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Conaprole y su sindicato: privilegios y conflictividad

Conaprole es la empresa que más exporta; sus trabajadores ganan sueldos privilegiados; tienen convenios que les aseguran derechos como en pocas compañías. Sin embargo, dos por tres es sacudida por conflictos
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08 de septiembre de 2018 a las 05:00

La sede del sindicato de Conaprole es una vieja mansión ubicada frente a la plazoleta Joaquín Suárez. A la casona se accede por una avenida privada bordeada por una doble arboleda. Hay 11 árboles de cada lado y luego se desemboca en un patio amplio, con parrillero, estacionamiento, un parque infantil venido a menos y una impecable cancha de fútbol cinco, con césped artificial, red lumínica y un techo de arcos de ladrillo que parece obra de Dieste. El patio también alberga un rincón solemne donde varias placas recuerdan a compañeros fallecidos. 

Primera visita: un grupo de dirigentes dialoga en el porche de la vieja residencia con un sindicalista jubilado. 

Segunda visita: parte de la dirigencia está reunida dentro de la sede. En el estacionamiento hay cinco automóviles: un Chery QQ, un Suzuki Celerio, un Chevrolet Corsa, una VW Saverio y un Chevrolet Joy cuatro puertas. Ni motos ni bicicletas. 

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La sede sindical no remite a la imagen de sindicato ultrarradical, ideologizado y acusado de “defender ladrones”. En un par de oficinas trabajan tres funcionarios administrativos. No hay afiches revolucionarios en las paredes. La sala donde sesiona la directiva es presidida por un retrato enmarcado. No es Marx ni el Che. Es Artigas.

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Conaprole es un gigante. Procesa aproximadamente el 75% de la leche que se produce en Uruguay. Tiene alrededor de 2.000 productores remitentes y unos 2.000 empleados, si se incluye a los zafrales.

Sus trabajadores son privilegiados. Gerardo Perera, secretario de la Asociación de Productores de Leche, dijo a la prensa que en promedio perciben un salario de $ 57 mil, sin incluir puestos gerenciales. 

El sindicato ha retrucado que hay operarios que cobran $ 30 mil y zafrales que se quedan con $ 20 mil. Pero no desmienten que sus sueldos son altos en Uruguay.
“No negamos que tenemos un salario digno, que es bueno dentro del marco general del país”, dijo Luis Goichea, secretario general y principal del sindicato.

Goichea afirmó que él personalmente se siente a gusto en Conaprole. “Hemos logrado que sea un trabajo digno, tenemos un montón de convenios que lo dignifican. Que peleemos por lo que consideramos justo, no quiere decir que no estemos contentos. Trabajamos en la que es desde 2010 la mayor exportadora del país. En el último ejercicio facturó US$ 870 millones. Claro que nos gusta”.

Los trabajadores de Conaprole, por ejemplo, cobran un aguinaldo y medio. Su sueldo se incrementa con una prima por antigüedad muy superior a la laudada. La cooperativa aporta dinero a un fondo de retiro que permite que cada empleado cobre una prima al momento de retirarse.

“En 1971 el gerente general de Conaprole ganaba el doble que un oficial administrativo o eléctrico. Hoy gana $ 600.000 contra $ 50.000, diez o doce veces más” 
Luis Goichea, secretario general del sindicato de Conaprole

Pero aun así los conflictos se suceden. La empresa denuncia pérdidas millonarias debido a cortes de horas extras y asambleas sindicales. También que el directorio resignó su capacidad de gestión a manos del sindicato.

Estas tensiones no son nuevas. Por algún motivo, en esta empresa cooperativa que es orgullo nacional, que paga bien y que otorga muchos beneficios a sus empleados, reina un clima de confrontación.

Un trabajo de 2013 de los sociólogos Francisco Pucci y Soledad Nion sostiene que en Conaprole “hay una fuerte oposición entre las jerarquías de la empresa y el sindicato, que supera la clásica oposición empresa-trabajadores que estructura la sociedad capitalista moderna”.

