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Las marcas de vestimenta y calzado que apuestan a producir en Uruguay

A pesar de la competencia de países asiáticos, algunas empresas siguen apostando a la producción local
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03 de octubre de 2018 a las 05:02

"Esto se hizo en esta fábrica, sale de acá adentro”, dice Daniel Kirst, uno de los gerentes de la fábrica de tejidos de punto Hipertex, mientras señala su suéter negro, en donde se ve el ícono de una marca de origen francés que vende sus prendas en todo el mundo, incluso en Uruguay. Esta fábrica es uno de los pocos vestigios del siglo pasado, cuando la industria textil uruguaya funcionaba con esplendor.

Los costos de fabricación y la pérdida de competitividad son señalados como los motivos principales para que las marcas locales dejaran de producir sus colecciones en Uruguay y eligieran países asiáticos o regionales para salir a flote. Sin embargo, lo que sostiene a la industria textil local con algunos talleres es la nueva camada de diseñadores, y las marcas que se aferran a que al menos un porcentaje de sus productos sean fabricados en Uruguay, aunque eso signifique un aumento de costos y menor rentabilidad.

Hipertex comercializa localmente la marca Burma, fabricada en su totalidad en Uruguay desde los años de 1960, aunque la fábrica abrió sus puertas en la década de 1920 de la mano de los abuelos de Ariel Kaplan, uno de los actuales directores. “En ese momento, cuando arrancó la marca, había más producción nacional de ropa. Ahora quedan talleres porque las fábricas más grandes han ido cerrando”, explicó.

Además de vender Burma en Uruguay  –con mayor presencia en el interior del país–, Hipertex exporta sus suéteres, buzos, camperas y otras prendas dentro del Mercosur y, además, desarrolló otra línea con partidas más pequeñas para marcas en Francia, Inglaterra, Alemania, EEUU, Singapur y Canadá. Kirst explicó que en un proceso de reconversión que comenzó hace cuatro años, se desarrolló este servicio. “Es una operativa distinta. Lo que vendemos es un servicio que a los fabricantes de Oriente se les complica dar por un tema de escala”, comentó. Esto implicó una reconversión interna del personal, para aprender sobre otros hilados y procesos que no conocían. “Las exigencias son cada vez más altas, nos hemos ido moviendo para un mercado en el cual se puede cobrar un poco más para poder llegar al precio, que nos sirva y sea rentable”, añadió.

Ambos directivos entienden que en Uruguay antiguamente se valoraba la durabilidad de las prendas, algo que ha ido cambiando con el tiempo. “Hoy a una chica le decís que tenga dos años el mismo buzo y no le sirve. Las prendas de Burma siguen teniendo la misma calidad, pero ese tema de la duración hoy no está dentro de los principales parámetros que alguien busca”, sostuvo Kirst.

Rescatar lo positivo

La familia Satdjian tiene la representación de la marca francesa  de ropa interior Vestale desde hace 20 años, aunque desde 1965 fabrican estas prendas. La actual directora de la compañía, Virginia Satdjian, explicó que desde el taller ubicado en San Martín y Guadalupe se hace todo el proceso completo: se diseña, se corta la tela y confecciona hasta que sale el producto terminado y se comercializa en el mismo local de la marca o en tiendas especializadas de ropa interior.

Vestale

Satdjian habla sobre la actualidad de la empresa y dice que, por ahora, puede seguir fabricando en Uruguay, aunque no sabe hasta cuándo. “Es real que los costos del país son diferentes a los de otros mercados, y eso va todo a la prenda, llega al consumidor final con un precio caro”. Por esto, la utilidad de la marca se reduce. “El mundo de la ropa interior está manoseado, hay muchos productos muy baratos que llegan de China, y después está el de Vestale que cuesta un poco más, pero es de otra calidad”, explicó la directora de la marca.

Lo positivo de fabricar en Uruguay, según Satdjian, es que se confecciona lo que se vende: “No traigo un contenedor con 50 mil prendas y después las tengo que vender a un precio regalado como deben hacer muchos de los que traen los contenedores de China”. Sobre el precio con el que llega el producto al cliente final, apuntó que para la cantidad que se vende, puede mantener la producción. “Por ahora los clientes nos pueden pagar. Si yo quisiera vender 50 mil piezas o más, tendría que irme a fabricar a otro lugar”, dijo.

Las exportaciones de vestimenta confeccionada y calzado van en caída. Según datos proporcionados por Uruguay XXI con base en la Dirección Nacional de Aduanas, de exportar US$ 68.385.854 en 2007 pasó a hacerlo por US$ 36.203.787 en 2017.

Pese a este panorama, la marca Cápita ingresó a un mercado tan competitivo como Estados Unidos destacando la “esencia” uruguaya y ofreciendo el “made in Uruguay” como algo distintivo. Así fue que la marca de calzado para hombres, que salió al mercado en 2014, ya se encuentra en exclusivas tiendas multimarca de Nueva York y otras ciudades.

La CEO y cofundadora de Cápita, Sofía Gruss, explicó que producir en Uruguay es parte de la filosofía de la marca. No fue fácil encontrar la fórmula para producir con la calidad deseada, aseguró la emprendedora. “Estuve dos años para dar con el proveedor con el cual puedo lograr un producto continuo, con un estándar de calidad en el que confío”. Así es que desde una fábrica en Santa Lucía, este calzado llega a exclusivas vidrieras del país del norte, además de Uruguay. “Siempre fue concebido para exportar porque es un producto de nicho. “El valor al que vendemos acá (en Uruguay) es casi la mitad a lo que vendemos en EEUU”, agregó.

