Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) publicó su primera novela en 2012. La llamó Matate, amor y decidió que empezara así: “Me recliné sobre la hierba entre árboles caídos y el sol que calienta la palma de mi mano me dio la impresión de llevar un cuchillo con el que iba a desangrarme de un corte ágil en la yugular”. Así, sin preámbulos, la autora hace su anuncio. Matate, amor es la historia de una mujer que es madre de un niño pequeño y vive con su marido en el medio del campo o del bosque o tanto da. Lo que importa es lo que le sucede a esa mujer con todo eso. La ópera prima de Harwicz es una catarata mental, un cúmulo de pensamientos conectados que se vuelven hipnóticos, adictivos, peligrosos (advertencia para madres primerizas con pocas horas de sueño encima). Harwicz es brillante en la narración de esas ideas que de tan lúcidas rozan la demencia (“no hay nada más siniestro que ser fruto de una familia normal”). Seis años después, su texto vuelve a editarse (Mardulce, $ 450), se convierte en obra de teatro, se traduce al inglés y logra meterse en la lista de los nominados al Man Booker Prize.
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