Los sociólogos anotan que en Conaprole ya había entonces “un marco de desconfianza general” entre la gerencia y el sindicato. Y que el accionar del sindicato no es el más típico: “A diferencia de otros contextos, en los cuales la acción sindical se remite a la discusión de temas salariales o de condiciones de trabajo puntuales, en el caso de Conaprole el sindicato interviene en temas tan diversos como los de producción, calidad y reclutamiento de trabajadores”.

¿Por qué en una empresa que tiene salarios mucho más altos que el promedio y donde los trabajadores inciden mucho más tiene tantos problemas?

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Una investigación sobre este misterio requiere remontarse al comienzo de la historia, dijo el historiador Juan Pablo Martí, coautor junto a Gerardo Caetano y María Inés Moraes del libro "Conaprole, la historia", editado por la cooperativa al cumplir 80 años.

Martí explicó que Conaprole es un caso singular en el mundo: una cooperativa privada creada a iniciativa del propio Estado, a través de una ley que buscó el modo de defender a los pequeños productores de leche.

"Es una empresa privada pero con características semipúblicas, en la cual el Estado impuso desde un mismo comienzo una serie de beneficios muy importantes para los trabajadores”, dijo Martí.

En 1946, por ejemplo, el Parlamento sancionó una ley que estableció que el 30% de las utilidades de la cooperativa debían ser destinadas a crear “un fondo de asistencia y previsión en beneficio del personal”.

“No negamos que tenemos un salario digno, que es bueno dentro del marco general del país”  

Luis Goichea, secretario general del sindicato de Conaprole

Conaprole tuvo durante décadas un representante del gobierno nacional en su directorio y otro del gobierno departamental de Montevideo.

Martí no quiso aventurar ningún juicio sobre el actual conflicto por desconocerlo, pero –hablando de historia– señaló una frase que puede explicar mucho: “Las características de ser una especie de empresa semipública hizo que sus trabajadores sintieran que eran poco menos que funcionarios públicos, con inamovilidad y beneficios”.

La compañía cambió mucho desde entonces, pero no todas las modificaciones han sido aceptadas con facilidad.

En el año 2000 y mediante una ley de urgencia impulsada por el presidente Jorge Batlle, el Parlamento eliminó los dos representantes políticos en el directorio de Conaprole.

Goichea, el secretario general del sindicato, quiere que vuelvan. También pretende incorporar al directorio un representante de los trabajadores. En 2007, molesto con algunas resoluciones de la empresa, dijo que el sindicato evaluaba pedir que fuera intervenida por el gobierno.

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Goichea, de 58 años, es un sobreviviente de mil batallas sindicales. En 1983 fue elegido delegado de sector. En el 84, delegado de planta. En 1988 entró por primera vez en el consejo directivo del sindicato. Estuvo hasta 1993, cuando se casó y por dos años dejó la actividad gremial. Volvió en 1995 y desde entonces ha ganado una elección tras otra, la última en abril.

“Van 15 elecciones consecutivas que gana nuestra corriente gremial. Cada dos años el gremio se expide. Algo habremos hecho bien”, dijo.

Todos lo definen como muy inteligente. Él contó que trabaja desde los 16 años y que su formación se la debe a su familia. Su padre trabajó en la cooperativa. Sus tíos maternos, también. Su abuelo fue un sindicalista de los tranvías que, ya jubilado, seguía recriminando a sus patrones ingleses. Cada vez que subía con su nieto Luis a un ómnibus, le recordaba que los ingleses querían que los guardas trabajaran parados, porque sostenían que sentados se dormían.    

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Goichea es un dirigente sindical informado, documentado y muy articulado. Un repaso de las claves del actual conflicto lo llevan a hablar dos horas sin parar. En cuanto a su filiación política, es comunista. Cree en la lucha de clases, aunque sostiene que Conaprole no es una empresa privada más.

