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La devaluación forzada

Columna de análisis en El Observador Agropecuario
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07 de septiembre de 2018 a las 05:01

Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

Nuestros países han vivido bajo un atraso cambiario permanente desde hace largo tiempo. Hay estudios internacionales que muestran los efectos dañinos de tener la moneda local sobrevaluada durante períodos largos: se pierde especialización de la economía en sus ventajas comparativas, baja la eficiencia general de la economía y finalmente se crece a tasas menores que las que habrían sido posibles sin esa distorsión.
Obviamente esta situación golpea más a los sectores que deben competir contra el resto del mundo, vendiendo sus productos en el mercado interno (compitiendo con importaciones ayudadas por el dólar barato) o en el exterior.
Si al dólar barato le sumamos costos locales altos (que operan actuando en forma inversa a una devaluación fiscal, o sea por baja de costos) y pobre inserción internacional –con aranceles a pagar en muchos mercados–, entonces los países se van frenando y empiezan un triste proceso de endeudamiento de empresas, pérdida de puestos de trabajo, concordatos y luego caída de recaudación fiscal, suba de morosidad en los bancos y finalmente crisis cambiaria y bancaria y fiscal y de balanza de pagos.
Este proceso puede ser fulgurante o lento y gradual, dependiendo del nivel de confianza inicial de los agentes económicos y de las reservas del Banco Central que tenga y quiera perder.
En el caso argentino, la confianza del mercado era poca porque el presidente Mauricio Macri no ajustó fuerte y temprano y no trajo al FMI desde el vamos, corrió de atrás y perdió la carrera.
Además, la oposición política y económica jugaron sus fichas para atacar a su gobierno y no para defender a la Argentina, el combo perfecto.
Por casa estamos enfermos con la misma dolencia, sólo que mostramos síntomas menos intensos, aunque no menos graves a mediano plazo.
El peso uruguayo debe devaluarse más y esto ha sido cierto desde hace años. Los costos locales deben bajar fuertemente y eso sólo se logrará bajando el gasto público, no hay atajo posible para llegar al desarrollo siendo una pequeña isla cara en un océano barato.
Las circunstancias externas le han dado al gobierno un empujón para hacer lo que se debe hacer: devaluar fuerte el peso uruguayo para bajar costos en dólares, defender el mercado interno y proteger al turismo.
En vez de perder reservas valiosas a cambio de nada, el gobierno debe dejar que la moneda local suba más para ganar tiempo en su nunca confirmada batalla por bajar gastos y despilfarros estatales (tanto Brasil como Argentina han aceptado encarar ajustes por baja de gastos tan severos como imprescindibles).
Hay que entender que no hay opción: para tener éxito Uruguay tiene que ser un gran exportador y para eso se necesitan costos locales bajos y tipo de cambio favorable. Todo lo demás es puro verso, que puede encandilar un tiempo si hay altos precios externos, pero luego se desinfla y muestra las cosas como son.
Lamentablemente, estamos entrando en tiempos electorales y los gobiernos sienten una pulsión irresistible por mantener todo estable a cualquier precio, con dólar bajo, inflación reprimida aún a costo de una sangría de reservas y un aumento de la deuda que no deja nada positivo para el país el día después.
¿Cuándo tendremos estadistas que se preocupen por el país antes que por los votos de mañana de tarde?
¿Cuándo se manejará la economía nacional con criterios profesionales de largo plazo, con gestión anticíclica y uso de criterios conservadores para el gasto público?
Nos merecemos los uruguayos un país mejor por el bien de nuestros hijos, que no se van a quedar acá a pagar impuestos altos y vivir mal. ¿Y quién va a pagar la cuenta cuando se vayan los jóvenes formados y queden empleados públicos y jubilados para cobrar todos los meses?
Una buena administración que entregue buena educación, buena seguridad, buena salud, buena justicia y buena infraestructura con cuentas públicas equilibradas y deuda pública estable y no subiendo siempre no es de izquierda ni de derecha, es simplemente buena administración.

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