Gabriela Pallares

Gabriela Pallares

Ministerio de diseño

El desafío de no parecerse a Google

A la hora de diseñar la imagen de una empresa o un espacio corporativo de cualquier escala no es necesario que todos se parezcan a Facebook o a cualquier empresa tecnológica.
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26 de febrero de 2016 a las 00:00

Pero demasiados lo intentan y en el camino se pierde mucho.

La globalización ha homogeneizado el aspecto de todo tipo de oficinas, generando el efecto opuesto que perseguían originalmente algunos de estos diseños: tener ambientes creativos y dinámicos, abiertos y adaptables, siguiendo el perfil que cierto tipo de empresas necesitan para atraer su personal.
Sólo que al instalarse como moda, esta mimetización anula la diferenciación buscada y – peor aún - encara erróneamente la adaptación a las funciones específicas de ciertos espacios, al punto que los locales de empresas disímiles proyectan la misma imagen vinculada al sector tecnológico.
La pereza o falta de concientización a la hora de proyectar estos espacios omite analizar y resolver las necesidades operativas que puede requerir una empresa de seguros, de diseño editorial o de servicios de abogados. En todos los casos, el resultado estético y funcional no debería ser intercambiable según el giro y actividad a desarrollarse.
Quizás sea esta confusión la que lleva hoy día a un cliente de un banco a contar sus intimidades financieras a un oficial de cuenta ubicado en un escritorio abierto a la vista y oídos de una veintena de clientes en la sala de espera contigua.
El despiste afecta desde la música funcional, al grado de interacción entre estaciones de trabajo, la importancia que se le dé o no al tiempo libre, la sutil línea entre espacios lúdicos y descanso del trabajo o el color y texturas de los muros. Todas estas decisiones dicen mucho de cada lugar y condicionan sus balances finales.
Es por esto que aplicar modelos globales sin tamizarlos con una reflexión seria sobre cada caso particular lleva a ejemplos vacíos de contenido que afectan el rendimiento de los empleados, cayendo en clichés innecesarios:
_"Para trabajar en tecnología se debe ser creativo" es casi un lugar común si pensamos que hoy por hoy hay que ser creativo en cualquier rubro.
_ "La interacción y apertura de espacios favorece el trabajo en equipo" no es siempre cierto. No todas las actividades se optimizan escuchando conversaciones de los vecinos y demás distracciones del entorno.
_ "La importancia de espacios lúdicos dentro de la empresa fomenta mayor rendimiento" es por lo menos variable según la cultura laboral autóctona. No todas las personas se activan con la misma libertad, algunos requieren marcos más acotados para rendir y no caer en la dispersión.
A las empresas tecnológicas se les debe el avance y ruptura de muchos esquemas corporativos y está muy bien que haya pasado. El crecimiento exponencial del sector en los últimos 20 años le permitió, comenzando de cero, reformular estándares y crear soluciones sui generis.
Entre las lecciones que deja este movimiento es el ánimo de crear algo nuevo obviando las referencias establecidas, generar una imagen rupturista y asociarla al sector, actuar de forma de atraer exactamente al público que necesitan, y hacerlo globalmente.
Pero también está el desafío de encontrar otros modelos que puedan ser respetuosos de cada rubro. Considerando la historia, eso se suele lograr en base a la oscilación de extremos: El medioevo oscuro evolucionó al renacimiento luminoso, el clasicismo dio paso al barroco, y así como los demócratas suceden a republicanos, las modas holgadas a las ajustadas, así se van renovando conceptos y rescatando lo válido de lo anterior.
Seguramente el equilibrio esté en algún punto medio entre el encasillado de los años 60 tipo Mad Men en el mejor de los casos, y el caos estructurado del siglo XXI naciente.
La clave está en actualizar y hacer honor al adjetivo creativo para identificarnos con nosotros mismos y no con el de en frente o al lado.

Pueden ver algunas imágenes descriptivas en este link

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