“La lucha de clase es trabajo contra capital, y uno puede considerar que una cooperativa es una forma distinta. Defendemos la industria nacional y el cooperativismo. Y aunque este cooperativismo quizá tenga cosas que no aceptamos, el tambero no es el enemigo de clase”. 

“Al pequeño y mediano productor y comerciante –continuó– los consideramos aliados. Pero no hemos encontrado el camino para hacer que sientan lo mismo que nosotros”.

Le hice notar que eso quizá ocurra porque los pequeños tamberos hoy cobran menos que muchos trabajadores de Conaprole. Según ha dicho la empresa, la mitad de los tamberos cobra menos de $ 31 mil una vez hechos los descuentos por insumos comprados y hay 350 que no cobran nada.

Goichea respondió que el problema de los pequeños tamberos no tiene nada que ver con los salarios de Conaprole, que el actual esquema de la industria beneficia a los grandes y nadie hace nada por impedirlo. Agregó, además, que no le preocupa cómo la gente ve a su sindicato y a él mismo.

“Somos de los dirigentes sindicales que consideramos que no tenemos por qué caerles simpáticos a la gente. Tenemos la responsabilidad de conducir política y sindicalmente a nuestro gremio, y esa es nuestra obligación. Y tenemos que decir lo que defiende a nuestro gremio, aunque no sea simpático”.

Y ciertamente, el sindicato de Conaprole hoy no le cae simpático a mucha gente. Sobre todo desde 2010, cuando la empresa quiso echar a dos trabajadores acusados de ladrones y el sindicato desencadenó un conflicto que escandalizó a la opinión pública. Cada tanto alguien lo recuerda y llama a la Asociación de Obreros y Empleados de Conaprole (AOEC), “el sindicato que defiende ladrones”.

Goichea no lo acepta.  “No defendemos ladrones”, manifestó.

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Hay que seguir la pista de 2010.

Álvaro Lapido integraba entonces la dirección de Conaprole. El tema de las relaciones con el sindicato le preocupaba porque notaba que el gremio le había tomado los puntos a la empresa:

“Siempre había que poner algo arriba de la mesa para que levantaran cada conflicto”.

Creía que alguna vez Conaprole tenía que dar la señal de que era imposible otorgar siempre algo más. 

La oportunidad se presentó a principios de 2010 cuando se descubrió que estaba faltando mucha mercadería en el Complejo Industrial Montevideo, en la ruta 1. 

“Empezamos a meter más y más auditorías y cámaras. Y finalmente comprobamos que había dos despachadores que ponían en los pedidos que entregaban mucha más mercadería de la que realmente habían facturado. Sacamos fotos, obtuvimos filmaciones y lo demostramos”.

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Conaprole despidió a esos dos empleados. Uno de ellos admitió su culpa y fue procesado por la jueza Graciela Eustachio. El otro negó todo. La jueza ordenó que se diligenciaran más pruebas. El sindicato dijo que, como la Justicia no lo había procesado, Conaprole no lo podía echar. La empresa insistió en que –incluso si entregaba la mercadería sin facturar por un error– no lo quería más en la plantilla porque tal acto de desidia o negligencia hacía imposible tenerle confianza. Pero el sindicato no dio el brazo a torcer y comenzó a aplicar medidas.

“Le dije al presidente de Conaprole que era la batalla que estábamos esperando”, recordó Lapido. “Teníamos todo el derecho a despedirlo. ¡Estuvimos 23 días de conflicto, quedándonos sin productos por culpa de un ladrón!”.

“Teníamos todo el derecho a despedirlo. ¡Estuvimos 23 días de conflicto, quedándonos sin productos por culpa de un ladrón!”
Álvaro Lapido, directivo de conaprole en 2010 cuando la empresa quiso despedir a dos trabajadores por robar

Lapido relató que en aquellos tiempos iba mucho a los medios de prensa, a los tambos, a las plantas de la empresa y había un clamor: que Conaprole no aflojara. “Los productores estaban indignados”.

Pero en marzo de ese año asumió la presidencia José Mujica. 

