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La racionalidad del pastoreo

Uruguay ha preferido bajarle el perfil al tema de emisiones de carbono en el campo
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09 de febrero de 2020 a las 05:00

Dos semanas atrás planteaba en una columna (El rediseño del mercado agroalimentario) la importancia de adaptarse a los nuevos requerimientos de los consumidores. Un alimento no puede agravar el cambio climático ni la pérdida de biodiversidad. Es un reclamo que será cada vez más fuerte y en realidad abarca a toda la vida cotidiana. El transporte, el envasado de los alimentos, los deportes y hobbies, todo pasará por un juicio ciudadano: ¿atempera o acentúa el calentamiento global? En el automovilismo veremos más Fórmula E y las carreras que se organizan tan habitualmente pronto serán cuestionadas por las miles de botellas de plástico que dejan tiradas. Enero 2020 ha sido el mes más cálido de la historia, el problema continúa y no parará. Los termómetros no polemizan, solo suben.

Para la carne es un desafío mayor porque los vacunos emiten metano, un gas que medido tonelada a tonelada calienta mucho más que el dióxido de carbono. Puede no gustarnos, pero si queremos defender la causa de nuestra histórica ganadería, solo podemos hacerlo desde la ciencia. Y la ciencia implica plantear hipótesis, para luego medirlas.

Un lector de dicha columna, defensor del pastoreo rotativo, ha planteado que esa línea de razonamiento debía llevar necesariamente a la defensa del pastoreo racional, o rotativo. “La solución es el pastoreo racional. No creo que el pastoreo continuo captura carbono. Pero el pastoreo racional no lo quiere el agronegocio. Y la plata de este es la que controla todo. Si no se corta ese nudo gordiano estamos en el horno”.

Recibido el comentario, es una excelente razón para hablar del pastereo racional y tratar de desatar los nudos gordianos que se presenten.

La idea del pastoreo racional es muy atractiva por una razón sencilla: toda actividad acompañada de racionalidad debe ser bienvenida. Pastoreo, agricultura, horticultura. El problema del adjetivo racional es que es vago y alguien podría plantear que la racionalidad depende de los objetivos. Si quiero llevar una vida tranquila y obtener novillos gordos a campo natural, puede que ser racional sea dejarlos pastorear de continuo en un potrero con baja carga y que ellos elijan los mejores pastos. Puedo funcionar con costo mínimo, poco personal, poco riesgo, y en caso de tener la superficie suficiente puedo lograr una alta calidad de vida.

Vayamos pues al pastoreo rotativo, una idea muy atractiva. Su primer teórico fue el bioquímico, ingeniero y agricultor André Voisin, nacido en 1903 y que en los años 1960 adquirió fama mundial. Tanto que Fidel Castro lo invitó a Cuba a organizar la ganadería de la isla, lo recibió personalmente con honores en el aeropuerto de La Habana, donde Voisin murió de un ataque cardíaco pocos días después, en diciembre de 1964.

La racionalidad de este pastoreo tiene sentido. Los vacunos originalmente se mueven en rebaños compactos para defenderse de los carnívoros, pastorean a fondo una zona para luego correrse a otra. No andan tranquilos cada uno por su lado como cuando están en un gran potrero, seguros de que no saldrá un jaguar o un puma a comerlos en cualquier momento.

Ese movimiento de una masa compacta permite comer el pasto de forma pareja, a diferencia del pastoreo continuo donde los animales eligen y debilitan a las mejores plantas, y rechazan y por lo tanto fortalecen a las plantas menos agradables al paladar y menos nutritivas.

Permitiendo un pastoreo de uno o dos días (y a veces aún menos), con altas cargas animales en poco espacio, se gana la posibilidad de darle a las pasturas un buen tiempo de descanso y desarrollar una sinergia entre el suelo, la pastura y el animal, que debería llevar a que gradualmente, año tras año, el suelo sea más fértil, la pastura tenga un mejor crecimiento y la producción aumente. Cuando esto se logra, aumenta además la biodiversidad y es menor la necesidad de uso de insumos, lo que baja los costos. Los animales se alimentan, y cuando terminan esperan amablemente que el pastor les abra la portera o les levante el alambrado para pasar al potrero siguiente, no sin antes inteligentemente defecar y orinar en el potrero que está por ser desalojado. Para el productor es una fertilización natural antes de irse, para ellos la manera inteligente de no ensuciar la pastura que están por comer. Bienestar animal.

Son varios los seguidores de Voisin y los matices en la actualización teórica, entre las cuales por ejemplo sobresalen las ideas de Allan Savory, que ha visitado Uruguay y tiene una de las presentaciones Ted más visitadas de la historia.

