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La inteligencia artificial

"De este tsunami nadie se va a escapar, nos guste o no”
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01 de febrero de 2019 a las 05:00

Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

Estamos subiendo a una ola de innovación nunca antes vista, que nos afectará a todos y a todos los sistemas productivos.

La Inteligencia Artificial (IA) lo cambiará todo para siempre.

Para tener una idea de lo que se viene, tomemos el caso del ajedrez como ejemplo. Ya hace como 20 años, la Deep Blue –una máquina de IBM– le ganó al campeón del mundo (Garri) Kasparov. Pero la noticia de hace un año fue que el algoritmo de Google AlphaZero le ganó al programa campeón del mundo Stockfish 8. Este último estaba entrenado con siglos de información de ajedrez y podía procesar 70 millones de jugadas por segundo. El AlphaZero recién creado no sabía nada de ajedrez y sólo podía procesar 80.000 jugadas por segundo. Los creadores de AlphaZero le ordenaron que aprendiera ajedrez sólo y luego jugara contra Stockfish. Jugaron 100 partidas. AlphaZero ganó 28 e hicieron tablas en 72. Pero lo asombroso es que a AlphaZero le llevó sólo cuatro horas aprender ajedrez a un nivel imbatible.

Ahora en los campeonatos de ajedrez sólo para humanos los jueces controlan que nadie haga trampa usando a escondidas algún algoritmo y para eso se fijan si aparece alguna jugada muy creativa.

¿Eso es indicación ahora de aporte de IA y no de genialidad humana? ¿Qué no podrá hacer la IA en materia de producción de semillas de alta productividad? ¿O en materia de agro químicos? ¿O en manejo de maquinarias en alta precisión sin conductores humanos? ¿O en el uso del agua?

Ya estamos en esos tiempos y los cambios sólo se acelerarán.

Los cambios siempre generan miedos y resistencias; algunos empleos simplemente desaparecerán, como los de los copistas de libros antes de la imprenta de (Johannes) Gutenberg.

Se generarán movimientos para “salvar” esos empleos, cayendo en el clásico error de proteger al empleo en vez de cuidar al empleado.

Esta actitud, muy uruguaya, termina demorando la “destrucción creativa” de la que hablaba (Joseph) Schumpeter.

Los factores de producción (trabajo, tierra, capital y capacidad empresarial) deben estar libres y flexibles para moverse hacia actividades más productivas y rentables por el bien de la sociedad.

Si atamos con leyes y subsidios empleos que se vuelven inmortales, sólo conseguimos frenar el dinamismo de la economía y empobrecernos todos.

Otra cosa es cuidar al trabajador, no al puesto de trabajo, porque quienes hacia el fin de su vida laboral ven a su empresa caer, necesitan apoyos para no sufrir un castigo inmerecido (si es que su sindicato no ayudó a voltear a la empresa como está pasando por acá).

Otros empleos nacerán, muchos más que los que se perderán, como siempre ha ocurrido, pero en áreas distintas, más sofisticadas, productivas, interesantes.

Para ocupar esos nuevos empleos se precisará una formación educativa más potente y moderna (para aprender rápido cualquier cosa como AlphaZero), una que hoy no estamos dando a nuestros jóvenes, especialmente los que vienen de contextos desfavorecidos.

Los que no estén a la altura de esos cambios pasarán a ser irrelevantes, buenos ni siquiera para ser explotados, lo cual traerá cambios hasta en los sindicatos: ¿Cómo sindicalizar a trabajadores que no tienen ni tendrán trabajo?

El agro uruguayo debe prepararse para esta nueva ola, prepararse para la altísima tecnología, la robotización, la IA en sus mil formas, los cambios acelerados, los nuevos paradigmas.

De este tsunami nadie se va a escapar, nos guste o no. Y cada parte tiene algo que aportar: los trabajadores actuales y futuros, estar abiertos y disponibles para aprender, cambiar y esforzarse mucho; los empresarios, buscar tecnologías de punta productivas y rentables, invertir y capacitar a su gente; y el Estado brindar un marco de competitividad aceptable, energía a bajo precio, impuestos acotados, pocos trámites, buena infraestructura y educación de calidad para los más necesitados.

En la etapa que viene los discursos vacíos van a quedar en evidencia muy rápido. Todos van a ver quiénes hablan y no hacen nada, con lo cual producen un daño incalculable a quienes dicen proteger.

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