“En junio arrancó el paro grande, el sindicato seguía insistiendo en que tomáramos a ese empleado. Y apareció Mujica y con su tono amigable habló con el presidente de Conaprole, quien luego nos contó la conversación”, recordó Lapido. “Mujica había traído una fórmula para arreglar el conflicto: teníamos que tomar de vuelta a ese hombre y de inmediato enviarlo al seguro de paro”. 

Todo el directorio de Conaprole aceptó, menos Lapido que afirmó que había cosas que no se podían negociar y renunció.

El empleado acusado de deshonesto estuvo dos períodos completos cobrando el seguro de paro a costa del Estado. Poco después la jueza Eustachio recibió las pruebas adicionales que había solicitado y lo procesó.

Consultada hoy, la magistrada recordó bien el caso y sostuvo que las pruebas eran concluyentes. Y anotó que un tribunal de apelaciones lo ratificó.

“A mí se me cayeron los brazos”, afirma hoy Lapido, reviviendo la impotencia que sintió cuando aquel trabajador fue retomado y enviado al seguro de paro. “Como dijo hace pocos días Serrano

Abella, aquellos vientos trajeron estos lodos. Se siguió con la política de concederle todo al sindicato. Es una batalla que está perdida con estos muchachos. Y hoy mucha gente recuerda aquel conflicto, pero si uno siempre hace lo mismo, nunca va a tener resultados diferentes”.

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El único momento en que Goichea dudó en las dos horas de conversación fue cuando se le preguntó si hace una autocrítica por lo actuado en aquel conflicto de 2010.

“Nosotros el mea culpa que podemos hacer...”, dijo pero no terminó la frase.

Luego lo revivió todo. “De los dos acusados por la empresa, uno se hizo cargo enseguida y nosotros no lo defendimos. Nosotros no defendemos ladrones. Pero hasta hoy el otro compañero, al que todavía lo vemos porque trabaja en un taxi, jura y perjura que no hizo nada”. 

El argumento de que la empresa podía echarlo por haberle perdido la confianza nunca fue de recibo para el sindicato.

Goichea jamás vio los videos que eran parte de la prueba. Nadie del sindicato quiso verlos. “Nosotros como sindicato solo queríamos defenderlo”, dijo. “Con los elementos que teníamos en ese momento, hicimos lo que nos pareció correcto. Hoy todo el mundo dice que defendimos ladrones. La justicia dijo eso y yo no lo voy a negar”.

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Juan Manuel Rodríguez es economista y ha dedicado su vida al mundo laboral. En los años de 1990 asesoró al PIT-CNT y también a la AOEC cuando tuvo que negociar convenios.

Recordando el caso de los dos trabajadores procesados, el exasesor laboral piensa que el sindicato de Conaprole ha vuelto a caer en una actitud similar al haber defendido en el último conflicto a un trabajador que insultó a los tamberos en Facebook al llamarlos “canarios comebosta”.

“En una empresa, insultar a alguien que es parte de la empresa es mala conducta y te van a echar. Una cosa es negociar y estar de acuerdo o no, pero otra cosa es que insultes. No se le acepta ni al trabajador ni al empresario”. 

“Es una postura sindical, pero ya casi no hay sindicatos que defiendan a quien insulta o comete una falta grave”, agregó el experto en relaciones laborales. “Si vos aceptás la agresión de los trabajadores también aceptás que los trabajadores sean agredidos”.

Debajo del retrato de Artigas, Goichea afirmó que ellos no niegan que el trabajador se equivocó y debe disculparse. Pero le parece que echarlo es excesivo. Argumentó que los productores también los han insultado a ellos. Contó tener la grabación de un exdirigente lechero de apellido Arrillaga que en una radio de San Ramón dijo que en el sindicato de Conaprole desde hace más de 30 años están los mismos viejos, sucios, canosos, gordos y delincuentes.

Goichea es canoso.

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Rodríguez tiene una explicación para el misterio del sindicato de altos sueldos y sonados conflictos. 

