Estilo de vida > Lugares

La Polinesia, un viaje al paraíso

Tupida de islas de arenas blancas y un mar en infinitos tonos turquesa, es un lugar lleno de encanto, ideal para los enamorados y para quienes buscan paz y relax
Tiempo de lectura: -'
11 de noviembre de 2018 a las 05:02

Para muchos Bora Bora y Moorea son “la joya” de la Polinesia Francesa. Bora Bora es una isla rodeada de islotes, que se ubica a unos 50 minutos de vuelo desde Tahití y que ofrece una imagen que resulta inolvidable: una combinación de distintos tonos de azul que hipnotizan. A eso se agrega el verde de los montes Otemanu, Pahia y Hue, que rodean el paisaje con una presencia majestuosa. El aeropuerto está ubicado en un motu (así le dicen a un atolón en polinesio) y los visitantes que llegan a Bora Bora deben ser transportados en barco hasta su destino.Bora Bora ofrece ilimitadas playas de arena blanca. La de Matira es la “joya de la corona”, una de las playas más hermosas del mundo. Es una faja infinita de arena blanca, acompañada por una hilera de palmeras. Su agua color turquesa parece extenderse hasta el horizonte, lo que le da la apariencia de una piscina natural interminable. Cuando la marea baja se puede caminar cientos de metros hasta llegar a un arrecife. Su extensión genera unas puestas de sol únicas, donde el sol parece perderse en el agua.   

Es uno de los sitios preferidos por los viajantes de todo el mundo. Ubicada en el Pacífico Sur, la Polinesia Francesa es un deslumbrante conjunto de cinco archipiélagos formado por las islas Marquesas, de la Sociedad, Tuamotu, Australes y Gambier. Con un entorno que encanta, las islas cautivaron al pintor Paul Gauguin, quien llegó a Papeete en la primavera de 1891 en su primer viaje a la Polinesia. Buscaba paz y un entorno de tranquilidad y aquello le resultó una experiencia que no solo transformó su obra, sino que puso a las islas en los ojos de la consideración mundial. Sus telas, que muestran la vegetación, las montañas, las mujeres exóticas y misteriosas estatuas, son postales que resumen la belleza de un lugar único. 
 
La Polinesia está compuesta por 118 islas y atolones de los cuales 67 están habitados. Y donde el tahitiano y el francés son los idiomas oficiales. Dado su geografía de volcanes y montañas, sumado a un suelo rico y fértil para la agricultura, durante mucho tiempo de ahí venía el principal sustento de sus habitantes. Pero el desarrollo exponencial del turismo de las últimas décadas hizo crecer su balanza comercial. De hecho, la Polinesia cuenta con más de 50 aeropuertos, para recibir de la mejor manera a los turistas de todo el mundo que la eligen cada año. Por su extensión, resulta casi imposible recorrerla en su totalidad, pero ofrece opciones para todos los gustos. 
 
La gastronomía está basada, naturalmente, en el mar. Los platos que suelen esperar a los visitantes ofrecen desde atunes y langostas hasta el mahimahi, también conocido como pez dorado, muy popular en aguas tropicales. Entre los platos típicos a degustar en las islas está el poissoncru, un pescado crudo marinado que se acompaña del aliño por excelencia que es la salsa de coco, además de aceite de vinagre o limón; chevrettes, una preparación donde la base son los camarones; la saladeruse, que es una ensalada hecha con hojas de taro hervidas con crema de coco y gambas; ma´a tinito, un abundante plato donde se combina la carne de cerdo con frijoles rojos, espinacas y macarrones. Pero también hay pasta, carne, y platos con maíz y arroz. A la hora del postre, tiene su típico poi, un pudín de plátano. Las islas cuentan con una gran cantidad de restaurantes, que contemplan a una amplia gama de nacionalidades y platos. Entre las bebidas, hay una gran variedad de cervezas, aunque la preferida es el maitai, un cóctel de ron blanco, con piña,granadina y jugo de piña, o el maeva, que no incluye alcohol.  
La isla más poblada de la Polinesia es la legendaria Tahití, que se encuentra en las islas de la Sociedad, con su capital Papeete. Si bien allí no están las mejores playas, Tahití es sin dudas el verdadero corazón de la Polinesia Francesa. Sobre todo por su latente y rica herencia histórica. En cuanto se sale de la capital aparecen las playas (de arena negra, de arena blanca), las cascadas, los pueblos rebosantes de flores y los paisajes que parecen sacados de cuadros de Gauguin.  
Bora Bora y Moorea
Isla de Bora Bora

La Isla Moorea, por su parte, es un paraíso en sí misma. Dado su particular forma de corazón, es la elegida por los enamorados y recién casados. Y algunos incluso la eligen para “casarse” allí, con las tradiciones locales y con algunos hechos curiosos. Por ejemplo, reciben certificados escritos en trozos de palmeras. Para todos, la isla ofrece múltiples lugares naturales. Hay miradores, como la plataforma de observación Belvedere, que brinda una vista panorámica única de Opunohu Bay y Cook’s Bay. Se llega a pie o en imperdibles tour en autos o cuatriciclos. Cerca de allí están las ruinas de un antiguo templo polinesio. Su costa es tranquila y amplia. A su largo se suceden varias escuelas de buceo y pesca marina – alguna con lanchas con fondos de cristal, para apreciar el fondo del mar - , que son una invitación para conocer los secretos de las aguas turquesas. 

Isla de Moorea

Otros prefieren los paseos, acompañados de guías, por senderos húmedos y verdes y conocer la  flora y la fauna local. A eso se agregan el show de los delfines, un espectáculo encantador. El Parque SharkFeeding permite una experiencia reservada solo para valientes: interactuar y darle de comer a tiburones.  
 
Una visita obligada es Lagoonarium. Así llaman a una exuberante laguna vallada, que suma como atractivo adicional estar habitada por mantarayas que son inofensivas. 
 
 Isla de la vainilla

Taha’a es una de las cinco islas que forman el archipiélago de la Sociedad. Antes se llamaba Upolu y ahora se la conoce como “La isla de la vainilla” porque el rico e inconfundible aroma impregna el aire. Es una pequeña isla rodeada de suaves montañas rodeada de playas de arena brillante. La vegetación se impone, además de una corona de arrecifes y una laguna poblada de vida marina. La isla es especialmente tranquila. No tiene aeropuerto y se ofrece como un inmenso jardín que explota en colores. Son muy atractivas las  excursiones con guía y conversar con cultivadores de perlas. Se puede recorrer parte de la isla en auto o bicicleta. Naturalmente, algunas de las actividades más populares incluyen visitar las plantaciones de vainilla. Porque su aire perfumado nace allí, de las vainas de vainilla que se secan al sol. Más del 80 % de la cosecha de Tahití de esta famosa especia se cultiva en Taha’a.  

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...