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Gerardo Sotelo cambia de piel: las mil y una metamorfosis

El periodista se pasa al bando político después de cuatro décadas de trabajar en los medios
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02 de julio de 2019 a las 05:00

Gerardo Sotelo ya no es Gerardo Sotelo. El periodista crítico y desfachatado que decía lo que se le antojaba en Informativo Carve ahora mide sus palabras. Está incómodo y se nota. Ni en la trinchera de Twitter @Cybertario está combatiente: solo retuitea.

Desde hace tres semanas, mide también qué pregunta y cómo. Cuando tuvo delante al expresidiente y entonces precandidato colorado Julio María Sanguinetti en el programa La tarde en casa de canal 10 se sintió, por primera vez en 38 años, en un lugar que no quería estar. Cuando terminó, el experimentado líder político le hizo una guiñada.

–Dentro de poco lo tenemos a usted en la cancha, dicen las malas lenguas. Antes me lo preguntaba usted a mí, ahora me divierto yo. 

–Me parece muy bien, es una buena venganza.

El maquillaje no dejó ver que a Sotelo le hervían los cachetes, pero se rio. Lo mismo sintió cuando tuvo que hacerle preguntas a Juan Sartori, a Ernesto Talvi, a Guido Manini Ríos y al resto de los precandidatos y políticos que pasaron por su programa de televisión. Siente nervios: sabe que se está convirtiendo en uno de ellos.

“Es una tortura”, admite Sotelo (61) en entrevista con El Observador días antes de cruzar la frontera. Desde que oficializó su adhesión al Partido Independiente, hace tres semanas, está matando de a poco al rol en el que se desenvuelve desde hace casi cuatro décadas. Él lo exagera y dice que no es ni siquiera un divorcio, que es casi un femicidio, que es irse de un lugar donde está a gusto y que eso le duele. Pero que está convencido, que lo pensó durante meses: este 1 de julio deja de caminar por la cornisa y se tira al precipicio para ser Gerardo Sotelo, político.

Su pase llegó después de largas conversaciones con el líder del Partido Independiente Pablo Mieres, quien además es su amigo. 

La primera vez que se cruzaron fue en cuarto de liceo, cuando estudiaban juntos en el colegio Los Vascos. Eran adolescentes y en ese entonces compartían también la militancia religiosa. 

Mieres se acuerda de que en 1982 había ido a Cabo Polonio con su novia (ahora esposa) y una barra de amigos de la parroquia Los Vascos, y después de llegar caminando largo rato por Vialidad –cuando todavía no existían los camiones para entrar– vio que en la playa estaba Sotelo con otros amigos jugando al fútbol. 

O que 12 años después, en 1994, compró un terreno en Malvín Norte. Coincidió con que al lado vivía la madre de Sotelo, y eso llevó a que los hijos mayores del político y del periodista se hicieran amigos.

Usa esas anécdotas para ilustrar una amistad inconstante pero duradera y con varios encuentros a lo largo del tiempo.

Ahora volvieron a encontrarse. Sotelo asegura que nunca se le pasó por la cabeza convertirse en político pero que alguien, que no fue él, vio que estaba “creciendo una planta”. Mieres lo cuenta de otra manera: dice que en realidad el tema empezó a gestarse hace al menos dos años, y que fue tomando forma después de varios encuentros entre ellos dos y un amigo que tienen en común, “Carlitos” Muñoz

Y Muñoz reconstruye el diálogo de cómo fue que vio crecer la planta de la que habla Sotelo.

–Che, Gerardo, ¿no te parece que es el momento de que hagas política?
–¿Te parece?

Como lo conoce desde que tienen 12 años y sabía que le iba a responder con la misma sorpresa con la que le respondió cuando Muñoz, que es director de teatro, le propuso hacer stand up –y que después lo terminó haciendo con la obra Algo habrán hecho junto con Sergio Gorzy y Washington Abdala–, fue a buscar a Mieres.

–Pablo, ¿qué te parece Gerardo en política?
–Me encanta. Pero, ¿agarrará?
–Bueno, yo ya se lo planteé.

Después de dos años de idas y vueltas, Sotelo aceptó.  

¿Qué es lo que tiene que pasar para que un periodista decida cambiar de trinchera? “Es un momento extremadamente complicado porque de verdad que se puede terminar, como dicen los ingleses, tirando el bebé con el agua y la tina”, responde Sotelo. Ve que la política tradicional se está quedando atrás, que las nuevas figuras que aparecen y los nuevos modismos plasman un panorama desalentador.

Su percepción es que pasará de tener un rol que está entre los más respetados –el de periodista– al que la gente asocia con lo peor –el político–. Pero los conoce a todos, de todos los partidos, los tuvo en sus programas de radio y TV, escribió sobre ellos una y otra vez. “Y tengo en altísimo concepto al sistema de partidos y a los políticos uruguayos. De modo que yo no me siento un outsider. Y no quiero ocupar ese lugar”, agrega él.

