Eduardo Espina

Eduardo Espina

The Sótano > OPINIÓN

El crimen tomó posesión del barrio Cordón

Otra populosa zona montevideana es copada por el narcotráfico
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26 de octubre de 2018 a las 05:03

Reconozco enseguida en las fotos del diario la imagen del exterior del edificio de ladrillo ubicado en la calle Palmar y Cassinoni. Durante una época de hace muchísimo (es para estas ocasiones que sirven los superlativos) solía pasar por esa zona en forma regular, con la esperanza de que lo que parecía amor se convirtiera en algo más y a largo plazo. Pero pasó lo que pasa tantas veces en las vidas de todos, esto es, que el destino decidiera por uno y quien pintaba para ser novia terminó siendo la mujer de otro, aunque no sé si felizmente casada. Ahora, con la distancia sabia que da el paso del tiempo, le agradezco al destino que haya decidido por mí, por más que en ese entonces hubiese sido motivo de desencanto, de un bajón que, a decir verdad, estuvo de más. El tiempo aclara los recuerdos, los mejora.

¿Seguirá la ex musa de pelo largo viviendo por esos alrededores, será una de las afectadas por la ola narco criminal que infestó la zona y costará erradicar? He llegado a creer que en la vida las únicas preguntas sin responder son aquellas que tienen que ver con el destino de quienes fueron por un tiempo realidad o proyecto de amor y terminaron siendo un dato menor dentro del desastre. De todas maneras, igual me pregunto. ¿Qué habrá sido de Mónica, gracias a la cual pude conocer de principio a fin la calle Palmar y me enamoré del barrio Cordón? El amor es tan generoso, que un barrio puede fácilmente sustituir en el recuerdo a una dama estéticamente agraciada.

Sigo creyendo, y cada vez que lo visito la impresión queda reconfirmada, que el barrio Cordón es el más misterioso y literario de todo Montevideo, y por eso también uno de los que tiene mayores atractivos para la imaginación. Cuando lo recorría, creyendo conocer de memoria sus recovecos, sentía que estaba siendo parte de una historia de Raymond Chandler y que al doblar la esquina, aunque sea la próxima, me iba a topar con Robert Mitchum, quien personificó mejor que nadie al detective privado Phillip Marlowe. En el Cordón de entonces me sentía en el cine: no de este lado de la pantalla, sino dentro de la película, donde sucede la acción. Ir al Cordón era acelerar el pulso de la imaginación, hacerla todo lo contrario a una dama domada. Entre el amor y la literatura (y la música y el cine) justifican la vida. El fútbol no. Y ese barrio lo era, una justificación de lo que a la vida le faltaba para estar completa.

Sigo creyendo, y cada vez que lo visito la impresión queda reconfirmada, que el barrio Cordón es el más misterioso y literario de todo Montevideo, y por eso también uno de los que tiene mayores atractivos para la imaginación.

Me ha costado, me costó mucho, creer lo que estaba leyendo días atrás respecto al flujo de criminalidad que tomó posesión del barrio Cordón, al menos de una zona clave del mismo. Ya ustedes conocen lo sucedido y si la razón los asiste, deben compartir la misma sensación de horror, incredulidad e indignación ante las circunstancias. Es lo que tenemos, pero igual, no debe aceptarse porque no. La realidad siempre puede ser peor, y en grado de pauperización, y ya estamos viendo su veredicto al respecto. Hoy cualquier criminal con pasta base y metanfetaminas en las venas se cree un capo de la cosa nostra siciliana o de la camorra de la Campania italiana.

Me ha costado, me costó mucho, creer lo que estaba leyendo días atrás respecto al flujo de criminalidad que tomó posesión del barrio Cordón, al menos de una zona clave del mismo.

Por si fuera poco, el corolario de esta historia en particular parece un chiste, de esos que a nadie hacen reír. Que a un criminal como “alias El macumbero”, quien sin escrúpulos algunos aterroriza a mano armada a gente honesta y trabajadora, y contribuye a la corrosión de la sociedad civilizada, le hayan dado tan solo un año de cárcel escapa al entendimiento y auspicia la decepción con quienes deberían impartir Justicia (la mayúscula está ahí por una razón) y no dedicarse a hacer humor involuntario. No se trata de darle cadena perpetua, como regularmente le dan a cualquier narcotraficante en China (la ley en el país comunista es implacable con quienes la quebrantan), en Malasia o Tailandia, o ejecutarlo como en los países árabes, pero la pena leve que le dieron es un escandaloso sinónimo de impunidad. 

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