectadores, todos enfilados detrás de más de 60 películas en diferentes lenguajes y de todas partes del mundo. Eso genera, claro, varias escenas destacables. Entre ellas, las siguientes.
Escena uno: El realizador argentino Carlos Sorín –director de Historias Mínimas y la reciente Joel– se pone la camiseta de Netflix, augura un futuro donde todo el mundo verá cine desde su casa, cuenta a viva voz que ama ver películas con su nueva máquina de pop y un whisky en la mano, muestra una cámara de última generación y especialmente minúscula que adquirió en Japón, llena la estancia en Casapueblo con anécdotas y hace reír a la platea en una calurosa conferencia de prensa.
Escena dos: la hija de la actriz y cantante Vera Spinetta corretea por la plaza de comidas de un cine de Gorlero, mientras su madre, que vino a presentar la película Soledad, charla con un par de críticos que comen en una mesa cerca de la suya. Hablan de la película, de su padre Luis Alberto “el Flaco”, de la situación de Argentina. Un encuentro improbable que se corona con los gritos de su hija perseguida por Juan Saieg, cantante de la banda argentina Usted Señálemelo y pareja de la argentina.
Escena tres: en la Sala Cantegril es de noche. Adentro está terminando un documental sobre Chico Buarque, que se titula Chico, un artista brasilero. Afuera la gente espera por el comienzo de El reino, la película española de Antonio de la Torre. En el momento en que confluyen los públicos, no hay lugar para moverse. Hay murmullos, el sonido de los créditos de la película que acaba de terminar se mezcla con el sonido de la gente que espera. Los comentarios expectantes se cruzan con las evaluaciones; la mayoría de los asistentes pertenecen a la tercera edad. Hay programas subrayados, entradas reservadas y encuentros pactados. Hay una sala de cine en ebullición.
Este año, la gran ganadora fue la película colombiana Pájaros de verano, dirigida por Ciro Guerra (El abrazo de la serpiente) y Cristina Gallego, y producida por el uruguayo Sandino Saravia. La realización –que se destacó en varios festivales del mundo– también se llevó el premio de la crítica. En el rubro actoral, Antonio de la Torre logró el premio por su interpretación en El reino, y la experiente actriz uruguaya Gloria Demassi se llevó la contrapartida femenina por su actuación en la realización Las rutas en febrero, de Katherine Jerkovic. El premio del público, en tanto, se lo llevó la película uruguaya En el pozo, de los hermanos Bernardo y Rafael Antonaccio.
Además de la categoría principal –por la que pasaron películas iberoamericanas que ya se pueden ver en salas montevideanas, como Sueño Florianópolis– también se celebró dentro del paraguas del festival el Music Film Festival, donde documentales y películas abocadas a la música o sus intérpretes toman la pantalla. En ese rubro, el ganador fue el excelente documental Piazzolla: Los años del tiburón, de Daniel Rosenfeld, que se estrenará en salas el 21 de marzo. También fueron premiados los documentales Chico, un artista brasileño (mejor banda sonora) y Ryuichi Sakamoto: Coda (mejor dirección).
Pero más allá de estos galardones, quien más gana es el que tiene el tiempo para dejarse llevar por la multitud de películas, charlas y actividades que ofrece el festival. Perder la noción del tiempo por el tránsito entre las salas, intercambiar opiniones con otros, conocer personalmente a grandes nombres del cine mundial, sumar títulos interesantes en el comienzo del año cinematográfico, esa parece ser la gran recompensa que aguarda al final. Es, por encima de todo, un momento para ver buen cine.
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