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Grossmüller: “Nunca disfruté de lo que tuve”

El volante de Danubio habló de su club, de su vida y admitió que pensó que llegaba el fin de su carrera cuando padeció la hernia de disco en Peñarol con solo 30 años
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15 de diciembre de 2018 a las 05:03

Está feliz. Hace pocos días, Carlos Grossmüller salvó el ciclo básico que le había quedado del liceo y hace el curso de técnico mientras sigue desparramando magia en Danubio.

En la escuela fue abanderado, pero en el liceo todo lo contrario. ¿Qué pasó?

En la escuela me fue muy bien, siempre con buenas notas. Me tocó ser abanderado de la uruguaya y después en el liceo, el primer año me quedé con cuatro bajas, en segundo me llevé dos materias a tercero y allí dejé porque me di cuenta que no era lo mío. Me fue mal.

Acaba de terminar el ciclo básico y su hija Luna estaba casi a su altura en el liceo.

Todo empezó cuando quise hacer el curso de técnico y me exigían el ciclo básico. En paralelo empecé a hacer las dos cosas. Me acabo de recibir hace menos de una semana. Pasé de no hacer nada o de entrenar en la mañana, a entrenar, liceo de tarde y de noche curso. Fue complicado.

¿Se sentía incómodo o mal por el hecho de agarrar los libros a los 35 años?

Mal, no. Era una cosa necesaria. Muchas veces me sentí que no entendía muchas cosas porque hacía 20 años que no agarraba un libro. Mi señora lo hizo conmigo y nos fuimos ayudando. Por suerte salvamos los dos, aunque ella con mejor nota.

Está bueno que sus hijos vean que quiere progresar.

El chico no se da cuenta, pero la grande seguramente sí. Quieras o no, estás haciendo algo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo. Ella ve que queremos progresar y eso está bueno. 

El fútbol lo atrapó y Danubio lo acogió. Fossati lo subió en 2000 con Moas y el Polillita Da Silva que eran sus ídolos.

Sí, entrenaba con ellos, pero no debuté hasta 2002 contra Peñarol cuando ya éramos campeones del Clausura. El Polillita había sido mi ídolo y yo le tenía un respeto en las prácticas y en el vestuario, de no hablarle. Yo soy muy tímido. Y lo miraba todo: desde cómo se cambiaba hasta cómo entrenaba. Soy muy respetuoso, imaginate con un tipo así. Con Eber igual. Para mí, mirarlo, hasta me parecía más grande de altura. Lo miraba con un respeto impresionante.

Cuando Danubio fue por primera vez campeón uruguayo en 1988 usted tenía cinco años. ¿Se acuerda de algo?

Sí, tengo algunos flashes. Me acuerdo de algunos partidos puntuales que fui. En el encuentro con Peñarol que ganamos 4-1 se armó lío. Afuera empezaron a tirar piedras y yo estaba con mis padres y mi hermano. Nosotros dos éramos muy chicos y teníamos la camiseta de Danubio puesta y nos la tuvieron que sacar. Incluso nos subimos al ómnibus y nos tiraron debajo de los asientos porque le tiraban piedras también. Después nos enteramos que lastimaron al padre de Zeoli.

¿Le pedía a los Reyes algo especial?

A mi hermano le gustaba atajar y le regalaron la camiseta de Zeoli que no sé cómo hicieron los Reyes para conseguirla. A mí me dejaron la “9” del Polillita. Y de ahí iba con ella para todos lados.

Con Matosas llegó el primer título importante al ganar el Uruguayo en 2006-07. Tenían un cuadrazo. Estaban Conde, Jadson, Cavani, Salgueiro, Nacho González, Gargano, Ricard, Ribaír…

Ahí ganamos el Apertura y Clausura, era un equipo impresionante. Teníamos un equipazo. Lo ganamos muy bien, venciendo ante Nacional, Peñarol y Defensor.

Más allá de ese equipazo, ¿había un jugador que sobresalía?

El Nacho (González), fue el mejor de nosotros. Uno porque mira desde su puesto para arriba, pero en aquel Danubio, el que era el soporte fue Jadson Viera quien tuvo un nivel impresionante en defensa.

¿Cómo es la historia de su abuelo?

