Si llenáramos las butacas de la sala grande del Solís con una persona por cada vez que leímos, vimos o escuchamos el momento en que Edipo se acuchilla los ojos, tendríamos una función con localidades agotadas y una fila esperando afuera. Así de presente tenemos a la gran tragedia de Sófocles en el imaginario colectivo, y así de fresco está el castigo que los dioses eligieron para uno de los héroes más desdichados del corpus de la literatura griega. Pero a pesar de que para muchos la caída al infierno del autoconocimiento que experimenta el rey de Tebas es historia archiconocida, la obra sigue impactando y ahí está, funcionando todavía hoy, tocando fibras contemporáneas y sacudiendo los teatros a lo largo y ancho del mundo. Como pasa con los clásicos que dejan huella y como pasa, desde el sábado, en Montevideo.
Hasta el 23 de julio, y 51 años después de la primera puesta en escena de esta obra de Sófocles a cargo de la compañía, la Comedia Nacional trajo de nuevo al hijo de Layo y Yocasta al escenario principal de Montevideo con una versión de los dramaturgos españoles Alfredo Sanzol y Andrés Lima (quien es, además, el director invitado), que reabre con fuerza una temporada de clásicos que tuvo su puntapié inicial en abril con La trágica historia del doctor Fausto, de Christopher Marlowe.
“¿Hasta qué punto nos conocemos a nosotros mismos? La pregunta la hace Sófocles y sigue hoy temblando en nuestras cabezas. No quiero desvelar el final de Edipo, pero posiblemente lo mejor de este cuento es que sabemos cómo acaba. A partir de ahí lo que más nos atrae es saber cómo sucede. (...) Edipo se parece demasiado a cada uno de nosotros y refleja lo mejor y lo peor de lo que hacemos o somos capaces de hacer. ¿Cuánto es el dolor por la verdad que hace que te arranques los ojos para no verla?”.
El párrafo anterior corresponde a las preguntas que el propio Lima se hace en la presentación de la obra, y en algún punto desliza los motores de su puesta en escena. En 2023, el Edipo de la Comedia tiene en ese último acto brutal su gran baza, pero construye el camino hasta allí con una potencia escénica voraz que se apoya, en primer lugar, en la excelsa escenografía de Gustavo Petkoff. Allí, además de plantear un espacio marcado por las penumbras, el contraste entre el rojo sanguinolento, el negro y los juegos de luces, entra en escena un recurso cada vez más en boga en el teatro contemporáneo, que es la inclusión de material audiovisual filmado en vivo a través de una steady cam presente en el escenario. La intersección entre la performance escénica y la imagen en movimiento registrada en el momento habla mucho de los tiempos que corren y es una más de las características que anclan esta puesta a la contemporaneidad.
Y este recurso, sumado a la música de Santiago Marrero, permite además explotar la profundidad moral de los conflictos edípicos, y en ocasiones también amplifica las actuaciones del elenco, sobre todo las de Fernando Vannet, un Edipo totalmente entregado cuyo descenso a la locura es paulatino y cuando explota, explota de verdad.
A él lo acompañan de buena manera Roxana Blanco como Yocasta, la esposa/madre del protagonista, y Mario Ferreira como Creonte, nombre que luego será fundamental para los hechos que seguirán hasta esa secuela menos popular pero casi tan paradigmática que es Antígona. También se luce Diego Arbelo, en el papel del corifeo, director del coro, la voz del pueblo. Sus dos parlamentos frente al público, agitando la fuerza colectiva de la voz popular, son algunos de los instantes más estremecedores de una obra que tiene varios.
Andrés Lima tiene una larga trayectoria en las tablas europeas, y con pasos por el Royal Court Theatres de Londres, la Comedie Francaise de París y el Stadsteater de Estocolmo, entre otros, trajo su experiencia hasta el escenario mayor de Montevideo con éxito. Entre los cuestionamientos al poder, la inevitabilidad del destino, las consecuencias de las acciones y el lugar de la verdad, su Edipo Rey es un abordaje contundente al texto de Sófocles, y eleva el primer tercio de la temporada del elenco estable de la IM con destreza. Vale la pena pasar por el Solís y conmoverse ante la fuerza de un clásico que no pierde peso y que si bien estará varios fines de semana en cartelera, no da como para dejar pasar.
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