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La tentación autoritaria

Una cosa son los problemas migratorios y otra muy distinta, los problemas arancelarios y sus distorsiones
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02 de junio de 2019 a las 05:00

Se conoció al última hora del pasado jueves (y con las características de gobierno de Trump esto puede haber cambiado en 180 grados para cuando esta columna llegue a sus manos), que el presidente estadounidense amenazó con imponer aranceles especiales a todos los productos provenientes de México si este país no introduce medidas efectivas para detener la llegada de migrantes, tanto de su país como de países de América Central.

La medida, que comenzaría a aplicarse a partir del 10 de junio próximo, empezará con una tasa del 5% y seguirá aumentando hasta el 25% en octubre, en la medida en que México no haga nada o no haga lo suficiente. ¿Quién determina si México hace o no lo suficiente? Obviamente, Trump a su sola discreción y juicio.

Si, por el contrario, México, que es el tercer socio comercial de Estados Unidos a quien le vendió US$ 346.000 millones en 2018, toma medidas efectivas para disminuir la migración ilegal, los aranceles serán eliminados, dijo Trump. Y volvió a sacar a relucir su ADN proteccionista diciendo que las empresas mexicanas podrían evitar este aumento de tarifas si relocalizaban sus fábricas en Estados Unidos.

Como si el aumento arancelario fuera algo tan permanente como para tomar decisiones de inversión de largo plazo y como si fuera tan sencillo mudar una fábrica de lugar.

Dato para tener en cuenta antes de continuar con el análisis: según la Oficina para las Migraciones de la ONU, entre enero y agosto de 2018 México deportó más centroamericanos que el propio Estados Unidos.

Pero vayamos más a fondo: por de pronto, la decisión presidencial, sin consultar al Congreso, de aumentar unilateralmente los aranceles a su socio comercial parece propio de un autócrata que se maneja por fuera del imperio de la ley. Es cierto que Trump invoca la autoridad de la Ley Internacional de Poderes Económicos de Emergencia, pero ello es más propio del régimen de Maduro o de Cristina Fernández de Kirchner que del estado de derecho que rige (o debería regir) en Estados Unidos. Una cosa son los problemas migratorios y otra muy distinta, los problemas arancelarios que, además, generan una serie de distorsiones muy graves no ya para los mexicanos sino para la propia economía americana.

En efecto, esta suba de aranceles la van a pagar los importadores americanos y luego los consumidores de ese país. No les va a salir gratis como piensa Trump, cosa que también pensó cuando dijo que los mexicanos pagarían por el muro que pensaba construir para separar ambos países y que por suerte (también para ambos países) aún no ha logrado construir. En la visión de Trump, el arancel perjudica a quien vende, cuando es obvio que perjudica a quien compra, máxime si no está en condiciones de cambiar de proveedor en el corto plazo. 

Pero en la visión simplista del comercio internacional y de la creación de puestos de trabajo, Trump piensa que todo se arregla fácilmente con aranceles y así se ha metido no solo en líos con México sino además en guerra comercial con China, cuyos efectos son sumamente preocupantes. De hecho, curiosamente, la visión de Trump sobre el comercio internacional y sobre las limitaciones que hay que imponer al mismo son muy parecidas, les guste o no, a la visión de la izquierda latinoamericana y por supuesto a la izquierda vernácula. La nuestra, en concreto, se pone a temblar cada vez que se habla de un tratado de libre comercio y logra trancar al presidente Vázquez en sus tímidos intentos, pero intentos al fin, de abrirnos más al mundo.

Por otra parte, la medida de Trump, además de perjudicar a la economía americana por la suba de insumos o de productos finales, introduce un cambio en la reglas de juego que en nada favorece el clima de negocios ni la idea de realizar inversiones. ¿Quién va a invertir si hoy no hay aranceles en los productos que vienen de México y mañana sí porque al señor presidente se le pasó por la cabeza que esa es la mejor medida para detener la inmigración ilegal? Y quizá pasado vuelvan a bajar los aranceles porque Trump considera que México se ha portado bien. Es la falta de previsibilidad propia de republiquetas bananeras que han fracasado en América Latina por falta de instituciones sólidas y por falta de seguridad jurídica y de previsibilidad de las reglas del juego.

No fue así como Estados Unidos se desarrolló para ser la principal nación del mundo. No es ese el camino que han seguido muchas otras naciones en su camino al desarrollo. Lo primero y fundamental es despojarse de la tentación autoritaria que tanto mal hace en lo económico y en lo político. Es impropia de un estado de derecho y debería dar vergüenza en un país que se jacta de cumplir a rajatabla la Constitución y las leyes. 

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