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El legado de Gandhi se desvanece

Su inmensa figura sigue teniendo influencia mundial, pero su mensaje ya no es tan impresionante en la vida política moderna de su propio país
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10 de febrero de 2019 a las 05:00

Las últimas pisadas del hombre, sobre concreto, conducen de una mansión completamente blanca hasta el lugar donde exhaló su último aliento.

Un día templado de invierno, Mahatma Gandhi caminaba con parsimonia por un césped majestuoso en Nueva Delhi, apoyándose en los hombros de dos mujeres jóvenes, cuando un asesino lo saludó, le tocó los pies y después le disparó tres veces en el pecho al frágil hombre de 78 años.

El suelo donde Gandhi se derrumbó, y la elegante mansión donde pasó sus últimos días, se han convertido en un monumento conmemorativo a su vida y a su muerte violenta. Para entrar al Gandhi Smriti no hay un control de seguridad ni una taquilla: se puede entrar caminando desde la calle, sin restricciones y de forma gratuita, justo de la manera en que probablemente lo habría querido Gandhi.

Setenta años después de su asesinato, la influencia mundial de Gandhi sigue siendo enorme y su reputación como una fuerza del bien permanece firmemente intacta.

Como pocos personajes de la historia lo han logrado, encauzó la potencia moral de la resistencia pacífica para desprender a India del imperio británico. El ejemplo que dio respecto de lo que se puede lograr por medio de las protestas pacíficas ha inspirado a un sinnúmero de personas, de diferentes culturas y en diferentes momentos de la historia, desde Martin Luther King Jr. hasta el llamado Hombre del Tanque en la Plaza de Tiananmén.

Sin embargo, en la India contemporánea, Gandhi ya no es tan impresionante… ni siquiera relevante.

A medida que pasa el tiempo, su figura parece distanciarse de las tendencias prevalentes en la política india, aunque los políticos siguen explotando con regularidad la nostalgia por él.

“Me temo que Gandhi se ha vuelto marginal”, comentó Pratap B. Mehta, un politólogo que trabaja como vicecanciller de la Universidad de Ashoka y fue presidente del Centro de Investigación Política de Nueva Delhi. “En la India moderna, las dos fuerzas dominantes lo odian”.

Entre los nacionalistas hindúes, parte de la base demográfica que da poder al partido gobernante de India, Bharatiya Janata, se percibe a Gandhi como débil, mencionó Mehta. Los supremacistas hindúes siguen enfurecidos con él por haber expresado una gran compasión por la minoría musulmana del país y por haber permitido que Pakistán se separara de India.

Algunos nacionalistas hindúes incluso han erigido estatuas al asesino de Gandhi, Nathuram Godse, quien fue miembro de un grupo nacionalista hindú al que han pertenecido el primer ministro Narendra Modi y muchos de sus aliados políticos.

Gandhi tampoco es popular entre los parias, una clase de indios que estuvo en el estrato inferior de la sociedad hindú del país durante siglos, pero que ahora, con una población estimada en más de doscientos millones de personas, ejerce una influencia política significativa.

A Gandhi le apasionaban los pobres, entre ellos los parias, por lo que despotricaba en contra de la explotación y vivía casi como un monje.

Así que tal vez podría parecer extraño que Gandhi se sintiera tan cómodo aquí, en una fastuosa casa privada construida en 1928 para G. D. Birla, uno de los primeros empresarios industriales de India, quien hizo una fortuna gracias al yute… y al sudor de otros.

No obstante, a lo largo de su vida Gandhi fue cercano a algunos de los capitalistas más ricos de India. Solía hospedarse en esta mansión cuando visitaba Nueva Delhi.

Su vínculo con la élite de India es una de las razones por las que los parias y la gente de la izquierda política lo juzgan con dureza y lo culpan de no haber hecho suficiente para desmantelar un sistema de castas que suele ser brutal en India.

Aunque Gandhi sí defendió a las castas consideradas inferiores, sus críticos argumentan que no cuestionó con suficiente vehemencia al sistema.

“Creen que le faltó radicalizarse más y que su llamado a la emancipación de los parias fue condescendiente”, comentó Mehta.

Casi tres cuartos de siglo después de que Gandhi ayudó a obtener la independencia de India, la gente de las castas más bajas sigue siendo discriminada de una forma abierta y estremecedora. Hace poco, a un hombre de una casta inferior le arrancaron el cuero cabelludo por pedir un salario justo.

A pesar de las críticas, los políticos indios de todo tipo suelen competir entre ellos tratando de emular a Gandhi en ciertas acciones, cuando sirve a sus propósitos, en especial el partido que más se asocia con Gandhi en la actualidad.

Gandhi fue uno de los primeros miembros del principal partido de oposición del país, el Congreso Nacional Indio, y ayudó a transformar el partido de un club de debate de la élite a una fuerza nacional. Los políticos del congreso a menudo ponen la foto de Gandhi en sus pancartas, en especial cuando llevan a cabo huelgas de hambre parecidas a las que realizaba.

En algunas ocasiones, el gobierno de Modi también intenta imitar los actos de Gandhi, a pesar de la aversión que sienten los nacionalistas hindúes.

Ahora es imposible atravesar un pueblo indio y no ver algún muro en el que esté pintada la imagen de un par de anteojos de alambre negro —los icónicos lentes de Gandhi— como el símbolo de uno de los programas sociales más grandes de Modi, la campaña Limpia India. De acuerdo con datos del gobierno, el programa ha entregado casi cien millones de inodoros nuevos.

Este baile político con Gandhi —a veces aceptando su legado, a veces rechazándolo— no sorprende a uno de sus biógrafos más aclamados, Ramachandra Guha.

“Gandhi es como Churchill, Napoleón, Mao, Lincoln, cualquier figura grandiosa”, comentó Guha. “Su marca va de arriba abajo. Su legado se debatirá hasta el cansancio”.

El debate más reciente es si Gandhi era racista.

En diciembre, en una universidad de Ghana quitaron una estatua de Gandhi después de que estudiantes y profesores se quejaron de que, cuando trabajó en Sudáfrica a finales del siglo XIX e inicios del XX, Gandhi mostró desprecio por la gente negra. Los académicos especialistas en Gandhi no lo refutan, aunque argumentan que Gandhi reformó sus puntos de vista más adelante.

Cuando se le preguntó cuál partido político de entre la variedad que hay en India tiene mejores argumentos para declararse heredero ideológico de Gandhi, Guha no dejó lugar a dudas de lo que piensa.

“Ninguno de los partidos políticos tiene argumentos creíbles para reclamar el legado moral de Gandhi”, dijo, e hizo una lista de los motivos: corrupción espectacular, política dinástica y división religiosa.

Los verdaderos guardianes del legado de Gandhi se encuentran fuera del gobierno, mencionó Guha: grupos ambientalistas, comités que intentan proteger la vida tradicional de los pueblos y agrupaciones que promueven la armonía religiosa.

Cuando se entra al terreno que ocupa el Gandhi Smriti desde las calles frenéticas que lo rodean, la sensación inmediata es de calma, como si se tratara de una isla de silencio en una zona urbana de veinte millones de habitantes. Como si el aura del hombre se cerniera sobre este.

Una explicación para esa quietud, claro está, es que el edificio conmemorativo simplemente no atrae tantos visitantes, pues está desapareciendo la importancia y la pertinencia de Gandhi entre los indios comunes y corrientes. Sin embargo, algunos vienen.

“No se habla de él en las conversaciones cotidianas”, dijo Manoj Chudasama, un vendedor de básculas industriales que fue al sitio histórico durante una visita a Delhi. “Pero pensamos en él”.

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