Sostuvo que los sindicatos pueden clasificarse según la base conceptual con la que se paran frente a la negociación.

“El sindicato de Conaprole tiene una postura particular. No es el único ni es el más extremo, pero claramente se ubica en este campo: piensa que todo acuerdo siempre es mejorable. Y si vos creés que todo acuerdo es mejorable, no podés aceptar una cláusula de paz. Porque si siempre aspirás a más, eso implica que habrá un conflicto. Es una postura con la que se puede estar de acuerdo o no, pero es posible y explica esa resistencia a firmar cláusulas de paz”.

“En una empresa, insultar a alguien que es parte de la empresa es mala conducta y te van a echar. Una cosa es negociar y estar de acuerdo o no, pero otra cosa es que insultes. No se le acepta ni al trabajador ni al empresario”.

Juan Manuel Rodríguez, economista y experto en conflictividad sindical

La falta de flexibilidad laboral marca otro desencuentro entre el directorio y el sindicato. Por ejemplo: ambas partes tienen un convenio firmado según el cual los supervisores solo pueden sustituir a un trabajador en casos muy específicos. Tiene que haber riesgo de pérdida de materia prima, hay que buscar primero que el sustituto sea otro trabajador y, si no es posible, hay que consultar antes a los “representantes” gremiales. 

“Hoy te falta un chofer, o querés poner un supervisor a cubrir una línea y te dicen que el supervisor no puede trabajar. Estamos maniatados”, protestó Lapido.
Rodríguez sostuvo que en el mundo las empresas son, en general, más flexibles: “Hoy los puestos de trabajo no son fijos. Tiene que haber capacitación, pero claramente eso no implica tener que dar todos esos pasos para sustituir a un compañero de trabajo. Lo que ocurre es que hay sindicatos que aceptan la flexibilización y otros que se aferran al puesto fijo y al concepto de que si se quiere más responsabilidad hay que pagarla”.

Según el economista, “en el mundo, en la mayoría de las empresas, la tendencia es a una mayor flexibilidad. Por una razón de eficiencia y para defensa del trabajador, porque si sabe hacer más cosas, tiene más posibilidades de permanecer en un proceso de cambio. Los sindicatos normalmente se oponen a una flexibilidad totalmente desregulada, pero aceptan participar en su regulación”.

Goichea narró que se llegó al punto de resistir la participación de los supervisores en las tareas de los operarios porque en una época lo hacían y, cuando cometían un error, la empresa siempre culpaba a los trabajadores.

El cruce de reproches es permanente. La dirección y el sindicato visitaron la Comisión de Cooperación de la Cámara de Representantes y sobre cada punto dijeron cosas opuestas. No logran ponerse de acuerdo en qué es blanco y qué es negro.

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Lapido afirmó que Goichea es muy inteligente, preparado, pero “dañino”. “No responde a nadie. Se entusiasma en los conflictos”.

Pero el exdirectivo de Conaprole admitió que también hay una cuota de responsabilidad de la empresa: “No toda la culpa es del sindicato. Conaprole ha hecho muchos errores. Hay una gran distancia entre el directorio y los trabajadores. No hay un buen relacionamiento. Falta sentimiento de pertenencia. No hemos sabido crear una adhesión a la empresa”.

De todos modos, en esa falla también encuentra cierta responsabilidad de la AOEC. “El sindicato no quiere que vos tengas ningún vínculo con los trabajadores. Te acercás a hablar con un operario y en seguida viene uno y te dice: ‘Usted con el único que puede hablar es con el sindicato, y si no le paramos la planta’. No creo que sea imposible hacer cosas, pero hay que cambiar la cultura”. 

