Primero, la pintura blanca. Después, el texto. Y siempre, durante toda esa pintada nocturna, el miedo de que los militantes políticos les vinieran a pegar por estar utilizando un muro que habitualmente estaba destinado a ese tipo de mensajes. Pero no pasó. El mural pintado por los integrantes de No Te Va Gustar aguantó hasta el día del show que promocionaba.
Pintar ese muro ubicado en el cruce montevideano de avenida Italia y Propios, fabricar engrudo para pegar afiches en 18 de Julio, armar las cajas de los discos del Solo de noche, el álbum debut. Trabajar para la banda, siempre. Ese es el ingrediente esencial de los logros de No Te Va Gustar, según Emiliano Brancciari, su vocalista, cantante y compositor principal.
Desde 2011 han estado nominados de manera constante a los premios Grammy Latinos, llenaron estadios en Uruguay y Argentina, llegaron más de una vez a escenarios en Chile, Colombia y México, innovaron en formatos de shows (apenas un ejemplo, el de tocar en el Velódromo Municipal con un escenario en el centro del campo y los músicos mirando a los cuatro costados), crearon su propio sello y son una de las bandas de rock más populares de la historia de la música local, alcanzando cotas que no han alcanzado otros.
A veces la música gusta y punto. No tiene explicación matemática. Pero hay otros argumentos que los integrantes de la banda, allegados y conocedores de la historia de la música local aportan para intentar comprender las razones por las que una banda logra todo lo opuesto a lo que dice su nombre.
Primero habló de la perseverancia. “El ponerle amor al oficio y ponerlo delante de prácticamente todo, sobre todo en los primeros años en los que no teníamos hijos. Creer y soñar con que podíamos dar vuelta algo que ya nos venía mal escrito por estar en un país como el nuestro”, dijo.
En lo musical, para Brancciari, la clave es la siguiente: “Respetarnos siempre y hacer lo que más nos gustara aunque fuera riesgoso, ya sea porque no tocábamos un género puro, o lo que sea. Animarnos y no traicionarnos en ese sentido”.
Y después la suerte; la de estar en el lugar preciso en el momento preciso. “Porque creo que si bien el Uruguay no te daba muchas esperanzas para desarrollarte profesionalmente o para pensar en dedicarte de lleno a la banda, también nuestro crecimiento se dio en un momento en el que no teníamos tanta información y tanta oferta de tantas cosas. Entonces pudimos crecer. Y cruzar a Argentina en el momento justo, el poder dedicarle nuestro tiempo y nuestra energía a eso porque no teníamos responsabilidades como padres. Teníamos la energía de hacerlo, de tocar en casamientos o cumpleaños de 15 para juntar dinero e ir allá como fuera”.
“Una de las claves fue creer y soñar con que podíamos dar vuelta algo que ya nos venía mal escrito por estar en un país como el nuestro, y dedicarnos a la música”
Emiliano Brancciari, vocalista y guitarrista de No Te Va Gustar
El saxofonista Mauricio Ortiz lleva dos décadas dentro de No Te Va Gustar. Para él, la combinación de suerte, trabajo y testarudez que se contagia entre los integrantes también fue fundamental. Según el músico sanducero, se fue “haciendo un camino de hormiga en cada lugar”. Primero en Montevideo, luego en el interior, después en Argentina. Y agregó un factor más: “Las canciones, que la gente ha hecho propias, en las que se vio representada”.
Bizarro fue el sello que editó todos los discos de la banda en Uruguay; el vínculo de Sanabria con el grupo ha sido constante. Para él hay una “combinación casi perfecta de materia prima, convicción y trabajo por hacer una carrera en la música”. A lo largo de sus nueve trabajos de estudio –señaló el productor– hay canciones clásicas, lo que refleja la constancia que han tenido para crear hits.
“Notabas que había algo. Ya desde la primera grabación que me mandaron antes del primer disco lo veías. Tenía canciones primitivas que ya te daban la impresión de que había algo importante”, recordó Sanabria.
De todos modos, Argentina ha sido campo fértil para esa camada del rock uruguayo, y es el país donde más convocan. Según Torrón, eso responde a que en el momento de su desembarco “el rock argentino no tuvo una renovación en cuanto a las bandas masivas”, que fue ocupado por estos proyectos. Y consideró que NTVG “es menos uruguaya en lo musical, y eso también ayudó a su internacionalización”; se reconoce como una banda a la que se le nota la procedencia, pero tiene además una apuesta a un sonido pop que es poco común en Uruguay, donde se consume la música de ese género que viene de afuera, pero se mira de reojo a la producida internamente.
