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La inminente ruptura franco-alemana

Un brexit que de a poco va fragmentando a la Unión Europea
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16 de enero de 2019 a las 05:02

Mark Leonard

La política del brexit está sumergiéndose en el caos. La Unión Europea se está fragmentando en tribus del norte, del sur, del este y del oeste. Y ahora el matrimonio franco-alemán en el centro del proyecto europeo corre peligro de desmoronarse. 
En mayo de 2017, cuando la canciller alemana, Angela Merkel, y el flamante presidente francés, Emmanuel Macron, se reunieron por primera vez, muchos esperaban una renovación de los votos. Multitudes de personas pro-europeas les deseaban lo mejor y los instaban a continuar. Macron, el reformista lozano, parecía tener un toque político al estilo Midas. Y Merkel estaba en la cúspide de su poder en el escenario internacional: la habían catalogado como la nueva “líder del mundo libre”, en reemplazo del “genio muy estable” en la Casa Blanca, Donald Trump.

Merkel, citando al escritor alemán Hermann Hesse, observó que “Hay magia en cada comienzo”, pero agregó una advertencia: “La magia sólo dura cuando hay resultados”. Dieciocho meses después, no hay ninguna duda de que la magia no ha perdurado. Merkel ahora ha cedido el liderazgo de la Unión Demócrata Cristiana (UDC) y no buscará otro mandato como canciller. Y Macron, lejos de caminar sobre el agua, ha venido intentando no ahogarse en un mar de manifestantes de chalecos amarillos. 
En la misma medida que han menguado las estrellas políticas de ambos líderes, también amainaron las perspectivas de una relación franco-alemana renovada. Justo cuando Macron depositaba sus esperanzas en el poder de liderazgo de Merkel a nivel europeo, a ella se le escurría de las manos el poder doméstico. Después de la elección federal alemana en setiembre de 2017, Merkel luchó durante seis meses para formar gobierno. No quería formar un gobierno de minoría, y los partidos restantes de la oposición no querían, esencialmente, gobernar con ella. 

Pero el verdadero daño al poder de Merkel se produjo desde adentro. Los políticos que lideran el partido hermano bávaro de la UDC, la Unión Social Cristiana (USC), han atacado la decisión de Merkel de dar acogida a refugiados sirios en 2015, y hasta han hecho migas con algunos de los enemigos declarados de la canciller, en especial el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, el canciller austríaco, Sebastian Kurz, y Matteo Salvini, el viceprimer ministro y ministro del Interior italiano. Estos populistas y sus simpatizantes de la USC han utilizado la inmigración como un tema para atacar a Merkel.

Macron, mientras tanto, ha intentado hacer que la renovación francesa sea sinónimo de renovación europea. Desde que llegó al poder, ha buscado un nuevo gran pacto con Alemania. A cambio de que Francia finalmente controlara sus finanzas y reformara su sector público y su mercado laboral, Alemania respaldaría las propuestas de Macron para profundizar la integración de la UE y la eurozona, incluido un presupuesto de la eurozona conjunto, un Ministerio de Finanzas de la UE y políticas exterior y de defensa más unificadas. 
Aunque Merkel recientemente aceptó un presupuesto conjunto en principio, muchos en Francia hoy sospechan que Macron ha sido embaucado. Al inicio de su presidencia, introdujo una serie de medidas impopulares, dándole un sablazo al impuesto a la riqueza y recortando los beneficios sociales. Más recientemente, anunció un aumento del impuesto a los combustibles para mantener el déficit de este año por debajo del 3% del PIB, lo que desató una marea de chalecos amarillos que hoy asedian a su administración. 

En respuesta, Alemania no le ha ofrecido a Macron prácticamente nada. Ha dado largas al asunto de concretar una unión bancaria e introducir bonos de inversión de la eurozona, y sólo habló de la boca para afuera sobre la idea de un presupuesto conjunto. Inclusive en materia de política de defensa, que podría oficiar de sustituto de reformas económicas significativas, Alemania ha puesto resistencia, suavizando las propuestas de la UE para un agrupamiento “de avanzada” y resistiéndose a la Iniciativa Europea de Intervención (EI2) propuesta por Macron. Los próximos meses casi con certeza le repararán más desilusiones a Macron, y posiblemente hasta una ruptura franco-alemana. Después de todo, en una reunión reciente de ministros de Finanzas de la UE, Alemania le asestó otro golpe a Macron al moderar su propuesta para un nuevo impuesto digital a los gigantes tecnológicos como Google y Facebook. Aunque la iniciativa contaba con un amplio respaldo, los alemanes temieron que Estados Unidos tomara represalias contra su industria automotriz. 

Es más, se especula con que la Bundeswehr reemplace sus aviones de combate Tornado ya caducos por aviones F-35 norteamericanos en lugar de un equivalente fabricado en Europa. Considerando que la Fuerza Aérea alemana ya indicó que los F-35 son su elección preferida, el CEO de Airbus, Dirk Hoke, recientemente advirtió que “Tan pronto como Alemania se convierta en una nación F-35, toda cooperación con Francia en cuestiones de aviones de combate morirá”.

Francia y Alemania se pelean justo cuando las fuerzas antieuropeas se unen. Con un ojo puesto en la elección del Parlamento Europeo de mayo, Orbán y Salvini trabajan activamente para crear una federación populista que incluya tanto a la izquierda anti-austeridad como a la derecha anti-inmigración. Su objetivo es captar al menos un tercio de las bancas parlamentarias, así como una minoría de bloqueo en el Consejo Europeo. 

Los principales opositores de los euroescépticos no son los políticos en sus propios países, sino más bien Macron y Merkel. Y el problema de Macron y Merkel es que no necesariamente pueden contar con que los votantes franceses y alemanes los respalden en las reformas principales de la UE. Por cierto, lejos de ver a Merkel como un freno a una mayor integración, muchos alemanes la consideran excesivamente pro-europea. 

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