Nacional > historia de un hincha

Cuatro besos al escudo y un último sueño antes de morir: conocer el estadio de Peñarol

Roberto Briozzo salió del Comcar hace dos meses, tiene cáncer de pulmón terminal y había pedido conocer el Campeón del Siglo
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15 de julio de 2019 a las 05:03

"¿Te imaginabas que ibas a estar acá?”, preguntó Jorge Barrera. “La verdad que no, estoy cumpliendo mi sueño”, contestó él. “Viste, los sueños se cumplen”, remató el presidente de Peñarol. El domingo fue un día especial y único para Roberto Briozzo. Se despertó temprano, más que de costumbre, y a las 7.30 ya estaba pronto para salir, aunque faltaban más de ocho horas para que lo pasaran a buscar. Hace menos de dos meses salió del Comcar, después de más de dos décadas de reclusión, donde le diagnosticaron un cáncer de pulmón terminal. Desde ese momento comenzó a expresar su último deseo: quería conocer el estadio del club de sus amores. Y el tiempo corría en su contra.

El sueño se cumplió este domingo en la primera fecha del Torneo Intermedio, en el encuentro en el que Peñarol venció 4-0 a Boston River con un hat trick de Darwin Núñez y un gol de Brian Rodríguez. 

El director de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado (Dinali), Jaime Saavedra, había dicho en radio Sarandí la semana pasada que seis funcionarios lo llevarían; Barrera se enteró y lo invitó a entrar a la cancha, estar con los jugadores y le regaló una camiseta del club.

Desde que salió de prisión está viviendo en la Posada del Camino, una iniciativa del Ministerio del Interior que queda en la zona de Tres Cruces, en la vieja cárcel de Cabildo, y que es para exreclusos que buscan reinsertarse en la sociedad.

Durante varias semanas funcionarios de la Dinali hicieron gestiones para que las autoridades le permitieran salir a ver el partido. Es que se encuentra bajo libertad asistida por lo que debe informar acerca de sus movimientos, explicó Laura Cotelo, una de las referentes que lo acompañó.

Llegó al estadio faltando una hora y media, y las autoridades lo invitaron a recorrerlo por dentro, visitar el museo y conocer la cancha. Como en los viejos tiempos, se dio el gusto de patear la pelota. En diálogo con El Observador, que lo acompañó en el estadio, dijo que le gustaba jugar de defensa y que era de los que se aseguraba que sí “pasaba la pelota, pero el jugador no”.

El presidente haciendo de mozo
En el entretiempo, el presidente de Peñarol, Jorge Barrera, se fue hasta el palco en el que Roberto estaba viendo el partido y le dejó una bandeja de sándwiches y Coca-Cola. Como no lo encontró, porque había salido a recorrer, volvió con el segundo tiempo empezado. “¿Y, comiste?”, le preguntó, pero Roberto no contestaba. Estaba concentrado viendo el partido. “Dale, aprovechá que tenés al presidente de Peñarol haciéndote de mozo”, le dijo, y lo convenció de picar algo. Las bromas volvieron al final del encuentro, cuando dos de las referentes que lo acompañaron le dijeron que ahora tenía que ir a ver un partido al Gran Parque Central, el estadio de Nacional. “No, no. Yo me quedo en casa”, contestó.

Vio el partido en silencio, emocionado e impactado con la magnitud del estadio. Solo lo interrumpió para gritar y festejar los cuatro goles del mismo modo: puños cerrados, brazos arriba y beso al escudo de la camiseta número 29 del equipo de sus amores que le habían regalado un rato antes. Además de la felicidad por conocer el estadio, no podía dejar de expresar su emoción por haber embocado al resultado antes del partido.

En diálogo con El Observador, dijo que no se esperaba que fuera “tan lindo” y que no se imaginaba entrando a la cancha con los futbolistas. Un rato antes había estado en el vestuario junto al presidente aurinegro, a quien le dio un abrazo y le agradeció la oportunidad. Cuando los futbolistas salieron a calentar, Fabián "Lolo" Estoyanoff, una de las figuras del equipo, paró a saludarlo, y a la vuelta hizo lo mismo el arquero Kevin Dawson.

Pero a quien más quería conocer era a Walter Gargano. El “Mota”, con amplia trayectoria en el fútbol internacional y en la selección uruguaya, es su ídolo y por eso aprovechó la entrada a la cancha para ponerse a su lado y salir en la foto.

Ya con el partido definido, el presidente volvió al palco para despedirlo y preguntarle por la experiencia. Llegó bromeando, le dijo con sarcasmo que le había tocado un “partido horrible” y él le contestó que era “un lujo” ver a su equipo ganar. “Lo sigo siempre, en las buenas y en las malas”, sentenció antes de llevar la camiseta al vestuario para que se la firmen los futbolistas y sacarse una selfi con el Lolo. Sueño cumplido.

La Posada del Camino

La Dirección Nacional de Apoyo al Liberado, la dependencia que ayuda a encausar la vida de quienes salen de la cárcel, tiene un presupuesto de US$ 370 mil anuales, de los cuales buena parte se destinan a la Posada del Camino, que está abierta las 24 horas los 365 días del año y en la que viven 65 personas.

El director Jaime Saavedra dijo que tienen 80 funcionarios en todo el país, los cuales trabajan con los 6.400 liberados por año y destacó que los empleados eran “ejemplares” porque eran capaces de trabajar en sus días libres para ayudar a los exreclusos. “Lo del domingo pasa todos los días con los funcionarios. Hay una cantidad de energía constructiva enorme que es muy esperanzadora”, sentenció.

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