En los últimos años, la obtención de algunas certificaciones para los ganados de pastizal, en base a la protección de las aves y el resto de la flora y fauna, las preocupaciones por el bienestar animal y el clima han llevado a que la práctica haya crecido en Uruguay, tanto entre quienes la implementan como entre los que la han incorporado a su radar de inversiones posibles. Alambrados eléctricos, alimentados por energía solar se agregan al combo de lo destacable del sistema para los consumidores preocupados por la salud del planeta y de ellos mismos.

Pero esta visión, no deja de tener sus miradas críticas. Exige una inversión, hay que resolver el agua y la sombra en decenas de potreros y en cuanto a que capture carbono, solo se puede decir, como Socrates, solo sabemos que no lo sabemos. Falta medir. Falta conocer que ha medido INIA respecto a sistemas rotativos. Falta entender porque en la Facultad de Agronomía la idea ha generado históricamente tan poco interés, exceptuando la histporica figura del gran profesor Millot. Aun hoy quienes trabajan específicamente en campo natural en términos académicos ven con desconfianza o al menos dudas el muy firme convencimiento que muchos productores tienen.

Lo que lleva a otra polémica. Mientras algunos pensamos que Uruguay debe poner un esfuerzo muy importante en medir todas estas cosas, otras posturas son escépticas incluso respecto al esfuerzo de realizar mediciones. Si la ganadería uruguaya es evaluada en el mundo por sus emisiones de gases invernadero estará en problemas. Los vacunos emiten metano y el metano es un problema grave. Falta en el balance poner las capturas de carbono que la ganadería realice. Pero medir es caro y de dudoso resultado, y no puede descartarse que las mediciones no den los resultados que quisiéramos.

Hasta ahora Uruguay ha preferido dejar el tema de las emisiones en su ganadería en un perfil bajo. Recordando a las películas policiales en las que el acusado escucha el “todo lo que diga podrá ser usado en su contra”. Pero como ha dicho alguna vez el encargado del programa de pasturas de INIA, Fernando Lattanzi, la venta de carne se parecerá cada vez más a la automovilística. De los autos y de los novillos, los compradores preguntarán cada vez más cuántos gases de efecto invernadero han emitido. A la larga, creo, medir no será una opción.

Lo que llevará a toda una discusión sobre cómo medir, qué medir, qué estándares serán los fidedignos. Algún día, mucho más cercano del que suele creerse, habrá premios pagados por capturar carbono y castigos en las aduanas por emitir.

Mientras no se mida no se podrá cobrar por el carbono secuestrado. Y mientras no se mida, la discusión sobre qué método de pastoreo es mejor será con más camiseta que números.

Es el complemento perfecto de la terminación a grano si de reducir gases invernadero se trata. La terminación, que es grasa, debe hacerse lo más velozmente posible. Invernar un novillo 300 días generará tres veces más gases que terminarlo en 100 días. Pastoril y terminado a grano no es una contradicción. El rotativo para la cría y recría puede seguramente demostrar ya sin la cuenta del carbono sus virtudes en kilos producidos y en valorización por biodiversidad. Ya tiene mérito propio. Solo que cuando se ajuste el mercado del carbono definitivamente, posiblemente tenga mucho para ganar. No hay unanimidades al respecto en la academia, pero parece ser lo lógico que suceda. Medir debe ser un debate urgente y si se resuelve de la manera que yo creo es la correcta, debe pasar a ser un objetivo firme.

Podemos medir y que dé un mal resultado. Pero es mejor mostrar un mal resultado que se va revirtiendo gradualmente en base a ciencia, que encajonar la información que no nos satisface.

Si el pastoreo rotativo logra demostrar con números precisos que captura carbono, generará una nueva fuente de ingresos monetarios directos que se sumarán a los indirectos, derivados de la mejora en la calidad de los suelos, y habrá ganado la batalla conceptual que hoy está librando.

Espero ver ese momento y que Uruguay, un país vanguardista en tantos aspectos, lo sea también en esa ganadería restauradora de la biodiversidad y cazadora del carbono del aire para que las plantas forrajeras y los árboles lleven ese carbono del aire, donde es un problema, al suelo, donde es una solución. Espero ser testigo de ese momento y festejarlo con un buen asado, porque no se precisan mediciones para defender que comer carne de herbívoros domesticados es correcto. Pero demostrado con números que la vaca uruguaya es parte de la larga lucha contra el calentamiento, será más convincente y un gran motivo de festejo.

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