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Inmigrantes se afianzan en un alicaído mercado de trabajo

“No son como los uruguayos que exigen sus derechos, saben de aguinaldo y salario vacacional; los extranjeros sin respaldo no pueden ser exigentes”, dijo una cubana
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06 de diciembre de 2020 a las 05:00

Comen arepas y toman mate, les gusta el arroz a la cubana con milanesas. Así se integran los caribeños a Uruguay, mezclando costumbres y sabores. Desde hace unos cinco años y más, este país es el hogar de venezolanos, cubanos, dominicanos y otros extranjeros que llegan en busca de estabilidad, o para alejarse de las crisis.

Ahora las fronteras están prácticamente cerradas por la pandemia y muchos de ellos, lejos de sentirse mal por no poder reencontrarse con sus familias para las fiestas, respiran hondo y agradecidos por estar bastante protegidos en un lugar donde el covid-19 permanece bajo cierto control. Empresas de diversos rubros también los prefieren, o simplemente responden a una oferta más diversa de gente del mercado y los contratan. 

Basta ver la cantidad de extranjeros que están trabajando en los sectores de la seguridad, servicios de acompañantes, transportes (Uber), supermercados, deliveries y otros comercios. Esta tendencia se dio en un contexto en el que el mercado laboral uruguayo había destruido más de 60 mil empleos en cinco años antes de que estallara la pandemia en marzo, cuando ese fenómeno se agravó. 

El mes pasado salió publicado un aviso clasificado que decía: “Busco personal de origen venezolano”. Tuvo que ser retirado porque las leyes laborales prohíben discriminar –ni a favor ni en contra–, pero no se borró el hecho de que hay empresas que ven a los extranjeros con buenos ojos y los buscan. ¿Por qué los quieren? El Observador dialogó con algunos empresarios, quienes afirmaron que los caribeños suelen ser afables, agradables al hablar y “sin el estrés” de los uruguayos. Esto los hace atractivos para las funciones de servicio al cliente y atención de enfermos o ancianos, entre otras actividades.

No se puede caer en generalizaciones, pero sí se constata que gran parte de ellos, en la medida en que provienen de realidades duras o historias sufridas, acá “no les ponen cara fea al trabajo, no cuestionan, están sonrientes y son bondadosos”, al decir de la propietaria de una peluquería consultada.

Esa pseudo conformidad también fomenta el mito o realidad de que se mantienen lejos de hacer denuncias laborales –si fuera el caso– o de asociarse a sindicatos o movimientos que hacen frente a las empresas.

No se puede decir que los extranjeros hayan llegado a cubrir un vacío en el mercado laboral, pero sí que muchos supieron conquistar la preferencia de empleadores. 

Profesionales al servicio

“Llegué en enero de 2016, elegí Uruguay porque es parte del Mercosur y pude tramitar mi residencia desde Venezuela. A la segunda semana de haber llegado tenía los papeles y a los pocos días comencé como guardia de Prosegur en el shopping de Punta Carretas. Soy abogado, pero mi título no es válido acá y ese trabajo me ayudó a cubrir los gastos durante casi un año, en un ambiente muy bueno”, dijo Jorge González, caraqueño, de 30 años. 

Luego ingresó a un estudio jurídico como asistente y está haciendo nuevamente la carrera de abogacía, esta vez en la Udelar. “Me revalidaron varias materias y tuve que cursar la mitad de mis estudios de nuevo, ahora me queda poco para terminar”, agregó.

González se vincula con un grupo de coterráneos y asegura que todos se fueron abriendo camino, que ninguno tuvo que trabajar “en negro” y solo uno se terminó yendo, en ese caso a Argentina. “En una empresa hasta me pidieron si podía recomendarles a otro venezolano para una vacante”, comentó sonriente.
La historia de Mara (prefiere mantener su apellido en reserva) de Cuba es algo diferente. Llegó en junio de 2017, en pleno invierno, y el frío le caló los huesos. Salió de La Habana a Guayana, luego Brasil y entró por Rivera; demoró cinco días en llegar. Es enfermera, pero en Uruguay trabajó en limpieza y actualmente cuida enfermos en sanatorios.

“Estoy agradecida. Estoy acá. Para muchas personas este es un trabajo menor, pero es todo lo contrario. He visto a los pacientes recuperarse, comparten conmigo sus dolencias, conozco a sus familias, los ayudo, tiene mucho de humano”, comentó Mara. 

La joven de 28 años dice tener conocidas, también cubanas, que pasaron seis o siete meses en negro al llegar al país, o con salarios bajísimos, por ejemplo, en residenciales ilegales o que pagan lo mínimo, donde tienen que atender solas a más de 30 ancianos. “Ellas no son como los uruguayos que exigen sus derechos, saben de aguinaldo y salario vacacional; los extranjeros sin respaldo no pueden ser exigentes”, afirmó.

En los hechos, hay médicos cubanos, abogados venezolanos, fisioterapeutas y psicólogos de diversas nacionalidades trabajando como cajeros, cuidadores, auxiliares y, sobre todo, en atención al público. 

Las realidades son variopintas y también la seriedad de las empresas contratantes. Algunos progresan y destacan, otros rotan o se estancan. 
Quienes tienen más posibilidades de inserción laboral de alto perfil son los informáticos, dado que ese sector tiene alta demanda local y los empleos son muy bien pagados. 

Empresario: “No es una política social, sino laboral”

“Acabamos de ganar un premio de Deres por nuestras prácticas de reducción de la pobreza y por la inserción laboral de extranjeros”, señaló a El Observador Oscar Sagasti, gerente general de Securitas, una de las empresas del rubro de seguridad que está integrada por 3.300 personas. En lo que va del año y a pesar de la crisis, Securitas contrató 655 guardias, 202 de los cuales son extranjeros (más de 100 son cubanos, 44 venezolanos, 9 argentinos y el resto peruanos, ecuatorianos, colombianos y un chileno). Es decir, más del 32% de las contrataciones fueron de extranjeros; esto es el doble del 16% de 2019. “Nos llevamos una grata sorpresa porque las personas que vienen del extranjero tienen gran capacidad de servicio y esto resulta en un ganar-ganar para todos. Trabajan bien, por eso los contratamos, no es que estemos desarrollando una política social, sino laboral”, aclaró Sagasti. 

Jorge Silva, director de gestión humana de Securitas, explicó que los cubanos que llegan tienen formación militar o policial y por eso “sirven para este negocio”, a diferencia de los venezolanos que son abogados, docentes o médicos que no tienen idea de la seguridad, pero aprenden. “Creemos en el crecimiento de la gente, respetamos sus derechos, tenemos un programa de desarrollo, pueden ascender”, resumió. 

Alejandra García, gerenta del servicio de acompañantes Alcance, dijo que “es una realidad que hay muchos extranjeros en el mercado”. “Nosotros no contratamos por la nacionalidad de la gente, sino a las personas que tienen habilidades y vocación de servicio, sean uruguayos o extranjeros”, aclaró. Alcance está integrada por 300 personas, 230 de las cuales son asistentes de familia y, de ese total, 44 provienen de Cuba y Venezuela. 

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