El padre de mi mamá era alemán, vino como cocinero del Graf Spee y luego de lo que ocurrió con el barco, se fue a vivir a Maldonado. Yo no lo conocí.

¿Nunca le preguntó nada a su madre de esta historia tremenda?

Sí, lo hablamos, pero la verdad, no le pregunté mucho. Por lo que pude averiguar, era un hombre de pocas palabras.

Porque en realidad, le dio el apellido Grossmüller que usted se llevó a Alemania.

Sí, claro. Mi madre se llamaba como yo que estábamos mal inscriptos, y mi hermano tenía bien el apellido.

¿Cómo lleva el curso de técnico?

Lo llevo muy bien. Ya estoy en la licencia B, nos queda este mes hasta el 20. En febrero paso a la licencia A y me queda todo el año que viene para ser entrenador. Siempre me gustó.

¿Cómo define a Danubio en su vida?

No quiero quedar como un vende humo, pero la vida de nosotros, de mi hermano y mía, desde chiquitos, siempre fue Danubio. Los dos somos hinchas, mis padres también, algo raro. Desde chicos mamamos Danubio. Hice todas las inferiores y hasta el día de hoy, es como mi vida.

El hecho de ser campeón uruguayo con Danubio, debe haber sido muy especial para usted.

Fue muy especial. Ya cuando ganamos el Clasificatorio de 2004 fue un sueño. Primero tenía el sueño de debutar y después salir campeón. Después, salir campeón uruguayo, que es muy difícil –Danubio tiene cuatro– es algo que va a quedar para toda la vida en la historia del club. Es algo soñado para mí.

Ver la felicidad de sus padres que son hinchas de Danubio, ¿qué le despertó?

Fue algo impresionante. Mi viejo era una persona mayor y falleció el año pasado. Cuando ganamos el Apertura, él ya no iba a la cancha. A los dos o tres días hicimos la comida de despedida de fin de año y de ahí nos fuimos todos los jugadores del plantel para la casa de mi viejo. Y él invitó a todos los amigos. Me acuerdo clarito que cuando se fue a acostar me dijo: “Yo ya estoy”, porque los jugadores que habían ganado el título dos días antes, habían estado con él jugando al truco y comiendo asado. Fue algo que me quedó.

Pasó malas también allí. Fue difícil cuando Leo Ramos lo mandó a entrenar con los juveniles.

En Danubio pasé muchísimas cosas. Tengo la suerte de seguir teniendo el sentimiento cuando pasaron un montón de cosas. Me tocó pasar por todas las etapas allí: desde no jugar en juveniles, de jugar y ser conocido en juveniles, debutar en Primera, ser campeón, que me vendieran y dejarle plata al club, volver cuando estaba en Alemania cobrando muchísimo dinero y dejar plata de mi bolsillo para ese regreso, que no me quieran, porque cuando agarró Ramos me dijo que no estaba en sus planes y no dije nada, callado me fui a entrenar seis meses en Tercera entrenando solo, sintiéndome mal y aislado totalmente, a volver después y ser figura y luego, empezar un torneo nuevo como este año que tampoco me querían, no me iban a tener en los planes y en base a esfuerzo se dio un año espectacular porque se dio lo que planificamos que fue entrar a una Copa Libertadores después de muchos años y a base de esfuerzo y terminé jugando, siendo importante en el equipo. Entonces te puedo decir que pasé por todas las etapas y el amor sigue intacto. Y en los momentos difíciles que me tocó vivir en el club, seguían intactos. No es que alguna vez me enojé. Sabía que eran personas y tomaban decisiones, que a veces le erran y otras aciertan. No era el club. El club está por arriba de todo.

Jugó con cracks como Özil, Rakitic, Cuadrado, Zalayeta, Recoba, Pacheco. ¿Cuál fue el mejor?

Mejores, hay unos cuántos. Yo me entendía de memoria con el Pollo Olivera, que nos criamos juntos y Juan Salgueiro que jugamos desde chico. A nivel de verme sorprendido con compañeros hay cuatro: Recoba, Pacheco, Zalayeta y el Nacho González. Esos cuatro, como entienden el fútbol, son superiores a los demás.

