En defensa de la Generación Z y su ética laboral

Un vídeo de TikTok de una joven estadounidense llorando sobre su primer trabajo verdadero y su largo desplazamiento diario, con la leyenda Pregunta del Día: "En un trabajo de 9 a 5, ¿cómo tienes tiempo para tu vida?", se ha vuelto viral en X (anteriormente Twitter) en los últimos días.

"No tengo tiempo para hacer nada", afirma desconsoladamente la mujer a la cámara de su teléfono, tras explicar que todas las mañanas tiene que tomar un tren a las 7:30 a.m. para ir a trabajar y no regresa hasta las 6:15 p.m. como mínimo. "Quiero bañarme, cenar e irme a dormir. No tengo tiempo ni energía para cocinar mi cena . . . No tengo energía para hacer ejercicio. . . Estoy muy disgustada, Dios mío".

Sería fácil burlarse de ello. Y muchos lo hicieron. "Una recién graduada de la universidad tiene crisis nerviosa por tener que trabajar. Estamos condenados", publicó Libs of TikTok, una conocida cuenta de derecha, en X. "Oh, princesa. . . Siento mucho que tuvieras que desplazarte y trabajar y tener un trabajo y todo eso. ¡Es demasiado!", publicó Jason Calacanis, inversionista, creador de podcasts y amigo de Elon Musk.

Pero esta "chica de la Generación Z" tiene cierta razón, y quienes se han burlado públicamente de ella lo están pasando por alto (quizás deliberadamente). ¿Ella no tiene razón de enojarse al descubrir que esto es lo que se consigue con una deuda de decenas de miles de dólares para obtener un título universitario? ¿Por qué no debería tomar en serio su felicidad y su calidad de vida? ¿Por qué tenemos que seguir glorificando el trajín diario como si fuera una forma inherentemente digna o virtuosa de vivir?

No es que se esté quejando por tener que trabajar: reconoce que mucha gente la pasa peor y trabaja más horas, y explica que si pudiera trabajar desde casa y estar libre a las 5 p.m. estaría bien. Es una queja comprensible; todos sabemos el efecto negativo que puede tener en el espíritu un largo desplazamiento al trabajo, sobre todo en los oscuros meses de invierno.

Ésta es una de las principales razones, después de todo, por las que tantos de nosotros ahora estamos optando por pasar al menos algunas de nuestras horas laborales en casa: una encuesta de la Oficina de Estadísticas Nacionales en febrero reveló que el 40 por ciento de los adultos que trabajan habían trabajado desde casa en algún momento de la semana anterior, frente a sólo el 12 por ciento en 2019. Las investigaciones también demuestran que los trabajadores híbridos son más felices que los que sólo trabajan exclusivamente en la oficina; éste es un legado de los confinamientos que deberíamos luchar para mantener.

Parte de lo que está experimentando esta mujer es la adaptación que todos tenemos que sufrir tras salir del capullo de la vida universitaria y entrar en el más difícil e inflexible mundo real. A veces se denomina depresión post-universitaria, y, por supuesto, no es un fenómeno nuevo. Pero lo que es nuevo y significativo es hasta qué punto la Generación Z — los llamados "Zoomers" de la generación nacida entre 1996 y 2012 aproximadamente — tiene preocupaciones sobre su salud mental, y las está manifestando en el mundo laboral. Y por una buena razón: la depresión y la ansiedad entre adolescentes y adultos jóvenes se han disparado.

Se ha desdeñado la idea de que esto se traduce en una diferencia significativa en el comportamiento o las actitudes en el lugar de trabajo. Aunque la idea de la "renuncia silenciosa" se hizo famosa en TikTok, dándoles a los Zoomers la reputación de holgazanes y tímidos en el trabajo, varios estudios han sugerido que las divisiones generacionales en el trabajo están exageradas. Y, ciertamente, parte de la actitud despectiva hacia la Generación Z puede atribuírsele a los habituales refunfuños de la vejez, aunque a nadie le gusta admitir que se ha convertido en un gruñón. Como señala Rob Briner, profesor de psicología organizacional de Queen Mary, Universidad de Londres, "es más aceptable la idea de que no hemos cambiado al envejecer, sino que quienes han cambiado han sido las generaciones más jóvenes".

Pero Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad Estatal de San Diego y autora de un nuevo libro, Generations, sostiene que los Zoomers sí suelen tener un enfoque marcadamente diferente hacia el trabajo y me dice que "diferencias relativamente pequeñas en el promedio pueden tener un gran impacto al final". Su investigación muestra que los trabajadores de la Generación Z son más propensos que las generaciones anteriores de la misma edad a querer un buen "equilibrio entre trabajo y vida personal", incluyendo vacaciones decentes y "días de salud mental".

No estoy totalmente de acuerdo con la idea de que debemos tratar las dificultades emocionales del mismo modo que las físicas. Resolver cómo tratar las primeras es mucho más complejo, y debemos tener cuidado de no patologizar todos los sentimientos de malestar: enfrentar nuestros miedos y superar la adversidad puede desarrollar la resiliencia. Tenemos que encontrar el equilibrio entre los mimos de los Zoomers y la severidad de los Baby Boomers. Eso es complicado.

Pero personalmente estoy agradecida de que vivamos en un mundo que toma en serio la salud mental y en el que hablar de nuestros propios conflictos ya no es un tabú. Deberíamos estar atentos a las señales de mala salud mental a nuestro alrededor, como, por ejemplo, adultos que se pasan el tiempo riéndose de mujeres jóvenes que lloran en el Internet.