Para muchos Bora Bora y Moorea son “la joya” de la Polinesia Francesa. Bora Bora es una isla rodeada de islotes, que se ubica a unos 50 minutos de vuelo desde Tahití y que ofrece una imagen que resulta inolvidable: una combinación de distintos tonos de azul que hipnotizan. A eso se agrega el verde de los montes Otemanu, Pahia y Hue, que rodean el paisaje con una presencia majestuosa. El aeropuerto está ubicado en un motu (así le dicen a un atolón en polinesio) y los visitantes que llegan a Bora Bora deben ser transportados en barco hasta su destino.Bora Bora ofrece ilimitadas playas de arena blanca. La de Matira es la “joya de la corona”, una de las playas más hermosas del mundo. Es una faja infinita de arena blanca, acompañada por una hilera de palmeras. Su agua color turquesa parece extenderse hasta el horizonte, lo que le da la apariencia de una piscina natural interminable. Cuando la marea baja se puede caminar cientos de metros hasta llegar a un arrecife. Su extensión genera unas puestas de sol únicas, donde el sol parece perderse en el agua.
La Isla Moorea, por su parte, es un paraíso en sí misma. Dado su particular forma de corazón, es la elegida por los enamorados y recién casados. Y algunos incluso la eligen para “casarse” allí, con las tradiciones locales y con algunos hechos curiosos. Por ejemplo, reciben certificados escritos en trozos de palmeras. Para todos, la isla ofrece múltiples lugares naturales. Hay miradores, como la plataforma de observación Belvedere, que brinda una vista panorámica única de Opunohu Bay y Cook’s Bay. Se llega a pie o en imperdibles tour en autos o cuatriciclos. Cerca de allí están las ruinas de un antiguo templo polinesio. Su costa es tranquila y amplia. A su largo se suceden varias escuelas de buceo y pesca marina – alguna con lanchas con fondos de cristal, para apreciar el fondo del mar - , que son una invitación para conocer los secretos de las aguas turquesas.
Taha’a es una de las cinco islas que forman el archipiélago de la Sociedad. Antes se llamaba Upolu y ahora se la conoce como “La isla de la vainilla” porque el rico e inconfundible aroma impregna el aire. Es una pequeña isla rodeada de suaves montañas rodeada de playas de arena brillante. La vegetación se impone, además de una corona de arrecifes y una laguna poblada de vida marina. La isla es especialmente tranquila. No tiene aeropuerto y se ofrece como un inmenso jardín que explota en colores. Son muy atractivas las excursiones con guía y conversar con cultivadores de perlas. Se puede recorrer parte de la isla en auto o bicicleta. Naturalmente, algunas de las actividades más populares incluyen visitar las plantaciones de vainilla. Porque su aire perfumado nace allí, de las vainas de vainilla que se secan al sol. Más del 80 % de la cosecha de Tahití de esta famosa especia se cultiva en Taha’a.
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