Las antiguas instalaciones de la Compañía del Gas están en ruinas
Miguel Arregui

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El clavo histórico del gas por cañería en Montevideo

Petrobras, un ángel caído, pretende volverse rentable y pagar deudas. Operar en Uruguay es más un obstáculo que una oportunidad
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16 de mayo de 2019 a las 17:30

La compañía brasileña Petrobras, un gigante que se repliega sobre sí mismo, quiere dejar todos sus negocios en Uruguay. Eso significa devolver al Estado la concesión para distribuir gas por cañería en Montevideo y otros departamentos, y vender su extensa red nacional de gasolineras. 

La empresa propone reducir inicialmente 37 puestos de trabajo, lo que representa casi la cuarta parte de su plantilla de 160 personas (en 2017 eran más de 200).

Como represalia, el sindicato de Ancap propone cortar el suministro de combustibles a las estaciones de servicio Petrobras. Pero si eso ocurre, los distribuidores dicen que boicotearán la distribución de combustibles a los otros sellos: Ancap y Axion, lo que generalizaría y agravaría un conflicto que es cada vez más ruidoso.

La frenética cabalgata brasileña

Petrobras es una empresa semi pública: poco más del 60% de sus acciones están en manos del Estado brasileño, y el resto es de propiedad privada. Se expandió mucho en su país y en el mundo en los últimos 15 años en base a petróleo, gas, fertilizantes, químicos y biocombustibles, perdió enormes cantidades de dinero, y ahora está en proceso de racionalización y reducción (“desinversión”), para recuperar rentabilidad y reducir deudas, que son su talón de Aquiles.

El plan de desinversiones 2015-2019 suma cerca de 100 mil millones de dólares. La gran compañía brasileña, que fue la sexta refinadora de petróleo del mundo —por encima de Pemex y Pdvsa— y aspiró a ser la tercera, ahora es un ángel caído. 

Durante la presidencia de Pedro Parente, entre 2016 y 2018, Petrobras comenzó a abandonar todos sus activos de distribución de combustibles en América del Sur. Vendió sus estaciones y depósitos en Paraguay, Argentina y Chile, y ahora ofrece los de Colombia y Uruguay. 

También puso en venta ocho de las 14 refinerías de petróleo que posee en Brasil. Hace dos semanas concluyó la venta por 467 millones de dólares de una refinería que tenía en Pasadena, Texas, Estados Unidos, que había comprado en 2006, a un precio absurdo, por encima del mercado. Además posee una gran refinería en Japón.

Incursión en Uruguay

A fines de 2005 Petrobras compró a Gaz de France la firma Gaseba, que distribuye gas por cañería a más de 40.000 clientes en Montevideo. En julio de 2007 le cambió el nombre por Montevideo Gas, y procedió al reponer unos 350 kilómetros de cañerías de hierro por tubos de polietileno. 

Petrobras también tiene el 55% del paquete accionario de Conecta (el resto pertenece a Ancap), a la que ingresó en diciembre de 2004, y que suministra gas natural a menos de 4.000 clientes residenciales y a empresas en Paysandú, Colonia del Sacramento, Nueva Helvecia, Juan Lacaze, San José, Barros Blancos, Ciudad de la Costa, Canelones, Pando, La Paz y Las Piedras.

Petrobras paga al Estado un porcentaje o canon por sus ventas de gas. Pero solo el 3,8% de los hogares uruguayos se abastece de gas por cañería. La gran mayoría utiliza gas licuado de petróleo (GLP) en garrafa de 13 kilos, para cocinar y, en menor medida, para calefacción.

También en 2006, durante el gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva y en medio de un enorme auge de las materias primas, Petrobras compró las estaciones de servicio de Shell en Uruguay. Asimismo ofrece combustible para aviones jet, una variedad de queroseno más refinado, a las compañías aéreas que operan en el aeropuerto de Carrasco.

Por entonces Petrobras se expandía por toda América Latina. En diciembre de 2005 adquirió 170 gasolineras y otros negocios de Shell en Colombia y Paraguay. Para introducirse en los tres países, Petrobras pagó 140 millones de dólares. Y en agosto de 2008 compró a Exxon Mobil Corp los activos de distribución de combustible de Esso Chile Petrolera, por 400 millones de dólares. 