Y en cuanto a rivales, ¿hubo alguno que lo sorprendió?

Me tocó jugar contra un montón de cracks. Me acuerdo cuando Ribery recién llegó a Bayern Múnich, era impresionante lo que jugaba. En Italia, jugar contra Ronaldinho en Milan, lo mirabas y te metía el cuerpo y no le entrabas por ningún lado. Ibrahimovic, que lo ibas a pechar y te movía todo.

¿Alguna vez pidió camisetas?

Sí, y reboté con fenómenos de esa talla. Me acuerdo una anécdota con Cheva (Chevantón). Yo aún no hablaba bien el italiano y le quería pedir la camiseta a Seedorf de Milan. Le dije a Cheva si no se la pedía para mí y cuando miré, ya se la llevaba él para el vestuario (se ríe). Pero tengo un montón de otros como Iniesta, Zé Roberto, Lucho González…

¿Cómo fue pasar de jugar a la Play con Darío Rodríguez a ser titulares?

Schalke nunca había pasado la primera fase en Champions y nos jugábamos la vida con Rosenborg en casa. Si ganábamos, pasábamos a octavos de final. El técnico paró el equipo el día antes y Darío y yo íbamos al banco. Los titulares eran el croata Ivan Rakitic y el serbio Krstajic. Nosotros no concentrábamos y había un concierto de un grupo de la ex Yugoslavia y ellos dos fueron. Como eran conocidos, los hicieron subir al escenario. El técnico vio las fotos y se enojó. Yo había ido a cenar a la casa de Darío y estábamos jugando a la Play y llamó el ayudante técnico y le dijo que jugábamos nosotros dos al otro día. Ganamos 3-1, di dos pases de gol, fui elegido el mejor de la cancha, jugué un partido notable porque estaba con la rabia por la idea de que jugué de prestado. Fue la primera vez que clasificamos a octavos y fue una fiesta espectacular.

Allí con usted jugaron Gustavo Varela, Vicente Sánchez, Darío, pero también Özil, Neuer, Rafinha, Howedes que fue campeón del mundo en Brasil. Un cuadrazo.

Kuranyi, Asamoah, Marcelo Bordon que era el capitán, era un equipazo. Neuer era un fuera de serie, un fenómeno, pero era un equipo joven. Özil, Rakitic, todos eran jóvenes. Los consejos me los daban Darío y Gustavo. Después con el tiempo, todos esos fueron fenómenos. 

¿Cómo recuerda la enorme despedida que le hicieron a Darío?

Notable. La gente lo amaba porque metía como un caballo, los limpiaba, era fuerte, agresivo, mucha personalidad y se ganó a la gente. Y eso que los primeros dos años estuvo pintado, lo querían rajar. Estaba lleno el estadio, tremendo y todos con la camiseta de él porque con la entrada te regalaban una con su cara. Fue muy importante en mi carrera.

Cuando llegó a Peñarol, su mejor momento fue jugando como doble 5 al lado de Novick.

Todo el Apertura lo jugamos así, con nosotros de doble 5 y el Lolo por un lado y Zambrana por otro. Arriba el Zala y el Flaco Olivera. Anduvimos muy bien.

Alguna vez dijo: “En un grande te podés marear”. ¿Se mareó?

No. Porque en realidad estuve poco. No me dio ni el tiempo. En el fútbol uruguayo es Peñarol y Nacional. La prensa te habla de los dos y la selección, de los demás equipos, no se habla nada. Todo lo que hacés en un grande, repercute para bien o para mal. Y en el segundo semestre en Peñarol la pasé mal porque me lesioné, no jugaba. Me encerré en mi casa y no quería salir y hasta en un momento sentía que tenía pánico de salir porque no estaba bien, no quería el contacto con la gente. Si bien habíamos sido campeones del Apertura, al hincha de Peñarol nunca terminó de gustarle mi juego, y cuando ganamos ese torneo me reconocieron un poquito y no me puteaban. Pero después, siempre fui resistido. Imaginate después que no jugaba, esos cuatro meses sin jugar, fueron duros.

Fue un antes y un después para usted.