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El economista Rodríguez sostuvo que Goichea ha demostrado una gran habilidad para sobrevivir tantos años como dirigente sindical en una empresa muy particular.
“Goichea ganó las elecciones a partir de una corriente de izquierda. Después le surgió en el sindicato una corriente más de izquierda y lo empezó a correr a él desde la izquierda. Y como pasa siempre, como pasó por ejemplo con el Turco Abdala, él se tuvo que poner más a la izquierda todavía. Y así sigue en el poder y puede gobernar el sindicato. Es un sindicato con salarios muy altos. Cuando no hay límite para el techo salarial, si vos sos racional, sos un gusano. ¿Qué le vas a decir a la asamblea? ¿No pidas más que es demasiado? ¡De qué lado estás! No existe la razonabilidad si no hay límites”.

 

"Te abrazan en todos lados"

El dirigente sindical Luis Goichea dijo que tener un buen sueldo no evita que algunos trabajadores de Conaprole pasen dificultades con el dinero.
“El ser humano se adapta a la realidad que tiene. Si ganás diez, vivís con diez; si ganás 20, vivís con 20; y si ganás 40, vivís con 40. No todo se ahorra si te aumentan el sueldo. El que gana diez no se endeuda porque no le prestan. Pero si trabajás en Conaprole, te abrazan en todos lados. Tenemos un endeudamiento muy importante entre nuestros afiliados. Por supuesto que es un tema personal e individual”.

Un año y tres meses de paz sindical

El actual conflicto de Conaprole no tuvo que ver con salarios ni conservación de puestos laborales.
El sindicato quería volver a un antiguo método de cálculo de la prima por antigüedad más beneficioso (aunque el vigente ya es más beneficioso que el normal) y discutir un cambio en el régimen de días de descanso. 
La cooperativa a su vez quería firmar una cláusula de paz por tres años, y el sindicato no lo aceptaba.
En el medio, Conaprole sancionó a varios trabajadores e intentó echar a un empleado que llamó “canarios comebosta” a los tamberos.
Finalmente, el acuerdo al que se llegó establece una cláusula de paz por tres años para el tema salarial. 
Se negociará la antigüedad al amparo de la tranquilidad de esa cláusula, pero si no se logra un avance al 31 de diciembre de 2019, la cláusula caerá para este punto y el sindicato podrá tomar medidas.
Es decir, el sindicato de Conaprole aceptó firmar una cláusula de paz, pero respecto al régimen de antigüedad tendrá una vigencia breve: un año y tres meses.
En cuanto al trabajador que insultó a los tamberos, las partes aceptaron el criterio esgrimido por el Ministerio de Trabajo. Aunque no lo dice en forma expresa en el texto firmado, los representantes sindicales explicaron que eso quiere decir que le corresponderá una sanción, pero ella no será ser echado de Conaprole.
 

Postura de clase empresarial

Para el economista Juan Manuel Rodríguez, experto en relaciones laborales, el reciente conflicto de Conaprole tuvo una particularidad. “Lo que pasó en esta negociación es que, por primera vez desde que el Frente Amplio llegó a la Presidencia, los empresarios están adoptando un postura de clase. Nunca antes había pasado. Y creo que algunos sindicalistas ya lo vieron”.
 

Más licencia por duelo y por violencia doméstica

El acuerdo firmado entre Conaprole y su sindicato para zanjar el actual conflicto consagra nuevos beneficios para los trabajadores de la cooperativa.
Algunos de ellos tienen que ver con extensiones de las licencias que rigen para los trabajadores en general.
La licencia por duelo de tres días hábiles cuando fallecen padres, cónyuges, concubinos o hijos de un trabajador, pasa a ser de cuatro días para los empleados de Conaprole. También tendrán un día de licencia por duelo en caso de muerte de un abuelo, un beneficio que no está consagrado en general.
Las empleadas que vivan un episodio de violencia doméstica y lo denuncien a la policía ya no tendrán uno o dos días de licencia como estipula la ley genérica vigente, sino que en Conaprole podrán tomarse hasta tres.
En la asamblea que estudió este nuevo convenio, el secretario general del sindicato, Luis Goichea, dijo que en el futuro se pretenderá extender este beneficio a los hombres, ya que han existido casos de varones víctimas de violencia doméstica en Conaprole.
También se amplían las horas de licencia por actividad sindical.
 

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