Para no quedar atrás en la competencia, en 2007 la petrolera Ancap compró las 90 estaciones de Texaco en Uruguay, por las que pagó 22,5 millones de dólares. De todos modos, las 88 estaciones Petrobras sólo pueden vender combustibles producidos por Ancap, que mantiene el monopolio absoluto en el mercado local.

El negocio del gas

El gas natural que inicialmente distribuyeron Montevideo Gas y Conecta provenía de Argentina, mediante dos vías: el Gasoducto del Litoral, construido por Ancap entre 1998 y 2000, que atraviesa el puente internacional General San Martín y provee gas a los hogares e industrias de Paysandú; y el Gasoducto Cruz del Sur, inaugurado a fines de 2002 por una empresa multinacional, que parte de punta Lara, cruza bajo el agua el Río de la Plata y llega a Santa Ana, Colonia, y luego —por vía subterránea— alcanzar Montevideo, Ciudad de la Costa y zonas aledañas. 

El primer obstáculo del negocio es la baja densidad de hogares en Montevideo, salvo en zonas como el Centro y Pocitos, lo que encarece la distribución.

Pero el gran golpe para Petrobras fue el aumento de tarifas —que se multiplicaron por diez— y el corte intermitente del suministro argentino a partir de 2008, debido a la baja producción y la crisis energética en la era de Cristina Fernández. Los argentinos también dejaron sin gas a Chile, en medio de un gran escándalo.

El segundo gran golpe fue el fracaso de la planta regasificadora que se construía en puntas de Sayago, al suroeste de Montevideo, y que debía operar a partir de 2013. Proveería al país de grandes cantidades de gas natural, más barato, y suplantaría al gas licuado de petróleo (GLP, o supergás) que se usa en garrafas, y la utilización por la industria de leña, electricidad y fuel-oil.

Las tarifas de Montevideo Gas y Conecta son relativamente caras, salvo para hogares y empresas de alto consumo. La compañía perdió miles de clientes y dejó de ser rentable. Según el diario brasileño O Globo, las pérdidas en Uruguay suman más de 116 millones de dólares.

Además en los últimos años, para subsanar su propia crisis, Ancap redujo el margen de las estaciones de servicio, lo que afecta a la cadena Petrobras.

A mediados de 2018 el presidente de la filial uruguaya de Petrobras, José Augusto Carrinho, advirtió que Montevideo Gas y Conecta necesitaban congelar salarios y eliminar puestos de trabajo. Esas empresas ya habían iniciado en 2017 un pleito al gobierno uruguayo ante tribunales internacionales para reclamar 80 millones de dólares por el cambio en las condiciones del mercado. Se zanjó con un fallo salomónico. Uruguay ganó la demanda por incumplimiento de contrato, así como la de compensación económica, pero está obligado a renegociar de buena fe ciertos reajustes en las condiciones.

En los últimos meses la discordia se aceleró. La compañía brasileña envió personal al seguro de paro, enfrentó un duro conflicto sindical, y luego anunció que dejaría de operar en el país. “La escala que tenemos en Uruguay no nos interesa”, dijo el nuevo presidente de Petrobras, el economista Roberto Castello Branco.

El sindicato de trabajadores del gas amenazó con la toma de la compañía y su operación bajo “control obrero”. El 23 de abril un juez negó que pudieran hacerlo, y además les prohibió obstaculizar el paso de los empleados que desearan ingresar a cumplir tareas. De todos modos, dos días después los sindicalistas ocuparon las instalaciones de Montevideo Gas en plaza Independencia y en la avenida General Flores casi Batlle y Ordóñez. Se retiraron luego de horas de negociaciones con la Policía. 

Tres empleados de Montevideo Gas iniciaron una huelga de hambre, mientras la empresa confirmó el despido de siete de la veintena de empleados que está en seguro de paro. Y ahora informó que sancionará a quienes participaron en la ocupación de fines de abril.

Petrobras en el mundo

La petrolera estatal brasileña fue fundada en 1953, durante la última Presidencia de Getúlio Vargas, en medio de una gran exaltación nacionalista. Mantuvo el monopolio de la producción y distribución hasta 1999, cuando —por decisión del gobierno de Fernando Henrique Cardoso— debió comenzar a competir con otros sellos, que también refinan petróleo e importan combustible.

