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La resistencia republicana

La medida que Trump impulsa de poner aranceles sobre los productos mexicanos no cayó nada bien en el partido del presidente de EEUU
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09 de junio de 2019 a las 05:00

Ante la tentación autoritaria del presidente Trump de imponer aranceles especiales a todos los productos provenientes de México si este país no introduce medidas efectivas para detener la llegada de migrantes tanto de su país como de países de América Central, ha surgido un antídoto. El antídoto propio de los regímenes republicanos donde rige el estado de derecho, donde hay equilibrio de poderes y donde el Ejecutivo no tiene la última palabra. A veces el antídoto viene del Congreso y otras viene del Poder Judicial. 

En este caso, en que Trump se ha empeñado hasta el fondo con la aplicación de un arancel del 5% a todos los bienes mexicanos, a partir del 10 de junio próximo, y que seguirá aumentando hasta el 25% en octubre, en la medida en que México no haga nada o no haga lo suficiente, han surgido voces discordantes en el Congreso. Y no en el Partido Demócrata sino en el propio Partido Republicano, que es por lo general más partidario del libre comercio que Trump y que los demócratas.

En efecto, la amenaza de Trump no cayó nada bien en filas del partido del presidente (si es que se puede decir que el presidente tiene algún partido que no sea el mismo). Mitch McConnell, líder del Senado, no salió muy convencido después de un almuerzo con representantes de la Casa Blanca. Y el senador James Lankford fue más allá diciendo que la administración Trump  “está tratando de usar los aranceles para solucionar todos los problemas excepto el HIV y el cambio climático”. Y el senador Kevin Cramer señaló que, si el asunto llegaba al Senado, Trump debería evaluar muy cuidadosamente si tendría apoyo levantar para un eventual veto del Congreso.

Y aquí está el quid de la cuestión. Si Trump usa la declaración de emergencia nacional que declaró en marzo para construir unilateralmente el muro fronterizo, se puede encontrar en setiembre (cuando se cumpla el período de 6 meses de duración de la declaración de emergencia nacional) un voto negativo del Congreso tanto sobre el muro como sobre los aranceles. Si, en cambio, Trump declara una nueva emergencia nacional para aplicar los aranceles, puede generar un voto contrario del Congreso sobre el tema arancelario.

Lo cierto es que la “tentación autoritaria” de Trump respecto a los aranceles, sumado a su inconsistente argumento de que quienes los van a pagar son los mexicanos (de hecho van a afectar a muchos sectores de la industria estadounidense, especialmente el sector automotriz), tiene un límite: la “resistencia propia de las repúblicas”. Todavía es pronto para decir cómo se va a organizar, pero está claro que el Congreso no se va a tragar este sapo trumpiano sin decir agua va.

Por lo demás, reconforta oír voces de senadores republicanos explicando correctamente la teoría económica sobre los daños del proteccionismo, que Trump (y la izquierda del Partido Demócrata, y del resto de Latinoamérica) no logran entender. Estas medidas no son justas con un país con el que se hizo un acuerdo de libre comercio hace 25 años y con el que hay cadenas productivas integradas a las que esta medida provocaría un enorme daño. Tampoco es una medida positiva para los Estados Unidos, que muestra un actuar impredecible en materia internacional, y además, al tener un carácter temporal (hasta que México se “porte bien”), introduce incertidumbre en el mundo de los negocios, que no saben a qué reglas del juego atenerse.

Y mirando más allá, uno no puede comprender cómo el presidente Trump se mete en una guerra comercial con China, que no se sabe cómo va a terminar, pero seguramente con daños para ambos países y por ende para la economía mundial.

Trump ha viajado esta semana al Reino Unido para celebrar con otros líderes de los países aliados el 75 aniversario de la gran gesta del Desembarco de Normandía. Una ceremonia magnífica. Un recuerdo de una hazaña, que contó incluso con la presencia de veteranos que participaron de ese desembarco en 1944 y que ahora tienen 94 o 95 años. Ese hecho, que fue posible por la suma de esfuerzos de varios países, debería llamarlo a reflexión: más vale el esfuerzo mancomunado de quienes defienden determinados valores de libertad y dignidad de la persona humana, que aventuras unilaterales para propia vanagloria y exaltación del ego.

Fue el presidente francés Emmanuel Macron quien sintetizó la situación con gran precisión y claridad: “América, querido presidente Trump, jamás ha sido tan grande como cuando ha luchado por la libertad de los demás”, refiriéndose a la promesa electoral de Trump de  “Hacer América grande de nuevo”. Y culminó:  “Ser dignos de la promesa de Normandía es no olvidar jamás que los pueblos libres, cuando se unen, pueden superar todos los desafíos”. 

Y después de reafirmar el multilateralismo surgido luego de la guerra, añadió: “Nunca podemos dejar de hacer vivir la alianza de los pueblos libres”. Buena lección para el unilateralismo de Trump.

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