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Exportación en pie

Análisis de Luis Romero Álvarez para El Observador Agropecuario
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10 de agosto de 2018 a las 05:00

Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

El debate sobre este asunto vuelve a cobrar impulso; la industria contrató un estudio para evaluar el valor agregado perdido por cada animal que se va en pie. Se calcula allí que cada animal exportado deja de generar unos US$ 320.

El cálculo está mal, en primer lugar, porque no toma en cuenta la producción alternativa (más kilos en animales que quedaron o cultivos agrícolas) que se generará en ese espacio liberado. Pero esto no es lo más importante.

El estudio no menciona ni una vez la palabra riesgo, que es la clave de por qué hay que permitir la exportación en pie. Veamos: el problema del Uruguay ganadero es que en vez de tener una tasa de extracción de 38 pc como el rodeo de Usa, la tiene a menos del 20 pc. ¿Por qué pasa eso? Porque no se invierte lo suficiente en alimentación del ganado desde la cría hasta el engorde. ¿Y por qué pasa eso? Porque nuestro marco macroeconómico y sectorial obliga al productor a trabajar en forma poco intensiva.

La industria y el invernador trasladan hacia atrás una caída de sus precios; pero el criador no puede hacer lo mismo porque hacia atrás solo tiene el presupuesto familiar y sus costos productivos. Entonces el riesgo del criador es mayor que el del invernador o el de la industria; a mayor riesgo, menor inversión. Por aquí viene la causa del bajísimo porcentaje de extracción que tenemos. Poca inversión en la cría, pocos terneros, pocos novillos invernados, poca faena.

Hay que tener claro el objetivo de los participantes de la ganadería del país en el largo plazo: que suba el porcentaje de extracción. No se logra atacando a la exportación de ganado en pie, todo lo contrario: facilitándola, pero con un techo anual para defensa de la industria.

El análisis comentado se centra en medir cuánto valor agregado se deja de generar al exportar un animal que ya está nacido. Pero mira la foto y no la película como debería: exportación en pie abierta sin la impresentable práctica de cajonear expedientes; menor riesgo y mejor precio promedio a largo plazo para los criadores, mayor inversión de los criadores (cuando lleguen a creer que esto será inmutable) y por ende mejor porcentaje de extracción global del rodeo. Si en vez de extraer 20 pc subiéramos a 30 pc, habría cada año cerca de 1 millón más de animales a faena y allí coincidirían los intereses de productores, industria, trabajadores y país entero.

Otra discusión que aparece en este estudio es la referida a la protección diferencial que el país comprador pueda dar a sus importaciones. ¿Qué pasa si un país quiere usar dineros de sus impuestos (o si no obligar a su población a pagar más por la carne al colocar protección diferencial que es lo mismo) para darnos un regalo por encima del valor de mercado de un producto nuestro (en este caso un animal vivo)? Pues es obvio que nos conviene recibir ese regalo. Ahora bien, los asuntos complejos conviene pensarlos en los extremos ridículos para entenderlos: pensemos que un país destina recursos para subsidiar en US$ 1.000 por cabeza la importación de ganado en pie. Con ese subsidio, es negocio exportarle todo lo que no sea la máquina de producción, pero si hacemos así, la industria no faena nada y se funde, lo que tampoco nos conviene. ¿Cuál es la fórmula que combina capturar lo que nos quieran regalar, más darle piso a los precios al criador y mejorar sus promedios a largo plazo, más bajarle el riesgo al criador para que invierta más y así suba la tasa de extracción, más asegurar que la industria nunca se quede sin animales para faenar? La respuesta es una sola: una cuota creciente.

El interés de todas las partes se defiende no con el procedimiento berreta de esconder permisos de exportación (lo que hace un daño incalculable al sistema porque liquida la credibilidad), sino fijando una cuota conocida, por ejemplo 300.000 cabezas mientras la faena anual sea menor a 2.200.000 cabezas. La cuota deberá subir hasta 350.000 cabezas cuando la faena llegue a 2.500.000 cabezas y así siguiendo.

Hay que tener en claro el objetivo común de todos los participantes de la ganadería del país en el largo plazo: que suba el porcentaje de extracción. Esto no se logrará atacando a la exportación de ganado en pie sino todo lo contrario: facilitándola todo lo posible pero con un techo anual para defensa de la industria.

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