Las aceitunas escasean cada vez más en Grecia, donde ya "no hay invierno"

La ausencia de invierno resulta difícil de soportar para millones de olivos de la región, muchos de los cuales, como resultado, ya no producen ninguna aceituna.

La agricultora griega Zaharula Vassilaki contempla con admiración un enorme olivo bicentenario que, pese al rayo que lo alcanzó hace varios años, es uno de los pocos que todavía produce.

"El clima cambió y los árboles no pueden resistirlo. Ya no tenemos invierno", se lamenta la mujer de 48 años, que produce con técnicas ecológicas en el pueblo de Polygyros, en Macedonia Central. A mediados de noviembre, el termómetro marcaba aún 15ºC en la región.

"En este momento, las temperaturas deberían ser de 10°C", precisa Nikos Anoixas, miembro del consejo de administración de la Organización Nacional Interprofesional de Aceitunas de Mesa (DOEPEL), entidad encargada de promover uno de los productos nacionales por excelencia y que se exporta en casi su totalidad.

Vangelis Evangelinos, de 62 años, que cultiva olivas comestibles en sus terrenos familiares desde que es niño, no recuerda unas condiciones climáticas tan adversas como las que sufrió su región este año. Tampoco recuerda una cosecha tan mala.

La situación implica también un duro golpe para la economía nacional. Según los datos oficiales, alrededor del 85%, es decir unas 185.000 toneladas de la producción nacional, se exporta a más de un centenar de países todos años, aportando al país más de € 450 millones.

Por lo pronto, Europa vivió su septiembre más cálido de la historia. La temperatura promedio se ubicó 2,51ºC por encima del promedio para 1991-2020, y muchos países rompieron sus récords nacionales para el mes. "Las precipitaciones son intensas y breves, al contrario de lo que se necesita para enriquecer los suelos", dice Evangelinos.

Esta situación dañó millones de árboles en la región, según productores y expertos. Como resultado, muchos de ellos ya no producen ninguna aceituna. "Es un problema que notamos a lo largo de los últimos cinco años", precisa la productora Zaharula Vassilaki. La mujer explica que los árboles necesitan alrededor de uno o dos meses de frío para descansar y más tarde volver a producir frutos.

Los productores de Italia y España, los otros dos gigantes del sector en la UE, se enfrentan a problemas similares, lo que provocó una menor oferta y, en consecuencia, un aumento de los precios del aceite de oliva y de las aceitunas, pilares de la alimentación en la región mediterránea.

España, primer productor mundial de aceite de oliva, atravesó un año muy difícil en 2022 y la sequía de éste agravó el problema. Según las estimaciones de la UE, la producción de aceite de oliva en el bloque debería caer en un 39% en 2022-2023 con respecto a 2021-2022.

Athanassios Molassiotis, agrónomo y director del laboratorio de arboricultura de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, afirma que registró un aumento de 2°C de la temperatura durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2022 con respecto al año anterior. “Esto afectó a los cogollos del olivo, en particular la variedad de Calcídica, que necesita bajas temperaturas en invierno", explica.

Es en esa región, conocida además por sus aguas cristalinas y sus playas de arena blanca, donde se producen alrededor de la mitad de las aceitunas de mesa de Grecia; es decir: una media anual de entre 120.000 y 150.000 toneladas, según la cámara de comercio regional.

El impacto es enorme. Más de 150 empresas de la región trabajan en la transformación y la comercialización de las olivas, y más del 90% de la producción es exportada al mundo. Este año, la caída de la cosecha de aceitunas sumió a los empresarios en la desesperación. "Tengo miedo de que la situación empeore", dice el presidente de la cámara de comercio local, Yannis Kufidis.

El empresario explica que el impacto en los productores ya es "enorme", con una pérdida de unos € 200 millones de facturación sólo en Calcídica. En la unidad local de transformación de aceitunas, que gestiona también los cargamentos provenientes de otras partes del país, la dirección afirma que la producción cayó al menos un 70%.

Según un estudio sobre el cambio climático de la Universidad Aristóteles, se espera que, en el mejor de los casos, la temperatura media en la región aumente entre 1,5 y 2°C en los próximos años. Una perspectiva casi apocalíptica para las aceitunas locales, que modificarían su sabor, olor y textura, las características organolépticas que las tornan tan apreciadas.

Para los productores, la esperanza reside quizás en la creación de una variedad de oliva local que necesite menos tiempo invernal. La cámara de comercio regional trabaja codo a codo con la Universidad Aristóteles para crearla. “Es un proyecto muy complejo y costoso, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados”, señala Kufidis.

Los productores lo saben. El clima no da respiro y el reloj corre. Un olivo comienza a dar frutos tres o cuatro años después de plantado, pero recién alcanza la madurez a los diez años. Un horizonte demasiado lejano.

(Con información de AFP)