Opinión > Financial Times

El cambio no reconocido de Joe Biden en cuanto a China

Las ventajas del diálogo entre Washington y Beijing nunca deberían ignorarse
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26 de octubre de 2023 a las 13:00

Por Edward Luce

Durante varios meses de extrema tensión, las relaciones entre EEUU y China amenazaban con volverse incontrolables. Lo más probable es que los gigantes vuelvan a caer en una situación de alta tensión, o algo peor. Mientras tanto, se están reencontrando silenciosamente. Es difícil valorar un diálogo que probablemente no produzca grandes avances. Lo único que se puede hacer es imaginar la alternativa. En el Medio Oriente actual, la capacidad de EEUU para hablar con China podría ser la diferencia entre una guerra regional y su ausencia.

La petición más urgente de la Casa Blanca a Wang Yi, el ministro de Asuntos Exteriores de China, quien llegará a Washington el jueves, será contener a Irán. Si Hizbulá, el ejército subsidiario de Teherán, abre un segundo frente de batalla en Israel, aumentarán las posibilidades de que uno de los dos portaaviones estadounidenses en la región ataque a Irán. Si China siguiera negándose a contestar las llamadas de EEUU — como ocurrió hace cinco meses — ese riesgo sería mayor. Pero sigue siendo demasiado alto. No puede haber ningún aspecto negativo en discutir cara a cara con Wang los costos de una conflagración en escalada.

Joe Biden recibirá poco crédito por haber puesto las relaciones entre EEUU y China en una situación menos peligrosa. Esto se debe, en parte, a que genera pocos titulares. Tres secretarios del gabinete estadounidense — los secretarios de Estado, del Tesoro y de Comercio — han visitado China desde mediados de junio. Ninguno de ellos produjo resultados extraordinarios. Sin embargo, han sido tres visitas más que en los dos años y medio anteriores de Biden combinados. El viaje de Wang será la primera visita a Washington de un ministro de Asuntos Exteriores chino desde antes de la pandemia. Es probable que abra el camino para la asistencia de Xi Jinping a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) en San Francisco el mes que viene, el primer viaje a EEUU del presidente chino en casi siete años.

El historial de Biden también ha sido desigual. El derribo por parte de EEUU en febrero del globo espía chino fue un regalo para los caricaturistas de la tendencia estadounidense a exagerar las amenazas. Biden también podría haber impedido que Nancy Pelosi, la presidenta demócrata saliente de la Cámara de Representantes, visitara Taiwán hace un año. Su viaje innecesariamente avivó la paranoia china de que EEUU estaba reconsiderando su postura de "una sola China". La única ventaja fue para la ‘marca’ nacional de Pelosi. Sin embargo, la principal culpable de la congelación de las relaciones bilaterales fue China. Desde entonces, dos cosas han hecho que China reconsidere su postura.

La primera es que el tan esperado repunte pandémico de China no se ha producido. Su estancamiento económico es, en gran medida, producto de los acontecimientos dentro del país. Después de someter a los chinos a episodios periódicos de lo que parecía arresto domiciliario, Xi cambió bruscamente de ‘cero Covid’ a ‘doble Covid’. Una cosa es reprimir la libertad de movimiento de las personas por una causa mayor. Otra cosa es pasar a la inmunidad de grupo sin dar explicaciones. Los confinamientos desencadenaron la mayor desafección del país en años y apagaron los espíritus animales de la economía. Los inversionistas detestan pocas cosas más que la incertidumbre. Es difícil exagerar la ineptitud económica de Xi. Lo mismo puede decirse de su capacidad para asustar a los vecinos de China.

El segundo cambio ha sido, por lo tanto, la velocidad con la que EEUU ha estrechado su entramado de lazos con la región Asia-Pacífico. Biden ha restablecido la cooperación en materia de defensa con Filipinas; ha lanzado una asociación estratégica con Vietnam; ha animado a Japón a duplicar su gasto en defensa; ha mediado en un acercamiento entre Corea del Sur y Japón en Camp David; y ha convertido al grupo de Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) con India, Australia y Japón en una realidad reconocida. También está el acuerdo sobre submarinos nucleares AUKUS de 2021 con Australia y el Reino Unido. Ninguno de ellos, por sí solo, cambia la situación existente. Colectivamente, envían un claro mensaje.

Todo esto se ha producido en un contexto de revisiones a la baja del potencial económico de China. La expectativa casi universal de que China superaría pronto a EEUU sigue posponiéndose aproximadamente una década. El nuevo consenso de que China está atrapada en una trampa del ingreso mediano puede ser tan exagerado como el antiguo de que la dominación mundial estaba a la vuelta de la esquina. Nadie lo sabe. Lo importante es que China ha perdido, al menos temporalmente, esa arrogancia sobre su destino final. Todo ello se traduce en una mayor disposición al diálogo.

A Biden debería dársele crédito por haber aprovechado estas oportunidades. Es dudoso que sus esfuerzos añadan ni siquiera un punto a sus mediocres índices de aprobación. Sin embargo, una vez más, vale la pena compararlo con la alternativa. Si los militares chinos siguieran negándose a responder a las llamadas de EEUU, el nivel de riesgo en el mundo actual sería mucho mayor. Eso aumentaría los precios mundiales del petróleo y les restaría puntos a los índices de aprobación nacionales de Biden. Tal como lo señaló esta semana el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan: "Una interacción de alto nivel y repetida es crucial para aclarar percepciones erróneas... y para detener espirales descendentes que podrían estallar en una crisis de gran magnitud".

Nada fundamental ha cambiado en la rivalidad entre EEUU y China. Los buques y aviones chinos siguen intimidando a los que se encuentran en sus proximidades. EEUU está endureciendo las restricciones a las inversiones extranjeras en China y restringiendo aún más las inversiones chinas en EEUU. Xi podría cruzar la línea suministrando material militar a Rusia en su guerra contra Ucrania. Con cierta razón, Xi sigue pensando que EEUU quiere mantener a China sometida. Sin embargo, cuanto más puedan conversar, menor será el riesgo existencial. Según mis cuentas, Sullivan ha pasado unas 20 horas hablando con Wang en Viena y Malta durante los últimos meses, que es tanto tiempo como el que un paciente podría pasar con su psicólogo. Es más difícil interpretar mala fe por parte de tu adversario cuando se opone cortésmente a ti en privado.

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