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Economía mundial es resiliente, pero cojea

La convergencia entre países ricos y pobres se está estancando, y quedan más retos por afrontar
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12 de octubre de 2023 a las 17:11

Por Martin Wolf

En los últimos cuatro años se han producido tres grandes choques: Covid; la interrupción del suministro post-Covid; y la invasión rusa de Ucrania y los subsiguientes repuntes de los precios de las materias primas. ¿Ha terminado ya esta serie de grandes choques? El mortífero ataque a Israel y el conflicto en Gaza sugieren que la respuesta puede ser "no". La reciente agitación en los mercados de bonos es otra señal de la persistente falta de previsibilidad.

Por lo tanto, el análisis cuidadosamente preparado en la versión más reciente del informe Perspectivas de la economía mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del Fondo Monetario Internacional (FMI) puede estar ya algo desactualizado. Sin embargo, es, como siempre, muy útil. Lo que nos dice es a la vez alentador e inquietante. La economía mundial se ha mostrado resiliente, pero sus resultados se han deteriorado a más largo plazo, junto con una divergencia en el rendimiento de los países ricos y más pobres en relación con las expectativas.

Empecemos, entonces, por la resiliencia. A continuación presento tres hechos alentadores: el FMI no ha tenido necesidad de introducir significativos cambios en sus previsiones de abril; la turbulencia financiera de la pasada primavera — con la quiebra de los bancos regionales estadounidenses y del Credit Suisse — ha menguado; y, lo que es más importante, cada vez hay más pruebas de que la inflación puede reducirse hasta el objetivo sin que haya recesiones. Por lo tanto, la desinflación puede resultar más "inmaculada" de lo que esperaba. El WEO señala que los mercados laborales siguen siendo fuertes en muchos países de altos ingresos, sin pruebas de "espirales salario-precio". También hay indicios de "compresión salarial", con un aumento de los salarios más bajos en relación con los más altos. El WEO sugiere que esto podría deberse al valor de la comodidad del trabajo flexible y remoto para los trabajadores especializados: estos últimos están dispuestos a trabajar en casa por un salario más bajo.

No obstante, persisten importantes riesgos a corto plazo. Uno es que la crisis inmobiliaria de China se agrave mucho más. Otro es la posibilidad de una mayor volatilidad de los precios de las materias primas. Otro es que el consumo se debilite a medida que se agoten los ahorros de la era de Covid, especialmente en EEUU. Otro riesgo más es que la inflación se muestre más resiliente de lo previsto: el hecho de que parezca posible reducir la inflación sin una recesión no es motivo para abandonar el esfuerzo prematuramente. Por último, la política fiscal resultará ser más restrictiva en este nuevo mundo. Y no menos importante es el hecho de que los países en desarrollo están luchando con una deuda costosa. Parece probable que se produzcan más choques financieros.

Además, y por desgracia, la resiliencia no implica un buen rendimiento. Así, en 2023, la producción mundial aproximadamente será un 3 por ciento inferior a la prevista antes de la pandemia. Es más, estas pérdidas son bastante reducidas en los países de altos ingresos: en EEUU incluso se registra una ligera ganancia. Pero en los países emergentes y en desarrollo el impacto ha sido más adverso. Esto refleja la capacidad mucho mayor de los países de altos ingresos para hacerles frente a las crisis, en comparación con los más pobres, los cuales carecen de la capacidad de crear vacunas o pedir préstamos baratos. Como consecuencia, la pandemia, la guerra en Ucrania y las crisis climáticas han invertido las tendencias de reducción de la pobreza observadas durante décadas: según el Banco Mundial, hasta 95 millones de personas más vivían en la pobreza extrema en 2022 que en 2019.

Estos recientes resultados económicos, pobres y divergentes, deben situarse en un contexto a más largo plazo. El WEO señala que se ha producido un descenso de 1.9 puntos porcentuales en las perspectivas de crecimiento mundial a mediano plazo desde 2008 hasta 2023 en las previsiones del WEO. El descenso es general. Pero es particularmente significativo para los países en desarrollo. El número previsto de años necesarios para que los países emergentes y en desarrollo reduzcan a la mitad la diferencia de ingresos per cápita en relación con las economías de altos ingresos ha aumentado drásticamente, pasando de 80 años en las previsiones del WEO de abril de 2008 a unos 130 años en las previsiones de abril de 2023. La feliz historia de la convergencia económica se está estancando.

Hay más dificultades que afrontar en el futuro. Una de ellas es el clima: el mes pasado el mundo experimentó el septiembre más caluroso de su historia, tras superar el récord anterior en un "extraordinario" 0.5 °C. Además, si las tasas de interés reales van a ser permanentemente más altas, como algunos creen, las condiciones para la inversión y el crecimiento a largo plazo también serán permanentemente peores, justo cuando se necesita un enorme aumento de la inversión para hacerles frente a los retos climáticos y a objetivos de desarrollo más amplios. Es probable que la fractura de la economía mundial, con un aumento del proteccionismo y una intensa competencia geoestratégica, intensifique todo esto. En el peor de los casos, las cicatrices de los últimos años resultarán no sólo irreversibles, sino un presagio de un rendimiento permanentemente dañado.

En última instancia, todos estos problemas son esencialmente políticos, que es otra forma de decir que son insolubles. Disponemos de los recursos y la tecnología necesarios para gestionarlos. No hay ninguna buena razón para que tanta gente viva en circunstancias tan terribles. Tampoco la hay para que dejemos de abordar el clima y otros retos medioambientales. Pero para ello debemos reconocer nuestros intereses comunes, la necesidad de una acción colectiva y la inminencia de lo que, hasta hace poco, se consideraban posibilidades remotas.

Colectivamente, somos malos pensando y actuando con sensatez y, en estos momentos, estamos empeorando, como lo demuestran el caos en Washington DC; las malas decisiones políticas en China; la criminal guerra de Rusia en Ucrania; el fracaso en alcanzar algún tipo de paz entre Israel y los palestinos; y la incapacidad de evitar algunas de las consecuencias de los recientes choques para los países pobres.

En las reuniones anuales en Marrakech, los legisladores tienen que acordar un enorme aumento de los recursos para el FMI y el Banco Mundial. Casi todo el mundo lo sabe. ¿Sucederá? Hay que dudarlo mucho. Pero debería. Ya es hora de que la humanidad madure un poco.

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