Sí, me mató. Porque tiene mucha repercusión el equipo grande, y acá en tu país. Yo jugué en un grande afuera, y no lo vivía con presión, no me interesaba. Pero acá es diferente y donde vayas se habla de fútbol y de Peñarol y de Nacional. Y gracias a Dios que ganamos el Uruguayo. Si hubiésemos andado un poquito mal y yo sin jugar, hubiese sido muchísimo peor.

Con 30 años, ¿pensó que era el final de su carrera?

Sí. En Danubio me llamaron para ver si podía hacer una prueba, lo que no me gustó. El único que me abrió las puertas fue Cerro, al que le voy a agradecer de por vida, porque me hicieron contrato luego de que hacía seis meses que no tocaba una pelota. Yo les dije si no andaba, me iba a la semana. Volví y lo hice en buen nivel. Pero sí pensé en dejar el fútbol.

Usted llegó a Peñarol y volvía Tony Pacheco. El día que él regresó, se fracturó. ¿Cómo fueron esos días en el vestuario?

Fue muy fuerte. Yo recién llegado, el Tony volvía, había una ilusión del hincha impresionante. Fue un golpe durísimo. Costó levantarse. Ese partido con Fénix se perdió, el segundo con River fue en el que debuté y empatamos. Nos echaron a dos porque estaba todo ese miedo. Echaron al Zala que levantó un poco la pierna por lo que había pasado que nos había quedado a todos eso en la cabeza de la lesión de Tony.

Carrasco lo llevó a la selección mayor y en su primer partido ante México, le dio el capitanato. ¿Cómo vivió ese momento en el vestuario?

Tenía unos nervios bárbaros. Juan es raro, tiene esas cosas. Era mi primer partido y si bien estaba en un buen nivel, no dejaba de tener 20 años. Había jugadores notables. Cuando dijo eso fue tremendo. No tengo ni una foto de eso, es increíble. Entré con una motivación bárbara y fue uno de los mejores partidos que jugué en mi carrera, me salió todo.

¿Cómo se vivió el fracaso de no ir a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 luego del mal preolímpico de Chile?

Se dio así. Teníamos un buen equipo. El primer equipo ya Chile nos goleó 3-0. Después con Brasil jugamos bien pero empatamos. Fue duro. Luego del primer partido, hicimos una charla entre todos. Estábamos convencidos de que íbamos a clasificar, pero se dio como cuando te pegan una piña y quedás groggy, bueno, así quedamos todo el campeonato.

¿Le dolió cuando se fue como se fue de la selección?

Sí, aparte a mí me gustaba mucho la forma de trabajar de él y cómo veía el fútbol. Pero sabés que dependés de los resultados y los resultados no se dieron.

¿Qué recuerda de la selección de Tabárez?

Fue algo muy lindo. El Maestro tiene una forma de ser muy especial. La primera práctica que me citó en 2006, se juntó conmigo en el medio de la cancha hablando de todo, menos de fútbol. Fue una charla bien paternal, fue una impresión que me quedó y me marcó, una charla de 40 minutos. Era algo soñado. Me preguntó por la familia, de cuando era chico, de la escuela, del liceo, de todo.

Obviamente que le hubiera gustado seguir.

Lo que pasó es que jugamos un amistoso en Sudáfrica, en el primer tiempo no tuve un buen partido y en una jugada pegué una patada a un rival que era para expulsión y el juez me mostró amarilla. A él no le gustó esa actitud y en el entretiempo me sacó. Con el pasar del tiempo lo entiendo y lo comparto. Desde ahí no me citó más. Me di cuenta de que me había mandado una macana.

¿Cómo la ve hoy?

Está en un proceso de cambio. Es normal y lógico que no se den los resultados con todo el recambio que hubo en el mediocampo  y más jugando contra rivales tan fuertes como los últimos. Eso puede llevar a generarle dudas a la gente, pero creo que Uruguay tiene jugadores  como para hacer una tremenda Copa América y también Eliminatorias. Cuando tengan tiempo para juntarse tres semanas o un mes, Uruguay de nuevo va a ser potencia.

¿Qué jugador le gusta de los nuevos?

El que para mí es un fenómeno que por ahí todavía no se le reconoce es Bentancur. Tiene una calidad impresionante. A mí me sorprendió de verlo jugar. Es un jugador que no tiene techo. Es el distinto que tiene la selección.

