Opinión > EDITORIAL
El FA y la democracia
Apocas horas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales Brasil se encuentra en vilo por el probable triunfo de la ultraderecha y el freno experimentado en las encuestas por el Partido de los Trabajadores (PT) cuyo líder, el expresidente Lula da Silva, se encuentra preso por cargos de corrupción con sentencia de segunda instancia firme.
El candidato ultraderechista Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) lidera las intenciones de votos mientras que en la última semana el izquierdista Fernando Haddad del PT se estancó.
Para la segunda vuelta prevista para el 28 de octubre, ambos candidatos favoritos estarían en un empate técnico lo que avizora un final abierto en una de las contiendas electorales más atrapantes en la historia reciente en América Latina.
En Uruguay la campaña se sigue con enorme interés. Todo el proceso de desgaste del PT en el gobierno, la remoción de la presidenta Dilma Rousseff por parte del Parlamento y el encarcelamiento del dos veces presidente Lula, representa un golpe para el Frente Amplio (FA), que al igual que cuando cayó el Muro de Berlín no parece asumir la realidad pura y dura.
La negación a ver esa realidad parece ser el caso del motivo que impulsa a Javier Miranda, presidente del conglomerado de partidos de izquierda en Uruguay, a promover el “Comité de defensa de la democracia en Brasil y la libertad de Lula”.
Esta semana el presidente del FA se puso al frente de este comité que busca inmiscuirse en la realidad política del país vecino. Lula fue encarcelado de acuerdo a la Justicia de Brasil, al igual que Rousseff que fue removida de acuerdo a lo que prevé la constitución.
Es evidente que un candidato con el discurso de Bolsonaro pone los pelos de punta a cualquier demócrata que pretenda llamarse como tal y que debería ubicarlo ipso facto en la vereda de enfrente. En caso de que gane hay que exigir desde la sociedad civil y con todos los recursos que otorga una democracia que respete el Estado de Derecho, la independencia de los tres poderes y los derechos humanos.
Pero no hay que ser hipócritas. Por ahora, mucho peor que Bolsonaro es lo que representa el dictador venezolano Nicolás Maduro. Un sátrapa violador de la Constitución y las libertades políticas, civiles e individuales. Un tirano manchado de sangre, acusado de crímenes de lesa humanidad por países como Francia, Colombia o Perú.
Levantar la voz para defender la democracia en Brasil ante la posibilidad de que un candidato de ultraderecha llegue al poder y quedarse callado ante la usurpación del poder y la violación sistemática de los Derechos Humanos en Venezuela es un acto de hipocresía y de cinismo. Atenta contra el sentido común y contra la democracia que respetamos los uruguayos.
A comienzos de la semana en Estados Unidos el presidente de la República Tabaré Vázquez fue abordado por una periodista que le preguntó su opinión sobre Venezuela.
Levantar la voz para defender la democracia en Brasil ante la posibilidad de que un candidato de ultraderecha llegue al poder y quedarse callado ante la usurpación del poder y la violación sistemática de los Derechos Humanos en Venezuela es un acto de hipocresía y de cinismo. Atenta contra el sentido común y contra la democracia que respetamos los uruguayos.
“No voy a hablar de los problemas internos de Venezuela señora, ¿usted no se dio cuenta?”, sostuvo Vázquez visiblemente molesto.
Pues si el gobierno opta por callar ante Venezuela, también debería callarse ante Brasil. Lo contrario es un error que demuestra el laberinto en que se encuentra el Frente Amplio a la hora de entender y concebir la democracia. La democracia es una sola y hay que defenderla siempre. No solo cuando conviene.
