Humo blanco para el debate de una democracia paritaria.

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¿La ley de cuotas ya fue? Crece la presión para que Uruguay avance hacia un Parlamento con mitad de mujeres

Informe advierte que la norma vigente llegó a su techo y este jueves se discutió en el Parlamento sobre el tema
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01 de septiembre de 2023 a las 05:03

La biología es una máquina casi perfecta: reparte los cromosomas X e Y de tal manera que, salvo corrimientos mínimos, en Uruguay los nacimientos registrados cada año son 51% de varones y 49% de mujeres. Si el Parlamento fuera el reflejo de esa biología —o mejor dicho la representación lo más próxima posible a sus representados—, habría casi la mitad cantidad de legisladores de cada sexo. Pero en el mismo Uruguay, con una ley de cuotas mediante, ellas ocupan sola la quinta parte de las bancas. Y un reciente estudio, liderado por la doctora en Ciencias Políticas Niki Johnson, da cuenta de que la normativa vigente “está limitada”, dejó de cumplir su objetivo, y es hora de que el país se plantee un equilibrio paritario de 50:50.

Ya no es una agenda liderada por los países nórdicos o Canadá. Ni siquiera es adjudicable a izquierdas o derechas. Nicaragua, México, Costa Rica, Bolivia, Argentina, Perú y Ecuador —por solo mencionar algunos Estados cercanos a Uruguay— cuentan con una “paridad fuerte”, y ellas significan allí cerca de la mitad (y a veces más) de los cargos electivos.

Uruguay, que fue el primer país de la región que les dio a las mujeres los mismos derechos políticos que sus pares varones de votar y ser elegidas, se fue quedando y distintas voces empiezan a exigir el pie en el acelerador a dos proyectos de ley que apuntan a la paridad. La Institución Nacional de Derechos Humanos le pidió al Parlamento “dar un amplio y rápido” tratamiento a estos proyectos, Naciones Unidas elevó distintos informes, el estudio de Johnson —una de las referentes locales— sirvió de disparador del debate, y este jueves en el Palacio Legislativo (con la organización de ONU Mujeres y PNUD) hubo tres mesas de intercambio “hacia una democracia paritaria”.

Johnson explica en su estudio que “la adopción tardía de medidas de acción afirmativa en Uruguay no se debió a la ausencia de leyes de cuotas en la agenda legislativa, ni a la falta de movilización en torno a este tema. Sin embargo, el hecho de que, siendo una ley electoral, requiera una mayoría especial de dos tercios de ambas cámaras para aprobarse, combinada con el continuo dominio masculino en el Parlamento, significó que se necesitaran más de 20 años para que se consagrara como ley”.

Cuando México implementó su ley paritaria, Uruguay recién permitía las cuotas “por única vez”.  Cuando Ecuador, Bolivia y Costa Rica ya tenían su ley paritaria, Uruguay recién aprobaba su primera ley de cuotas. Cuando Argentina ya tenía una ley paritaria, Uruguay recién modificaba su primera ley de cuotas. Y ahora —15 años después de que la región diera sus primeras señales— Uruguay recién debate la conveniencia de un Parlamento 50:50 (con un proyecto de una legisladora nacionalista y otro de una colorada).

Tras la salida de la dictadura, las mujeres ocupaban menos del 5% de las bancas parlamentarias. Desde entonces su participación fue aumentado tan lento que, en la última elección nacional, la cantidad de legisladoras titulares apenas se movió 0,7 puntos porcentuales y llegó a 20,9%. Esa “inmovilidad” en la representatividad aceleró el debate sobre la paridad.

A diferencia de las cuotas, que buscan una discriminación positiva para “mover el avispero”, pero cuyo alcance es limitado y varía según el sistema electoral y la capacidad sancionatoria de cada país, en la democracia paritaria existe una “paridad vertical” (las listas van intercalando un hombre y una mujer) y una “paridad horizontal” (obligan a cada partido político a cumplir globalmente con la paridad de género).

¿En qué se justificaría el cambio? Hubo un tiempo en que se decía que la mujer no ocupaba cargos políticos porque ellas tenían menos estudio y formación. Eso se revirtió, de hecho, superan a seis de cada diez ingresos y egresos universitarios. Luego se dijo que “la gente no vota mujeres”, pero eso tampoco coincidió y hubo legisladoras votadas y que “arrastran votos”. Según Johnson los factores institucionales y políticos son los que están impidiéndole a las mujeres sentirse más representadas: la representación de Diputados por el tamaño poblacional de departamentos, haciendo que ellas tengan más representación en los territorios grandes que en los pequeños. ¿Por qué? Pocos de los puestos de las listas llegan a una banca, y ellas suelen ocupar los lugares más lejanos y no encabezar las listas.

“Persiste una ‘ceguera’ entre los selectores (dirigentes con poder de decisión sobre la definición de candidaturas y la adjudicación de cargos) respecto a la identificación de candidaturas femeninas viables o legitimadas. Aunque públicamente se afirma que la asignación de lugares se hace en función de criterios ‘meritocráticos’, estos no son transparentados, y la evaluación de trayectorias y aportes casi siempre termina privilegiando al aspirante varón, no importa la carrera política que tenga la aspirante mujer”, explica la doctora en Ciencias Política.

Ese comportamiento político a priori no acompaña a la opinión pública. La consultora Opción viene realizando seguimientos de la temática que revelan que ocho de cada diez uruguayos apoya la presidencia de una mujer, y siete de cada diez están a favor de una mayor paridad.

Los dos proyectos a estudio en el Parlamento apuntan a una paridad en los titulares y suplentes (sobre todo para que ante la renuncia de la titular o que adopte otro puesto, esa banca no sea reemplazada por un varón). El texto de la diputada suplente colorada Fátima Barrutta plantea, a su vez, que la representación se ajuste para los departamentos (Diputados).

Así hubiesen estado integradas las cámaras si se aprobaran los proyectos de paridad:

Mientras, dice el informe financiado por la Konrad Adenauer, “las bajas tasas de representación política femenina siguen sin considerarse por parte de la mayoría de la dirigencia política masculina un tema de preocupación que afecta la calidad de la democracia uruguaya”.

El debate en cuestión abre a su vez una ventaja para entender qué significa una democracia representativa y ser representados. Por ejemplo: en Cuba no existe el pluripartidismo, pero más del 50% del Parlamento está ocupado por mujeres, ¿es más representativo? Flores tiene dos diputados, los mismos que departamentos que más que lo duplican en tamaño poblacional como Artigas, ¿es representativo? ¿Y qué pasa con aquellos cuya identidad de género no condice con el sexo biológico varón y mujer? ¿Y con los afros? ¿Y…?

En ese sentido, ONU Mujeres elevó a la discusión parlamentaria de ayer una serie de contra-argumentos a los “prejuicios” que suelen impedir que Uruguay avance hacia la paridad. Explicó que "las mujeres sí participan en las bases de todos los partidos políticos; el problema es que la mayoría no alcanza a ocupar cargos de representación", y que "todos los cargos deberían ser por idoneidad, pero sabemos que no todos los hombres electos son idóneos".

¿Mitos detrás de la discusión?

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