 Petrobras se fortaleció enormemente con el auge de los precios del petróleo, que coincidió con los gobiernos izquierdistas de Luiz Inácio Lula Da Silva, entre 2003 y 2010, y el primero de Dilma Rousseff, entre 2011 y 2014.

Además, a partir de 2007, se hallaron enormes depósitos de petróleo en el mar territorial brasileño, aunque a grandes profundidades (presal).

Pero luego el precio del petróleo se hundió. Las intromisiones del gobierno hicieron que Petrobras no fijara precios según sus costos, sino por variables políticas que al fin la desfinanciaron. Y a partir de 2014 la “operación Lava Jato” puso al descubierto el desvío de unos 13 mil millones de dólares de Petrobras hacia políticos y empresarios, mediante una trama de sobreprecios de sus proveedores y constructores. 

La antigua empresa esplendorosa, que se llevaba le mundo por delante, quedó desnuda como ejemplo de mala gestión, y gravemente endeudada. 

En 2014 la compañía perdió cerca de 6.000 millones de dólares, y en 2015 las pérdidas llegaron a 9.660 millones de dólares. En 2016 era la petrolera más endeudada del mundo, con un pasivo de 124.000 millones de dólares. El agujero siguió siendo enorme en los años siguientes, aunque ahora la compañía está cerca del equilibrio.

Sus acciones de desplomaron en las bolsas internacionales, lo que significó grandes pérdidas para millones de inversores, grandes y pequeños, que incluso le iniciaron juicios por estafa.

Montevideo Gas Company

La distribución de gas por cañería raras veces fue negocio en Uruguay en más de un siglo y medio.

El servicio de provisión de gas por cañería, que se usó para la iluminación de la Ciudad Vieja montevideana antes que la electricidad, fue creado a partir de 1852 por los hermanos Isola.

En 1862 la concesión pasó a manos de Irineu Evangelista da Souza, el legendario barón de Mauá, quien inauguró junto a otros socios la Compañía del Gas y un dique para arreglar barcos en la rambla del barrio Sur de Montevideo, en un extremo de la calle Florida. 

En 1872, metido en graves problemas financieros, Mauá vendió sus acciones de la planta de gas y del dique a capitales británicos. Montevideo Gas Company and Dry Docks Ltd expandió la provisión de gas por la ciudad, para iluminación y cocción de alimentos, y la mantuvo durante un siglo, hasta 1974. Entonces, cuando se propuso cesar sus actividades, fue expropiada por el Estado uruguayo. 

En 1977 la Compañía del Gas inauguró una nueva planta de producción, capaz de extraer gas de la nafta liviana, lo que permitió abandonar el coque y las viejas instalaciones —ahora en ruinas, salvo el dique; el año pasado se frustró un proyecto de traspaso a la naviera Buquebus.

En 1994, durante el gobierno de Luis A. Lacalle, el servicio fue concedido a Gaseba (Gaz de France y otros accionistas), que se pasó al gas natural. Gaseba perdió mucho dinero hasta que sacó el clavo de encima al pasárselo a Petrobras en diciembre de 2005.

Clima de negocios poco propicio

El sindicalismo pretende que el Estado uruguayo tome el control de la compañía, lo que aseguraría los puestos de trabajo. De hecho en 2011, cuando la Presidencia de Raúl F. Sendic, la petrolera estatal uruguaya negoció la compra de la mayoría de las acciones de Montevideo Gas, ya en quiebra técnica, pero al final desistió. Por entonces se partía de la base de que se contaría con grandes cantidades de gas natural gracias a la nueva planta regasificadora. 

El conflicto en Montevideo Gas, que parece un asunto central para los sindicatos, casi no existe en Brasil, donde la prensa lo menciona rara vez. Sin embargo el 28 de marzo el diario Valor, especializado en negocios y economía, señaló que el plan sindical de “control obrero” “es ilegal y configura una amenaza al ambiente de negocios y a la seguridad jurídica para inversiones en Uruguay”.

El clima para los negocios en América Latina cayó en abril pasado a su menor nivel en los últimos nueve meses, según informó el centro brasileño de estudios económicos Fundación Getulio Vargas (FGV). Uruguay está entre los peores países para hacer negocios, según ese ranking, junto a Argentina y Venezuela. Una de las razones es la falta de competitividad internacional debido a los altos costos internos, y el riesgo de las ocupaciones.

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