Mieres cree que lo que va a aportar al Partido Independiente está vinculado con esos conceptos que quienes lo conocen los usan como inherentes al nombre Gerardo Sotelo: “valores democráticos” y “libertad”. Y Muñoz agrega: “Buen humor, frescura, carisma”. 

Ahora que en la política son aliados, Sotelo periodista pidió esta vez no entrevistar a Mieres para el ciclo con los precandidatos que hizo La tarde en casa.

 

La vida en zigzag

La primera vez que Sotelo pisó una iglesia fue para ir al casamiento de su tío Carlos. Tenía 10 años y en ese momento le pareció un lugar misterioso. Se fue metiendo y, aunque en su casa no se hablaba de Dios, la adolescencia la pasó en la parroquia del Cordón, donde tuvo responsabilidades en la pastoral juvenil. 

Llegó rápido y se fue de a poco. Después de los 30 años ya estaba fuera del dogma porque se encontró con que, en palabras de él, “la vida es más compleja”. Igual recalca algunas cosas con las que se quedó: el sentido de lo trascendente, el amor al prójimo, la sensibilidad con los más humildes y el concepto de la libertad.
 
Con la militancia política pasó algo parecido. Recuerda que estuvo con su familia en el acto de 1971 en la explanada de la Intendencia de Montevideo. Se afilió al Partido Socialista y escribió para el semanario La Alternativa. Después, también se alejó. Nunca llegó a desafiliarse pero ya para el año 1991 estaba por fuera de la actividad política y se empezaba a meter de lleno en el periodismo. Votó al Frente Amplio hasta 1994, votó al Nuevo Espacio, y después se convirtió en votante del Partido Independiente. Y fue profundizando en la crítica, hasta decir que el Che Guevara era “un criminal con todas las letras” –como lo dijo en Ecos– o que "el gobierno de Mujica fue una catástrofe para el país, salvo por la agenda social" –como quedó plasmado en una entrevista con Montevideo portal–, o que hablar de comunismo y de fascismo es una redundancia.

***

Y un día alguien lo apadrinó en la masonería.

Su nombre se repitió en las más de 90 logias que hay en el país y nadie tuvo reparos. Se inició en la logia Vitoria, donde fue aprendiz, fue compañero, y después alcanzó el grado de maestro masón. En 2017 y en 2018 fue venerable maestro, un rol al que se llega por votación y que implica liderar los rituales en el taller. Como periodista, recibió el premio Libertad de expresión del pensamiento que da la Gran Logia de la Masonería del Uruguay y también lideró el evento como maestro de ceremonia.

Pero Sotelo es más bien discreto. Entre la timidez que dice tener pero que no demuestra, entre cosas que prefiere no contar y como típico masón, de esto casi no ha hablado. Con Muñoz, poco. Nunca lo habló con Mieres y nunca lo habló con Raúl Ponce de León, el periodista que se jacta de ser el matrimonio que más le duró.

¿Por qué? Lo dice como un guiño. 

Primero, porque Sotelo estuvo casado con una mujer con quien tuvo tres hijos, estuvo en pareja con la periodista Carolina García con quien tuvo otro hijo, volvió a casarse con María Noel Domínguez, también periodista, y tuvo dos hijos más. 

Segundo, porque Ponce de León y Sotelo fueron la dupla radial de Informativo Sarandí por 14 años. 

“Estábamos hartos, pero yo lo extraño”, dice ahora Ponce de León, medio en broma, medio en serio. 

Trabajaron tantos años juntos que ninguno de los dos pueden ocultarse las mañas. Sotelo, por ejemplo, tiene un carácter que hasta él reconoce que le ha traído algunos problemas. “Hay cosas que me ponen radical: no puedo convivir con el ‘nosocomio’, con los ‘kilómetros en la hora’... Me pone de pésimo humor que los periodistas usemos un lenguaje artificial para demostrar que estamos por encima del común de la gente. Me pone muy mal, ¡mirá cómo me pone!”, dice abriendo los ojos y levantando su –ya de por sí fuerte y profundo– tono de voz. Y parafrasea al poeta León Felipe: “Quitarle la rima, dame la poesía”. 

“Es calentón, pero se le pasa rápido”, minimiza Mieres.

“Tiene un poco de tano y es taurino, ¿qué querés?”, justifica Muñoz.

Ponce de León dice también que Sotelo es despreocupado, que no le va “eso de sudar la camiseta” y que “el pequeño trabajo burocrático” de la radio siempre terminaba recayendo en él. 