Tanto Sanabria como Torrón destacaron, además, el papel de compositor de Brancciari. “Emiliano ha evolucionado como compositor y como cantante. En el homenaje a Zitarrosa que se hizo en el Estadio Centenario en 2017 me impactó su trabajo como cantante. Para mí es de los mejores de la música local”, dijo el periodista. Por su parte el director de Bizarro lo describió así: “Los dos primeros discos tienen canciones tan buenas como los dos últimos, siempre fue brillante, pero se ha ido puliendo con experiencias y los cambios naturales de la vida, hoy habla de otras cosas”.
“Notabas que había algo. Ya desde la primera grabación que me mandaron antes del primer disco lo veias. Tenía canciones primitivas que ya te daban la impresión de que había algo importante”
Andrés Sanabria, Director del sello Bizarro
A eso se suma un interés grupal por mejorar equipamientos, instalaciones, y una búsqueda constante por profesionalizarse. Así lo hicieron desde que una visita a un ensayo de Jaime Roos les hizo ver que ese era el camino adecuado, como recuerda un fragmento del libro biográfico Memorias del olvido.
Llegar al equilibrio no fue fácil. La banda atravesó crisis como la generada por la salida de Mateo Moreno y Pablo Abdala en 2006, o una tensión interna que se agravó con la devastación por la muerte del tecladista Marcel Curuchet en 2012. En los dos casos, según el trombonista Denis Ramos, primó el sentido común y decidieron seguir adelante.
A mediados de marzo, durante la presentación que la banda hizo en Hard Rock Café para contar los distintos proyectos para su aniversario 25, Ortiz dijo lo siguiente: “Es un trabajo continuo, somos nueve músicos y no todo es color de rosa. Tenemos subgrupos dentro de la banda con los que uno se apoya en los momentos difíciles”.
Y planteó como ejemplo las giras europeas de mediados de la década pasada, un mercado que luego decidieron dejar en un segundo plano para priorizar otros países de América, como México. “Vos te vas a Europa dos meses de gira, a países que no conocés, y en algún momento te vas a sentir solo, te va a explotar la bocha, como decimos nosotros. En un momento habíamos hecho una gráfica que decía que en el día 15 de gira era que empezaba a explotarle la bocha a varios, y ahí había problemas. Entonces, todas esas vivencias fuimos aprendiendo a bancarlas. Y en lo artístico siempre fue muy abierto, todos los músicos tuvimos siempre participación prioritaria en todos los discos”, contó.
En el libro se resalta la historia interna de “la burleta”, un ida y vuelta de agresiones y comentarios mordaces que se hacen con un tono de humor, pero que pueden ser incómodos para el que llega de afuera. “En eso también logramos un equilibrio que hace que la convivencia sea superbuena”, reflexiona ahora Brancciari. “Hay gente como el baterista, Diego Bartaburu, que cuando entró no lo podía creer, y sufría, y hacía reuniones. Y hoy le encontró la vuelta, hace cosas o dice cosas para poner la cabeza, porque le terminó divirtiendo eso”.
“Esto ya es una familia, a lo largo de los años aprendimos a viajar juntos por el mundo, haciendo lo que nos apasiona”
Denis Ramos, trombonista de No Te Va Gustar
La maduración personal y el crecimiento de veinteañeros sin responsabilidades a cuarentones que son padres fue también una experiencia compartida que obligó a reformular dinámicas de giras y trabajo. El camino de No Te Va Gustar ha sido un aprendizaje constante. Ortiz lo resumió así: “Hacemos lo que nos gusta hacer, que es música. Y buscamos llevarla a la mayor cantidad de lugares posible. Es imposible que todo se haga como uno quiere. Muchas veces hay que aprender a ceder para que el barco siga navegando. Hay cosas que no te gustan del todo y otras que sí”.
Para Denis Ramos, NTVG le significó poder vivir de la música y comprar una casa nueva en “su lugar en el mundo”, la Ciudad de la Costa, donde nació. Para Mauricio Ortiz implicó dejar su otra profesión, para la que había estudiado. Para Brancciari fue ganar el respeto en casa, el demostrarle a su familia que se podía vivir de lo que uno ama.
Y el reconocimiento. El sentirse querido. El que un extraño se acerque y cuente que su música lo ayudó en un momento complicado. La obra de NTVG podrá gustar o no, valga la redundancia, pero es innegable que logró subir la marca del éxito y el alcance de la música local. Ramos señaló: “Tienen que pasar varias cosas para que eso funcione. Pero es clave gustarle a la gente. Confiar en tu arte, que te guste primero a vos y luego al público. Durante estos años nos acompañaron las locuras, los cambios de disco a disco”. Y concluye: “Esto ya es una familia, a lo largo de los años aprendimos a viajar juntos por el mundo, haciendo lo que nos apasiona, que es la música. Vamos por un buen camino. Somos felices”.
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