Gracias al fútbol

Y Uruguay es excepcional por donde se lo mire. En la realidad, la situación del paisito es tan frágil y depende tanto de sus vecinos gigantes que un “desperfecto” en Argentina deja a medio Uruguay sin luz. Es una situación incómoda, si tenemos en cuenta que Argentina es un país bastante menos que perfecto. De hecho –con todo respeto– bien podría llamarse República Desperfecta Argentina y nosotros Pequeña República Oriental del Uruguay.

Con Brasil sucede algo similar, pero la situación cambia cuando se enfrentan sobre un rectángulo de césped, hasta el extremo de que jugamos una final del mundo en la casa de ellos y ganamos nosotros.

Hubo un tiempo en el que pareció que el mundo de la realidad y el del fútbol se ponían en sintonía y que el chico era chico y el grande era grande, pero fue un susto, nomás. Hoy las cosas volvieron a su lugar histórico en ese reality show que es el fútbol desde hace un siglo: Uruguay es un grande y se acabó el partido.

En materia de Copa América, además, eso siempre fue así. Uruguay levantó la copa en 1983 y 1987, cuando en los mundiales no le ganábamos a nadie. Y la cuenta de 15 copas en lo que va del torneo es muy elocuente.

Por eso es que la sensación en el continente es que Uruguay es uno de los favoritos. Siempre. Uno de los escenarios más probables es que Uruguay salga campeón. Si además gana 4 a 0 en el debut, como sucedió ante Ecuador, más claro todavía. Por eso el diario deportivo argentino Olé tituló: “Candidatazo, bo”.

Lo que es bastante nuevo, sin embargo, es que ahora todo parece más razonable. Si antes había que apelar a la mística y al carácter individual y colectivo que había mostrado Uruguay a lo largo de su historia, ahora los argumentos son más contundentes: Uruguay es favorito porque juega mejor. Porque tiene mejores jugadores. Porque despliega un orden táctico más inteligente.

Es lo que dio a entender el técnico de Ecuador, Bolillo Gómez, cuando dijo que Uruguay era “un cuadro europeo”. Y además, por si hace falta, la convicción histórica sigue intacta, la sangre de campeones, la unión por la causa. Ese je ne sais quoi que hace que parezca que tienen más ganas de ganar que el rival.

Yo sé de sobra que “los partidos se juegan en la cancha” y que “a favorito lo dejaron afuera” y que, en vez de bocinar, “jugá callado” pero la verdad es que la única selección que tiene más responsabilidad que Uruguay esta vez es Brasil, que organizó la copa cuatro veces y las ganó todas.

Creo, además, que es un placer asumir esa responsabilidad. Ir de banca, como en el 28, como en el 30, como en el 54 o como en el 70, cuando las cuatro potencias mundiales –Brasil, Italia, Alemania y Uruguay– llegaron a semifinales. O como en cada Copa América, desde 1917, cuando Uruguay defendió con éxito su título de campeón. 

El número clave, el número que está en la mente del hincha de Uruguay y en el imaginario de los seguidores el fútbol en el mundo, es el 16, porque en las últimas dos copas nos fue muy mal y ya es hora de festejar otra vez. Ya es hora.