¿Hay Maravilla para rato?

Y… yo voy a seguir jugando el año que viene porque tengo contrato. Espero seguir.

¿Se arrepiente de algo?

Con el paso del tiempo, lo que me da un poco de cosa es haberme venido de Alemania a Danubio. Fue un error. Si bien había un equipazo, no me tenía que haber ido de Alemania. Tenía la chance de ir a Osasuna de España a préstamo y le dije que no. Me tendría que haber quedado en Europa y si hubiese tenido un poquitito más de años y hubiese sido un poco más maduro, me hubiera quedado y habría hecho una carrera larga en Europa.

¿Qué le enseñaron sus hijos?

A Luna la tuvimos cuando éramos muy chicos los dos, con 20 años. Ella es la que vivió todo. Cuando mi señora quedó embarazada, nos fuimos a vivir juntos en un apartamento de la calle Cabrera y cuando pasamos ahora con el auto decimos: “No podíamos vivir ahí”. Pero no mal… Gracias a Dios nos acostumbramos a otras cosas con el paso de los años, pero cuando pasamos por ahí decimos: “Pensar que ahí éramos felices”. No teníamos nada. No teníamos sillones, nos sentábamos en un colchón en el piso, una tele y el cuarto. Y Luna se comió toda esa etapa, de no tener nada, de momentos difíciles para comer, para pagar el alquiler, que en aquel tiempo mi suegra nos dio una mano importante. Después en Alemania, se tuvo que fumar ir a un colegio donde no la trataron bien, que le hicieron un montón de pruebas como hacen los alemanes para ver “si no era fallada”, de sentirse discriminada, todos los niños en el patio y ella aparte, de volver acá a otro colegio y de irse otra vez a Italia a otro colegio con otro idioma y perderse las amigas de acá. Le podía dar todo lo material, pero esa etapa de la vida no la va a recuperar más porque era una niña. Por eso para nosotros es especial y entendemos muchas cosas de ella, porque la infancia la pasó de aquí para allá. Y el chico (Bastian) vivió todo lo otro con otro pasar. Fueron infancias totalmente diferentes.

¿Cómo define a la felicidad?

(Piensa). El otro día hicimos un asado en el fondo que vinieron unos cuántos gurises de Danubio. Salió el tema y yo tengo el pensamiento de que el jugador de fútbol no disfruta nunca lo que tiene, siempre hay motivos que no te permiten disfrutar lo que te está pasando. Yo lo explicaba de que cuando vos sos joven y sos un buen jugador, te exigen que juegues en Primera, la rompas porque sos el futuro del club. Ya subís con esa mochila. Si te va más o menos bien, te exigen tus amigos y tu familia, que te tenés que ir, que tenés que empezar a hacer dinero. Y tenés 20 o 22 años y no estás disfrutando lo que te está pasando, ya estás pensando en que te debés ir porque tenés la mochila de tu familia. Si no contás con la suerte de ser un fenómeno, si sos más o menos, estás preocupado porque no sabés si te quedás en el club o vas a préstamo. Si te toca la suerte de ir a Europa, ya llegás con la mochila de rendir allá, porque si no, sos un paquete. Si te vas a algún país cercano de acá, y empezás a ganar algún pesito, te ven como un millonario y es mentira que hacés la diferencia económica. Si estás en el ambiente del fútbol, te va llevando a que te compres un pantalón y una remera caros y vas teniendo un nivel de vida que cuando llegás a los 30 años, no tenés un “sope”. Y el tipo piensa cuando le pasó la carrera: “¿Y ahora qué hago?” El jugador de fútbol nunca disfruta. Por más que seas un fenómeno o un jugador normal. Es muy difícil que el jugador diga “yo soy feliz”. Yo tengo 35 años, miro para atrás y nunca disfruté de lo que tuve. Siempre pensé en el mañana, en el después, en el qué va a pasar. El otro día me entregaron el carné que pasé el ciclo básico, no disfruté eso y ya estaba pensando que ahora sigo el curso de técnico. Siempre tenés algo que te lleva a pensar en el mañana. Lo hablo con mi señora y mis amigos y es muy difícil que un jugador de fútbol esté lleno.

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