Tras el escándalo por acoso sexual que lo tuvo como protagonista, Kevin Spacey ha desaparecido del radar público. Ni siquiera lo más insistentes paparazzi han podido captarlo en alguno de los instantes de su vida actual, lejos de los reflectores y las alfombras rojas. Como los topos, el ganador de dos premios Oscar está escondido bajo tierra esperando que pase la tormenta. Sin embargo, la tormenta en torno a su imagen pinta para perdurar. Su prestigio parece estar definitivamente arruinado. Los hechos provenientes de la realidad así parecen demostrarlo.
En
Estados Unidos se acaba de estrenar Billionaire Boys Club, primera película post-escándalo protagonizada por el actor de 59 años, y las cifras de la taquilla han sido desastrosas. El boicot del público, por lo visto, es total. El filme, después de una discusión entre productores y distribuidor, pudo exhibirse en salas cinematográficas, al mismo tiempo que puede verse mediante "video por demanda", destino que tienen en su estreno películas que son muy malas o que se considera generarán pérdidas. Es una de las cosas raras de la industria de
Hollywood: invierte millones de dólares en un filme, al cual luego condena al ostracismo y a la marginación sin darle siquiera la oportunidad de que encuentre a su público. En el caso de Billionaire Boys Club, todo indica que se trata del aura negativa que pesa ahora sobre Spacey, quien ha pasado de la cima, consecuencia directa del éxito de la serie
House of Cards, al subsuelo, a donde van a parar los desterrados de la fama, con los que nadie quiere estar.
Meses atrás, el actor Anthony Rapp acusó a Spacey de haberlo acosado sexualmente en 1986, cuando el primero tenía 14 años y Spacey 26. A raíz de eso, los contratos para nuevas películas dejaron de llegar, y Netflix lo marginó de la temporada final de House of Cards, que se estrena el 2 de noviembre y que no será la misma sin su presencia. En el día del estreno Billionaire Boys Club, cuyo costo total fue de US$ 15 millones, recaudó US$ 126, y en días siguientes las diez salas donde se exhibe el filme estaban casi vacías. Los pocos auspiciosos comentarios de los escasos espectadores que vieron la película no han ayudado para evitar el desastre.