Pero destaca su bagaje cultural, que tiene sentido del humor, que sus columnas le valieron halagos del expresidente Jorge Batlle y hasta tiene talento para nunca quedar en blanco.

“Compartíamos esa versatilidad para encarar un tema. Porque ya lo sabés, lo tenés en la cabeza. No hay libreto. A mí me gusta mucho improvisar. Él es así. Nunca va a quedar pegado”, agrega.
 
Lo que sí, algo despistado. Ponce de León lo ilustra con una anécdota: “Una vez se había ido de Sarandí, y a los meses hablé con la dirección para que volviera, pero pedí por favor que le sacaran la computadora del aire. Se distraía. Le compré al final un teclado de silicona para que al menos no hiciera ruido”. 

Sotelo pasó por al menos seis radios –hasta fue locutor del Sodre–, pasó por Canal 4 y Canal 10, Canal 20, escribió en semanarios, en revistas, en La República, escribió columnas y libros y sigue escribiendo en El País. Fue la cara del programa Caleidoscopio junto con María Inés Obaldía, hizo Debate Abierto después y realizó incontables entrevistas. Pero cuando se le pregunta qué fue lo que más orgullo le dio, contesta: “Creo que Las cartas contra el pecho me quedó bien escrito. No me puedo hacer cargo de cosas que he dicho o hecho en TV porque son cosas más fugaces”. Y se ríe. Se acuerda del programa de Debate abierto de 2005 en el que trató el origen de las malas palabras, que casi le cuesta su carrera televisiva.

La versatilidad que lo llevó a trabajar en todo tipo de formatos, a ser presidente de Central Español y a hacer stand up y humor. También lo llevó a seguir por la línea de la cornisa. Al tiempo que era periodista, trabajaba como media trainer y aconsejaba cómo enfrentarse a los medios a los mismos políticos que después entrevistaba. Un ejemplo: Juan Sartori, el entonces precandidato blanco que apareció de un día para otro y que también le ofreció sumarse a su equipo político.

También caminó por la cornisa cuando, siendo periodista, fue orador del movimiento de oposición Un Solo Uruguay en enero de 2019, algo que algunos lo vieron como una osadía.

Uno de los que se sorprendió fue el escritor Roy Berocay, que lo conoce de la época en que escribían juntos en semanario de izquierda Aquí, afín al Partido Demócrata Cristiano. 

Con Berocay llegaron a tener una banda en la que Sotelo tocaba el bajo y que duró un par de ensayos. Era un momento en que compartían el buen humor, las bromas y el sarcasmo.

Después, a él también lo entrevistó, se rieron, se tentaron.

 

Lo que seguirá siendo y no será… y será

 

Hasta la semana previa a las internas, Sotelo se levantaba todos los días a las cinco de la mañana. Iba de El Bosque, en Ciudad de la Costa, hasta radio Carve, hacía el informativo hasta las 9. Terminaba y subía las escaleras y una vez por semana se iba hasta una oficina al final del pasillo, una que usaba Neber Araújo en la época de Nuevo Tiempo –“Tengo miedo de que un día me venga algo y me encuentren cuando el olor ya sea insoportable”–. Ponía Spotify, buscaba una playlist que le gustara –últimamente está embalado con el work jazz–, y escribía allí la columna para El País.

Al mediodía participaba de una tertulia con amigos en el bar Sportman. ¿Todos los días? “Momentito..” –con la mano hace el gesto de “pare”– “¡Todos los días! Es gente muy celosa. Si no vas tenés que explicar por qué”.

Después, a Canal 10. Terminada La tarde en casa y, si no iba a caminar por la rambla, se volvía a Ciudad de la Costa.

A partir de ahí, lo que él llama “las cosas verdaderamente importantes”: cocinar, hacer mandados, estar con sus hijos. Escuchar música, tocar la guitarra. Y perderse en cada uno de los hipervínculos que le va ofreciendo internet.

Pero todo eso cambió drásticamente. 

El jueves 27 se fue a filmar un spot para la campaña electoral. Habló a cámara y, cuando terminó, comentó a los realizadores: “Si ven que el encuadre está torcido, no se preocupen, es mi nariz”.

Ya cambió de piel. Pasan las elecciones internas y es Sotelo, el político. Se imagina cómo se materializará todo eso que fue gestando. 

Y de qué va a vivir. Va a seguir trabajando desde otro rol en Carve, va a escribir, pero se juega las fichas a ser el segundo senador del Partido Independiente. Ya se proyecta por los pasillos del Palacio Legislativo y hasta debatiendo en el plenario de la cámara. 

¿Y quedan atrás los 38 años de medios? Carraspea y, como ese zigzag que le fue marcando el paso, responde con su voz fuerte y clara:

–No. Yo voy a seguir siendo periodista.

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