80% más estiman los fabricantes uruguayos que cuesta fabricar dentro de fronteras en relación a lo que sucede en otros países, en promedio.

Colegas y allegados de Gruss le preguntaron por qué no producía en Paraguay o Brasil, pero su respuesta fue contundente, y muestra algunos de los beneficios de producir en Uruguay. “Yo no produzco en serie, tendría que viajar muchas veces para poder darle seguimiento. Hay terminaciones que se van viendo sobre la marcha, vamos probando lo que queremos lograr”, explicó. Proveerse de insumos es uno de los motivos que la emprendedora encuentra más difícil para fabricar en Uruguay. “Al ser un mercado muy pequeño, la provisión de insumos es un problema enorme para las fábricas. Acá hay un proveedor de hilo y tenés que comprarle aunque el hilo se reviente”, comentó. Gruss sostiene que el mercado local es “poco atractivo para marcas de nicho” que no tienen grandes volúmenes sino que usan el comercio electrónico para acceder a mercados globales.

“La industria uruguaya solamente puede sobrevivir si busca mercados globales, porque tiene costos elevadísimos para producir. En los países vecinos el costo de producir está entre 30% y 80% más bajo que en Uruguay”, añadió.

Hasta cuándo se pueda

Para la fundadora de Black & Liberty, Florencia Domínguez, la situación de la industria textil uruguaya ha ido “de mal en peor” en los seis años que lleva en el mercado. Sin embargo, dice que no quisiera dejar de producir en el país. “Una parte de nuestra producción creemos que éticamente tiene que ser producida acá”, sostuvo. En un taller se fabrican los jeans, en otro las remeras y llegan a otro para estamparse y bordarse. Por estos y otros centros de fabricación pasan las prendas de la marca.

Domínguez optó por no aumentar demasiado los precios, porque la gente “no compra a ciegas” y “los que terminamos perjudicados somos nosotros porque no le cobrás caro, la gente no paga el triple porque sea hecho acá, entonces bajás tus ganancias”, comentó.
Dentro de las ventajas que abraza la emprendedora para continuar produciendo en su país, esta la libertad. “Hacés prendas únicas porque son más artesanales. Eso es lo bueno que tiene, lo mismo para elaborar a medida, también en pequeñas cantidades”, indicó.

Con dificultades y esperando la “sensatez económica”. Así se encuentra el director de Spy, Andrew Rial, quien tampoco abandona la producción en Uruguay. “Lo que pueda hacer lo hago acá y sino chau, listo”, sentenció. Para el empresario, cuando el tipo de cambio se sincere, puede que la competividad mejore. Spy produce en varios talleres, en donde trabajan “personas que tienen el oficio hace años”, explicó Rial, que opina que ya no es un diferencial que el producto sea hecho en Uruguay. “Algún romántico se fija en eso, pero la mayoría de la gente no se preocupa y no tiene por qué. No importa si está hecho en China, Colombia o San José, es lo mismo”, dijo.

Pappolino, la marca de vestimenta infantil, comenzó hace tres colecciones a producir el 80% en el exterior y el 20% en Uruguay. La directora de la marca, Agustina De León, comentó que los costos de mano de obra, las telas y la calidad fueron los motivos por los que tomaron la decisión de producir en el exterior. “Se logran mejores terminaciones, hay mejores telas y podemos darle al cliente final un producto mejor terminado y de mejor calidad a un precio no tan alto como produciéndolo en el mercado local”, sostuvo.

En Uruguay se fabrican las prendas que se confeccionan en menores cantidades, como vestidos, calzas, remeras estampadas y algún accesorio extra. “Lo que tiene como desventaja de producir en el exterior es que los volúmenes de cantidades de prendas son muy altos.  Hoy no tenemos una gran cantidad de locales como para poder  tener tanta cantidad de mercadería, entonces traemos los básicos del exterior, como remeras, camisas, camperas y la linea de bebés recién nacidos”, agregó.

La estrategia de Pappolino fue mantener los precios. “Si bien Uruguay estaba alto por la inflación y los costos fijos, lo que tratamos de hacer fue absorber eso nosotros y poder mantener los precios, ya que  al producir en el exterior nos bajaron los costos”, sostuvo De León.

Kirst de Hipertex coincidió en que el principal costo de fabricación en Uruguay es la mano de obra. “Cuando tenés un porcentaje de tu costo muy grande en lo que es mano de obra, que es aproximadamente 80% de la prenda, lo que estás vendiendo es básicamente la mano de obra uruguaya con todo lo bueno y lo malo de ella”, reflexionó.

Fuentes de la Cámara Industrial de la Vestimenta confirmaron que el sector “prácticamente no existe”. Uno de los principales inconvenientes que se percibe es la falta de trabajadores con el oficio de tejedores o costureros, una tarea que no se puede reciclar. 

No perder la esencia
El riesgo que se corre al producir en el exterior es “desviarse” del diseño. Así lo entiende la directiva del sector textil de la Cámara de Diseño de Uruguay, Inés Ott. “Lo que empieza a pasar es que a veces se desdibuja un poco cuando se manda a hacer afuera por costos. Es fácil desviarse y optar por comprar de catálogo y completar parte de la colección con series de productos que ofrece el proveedor y no son diseños exclusivos”, dijo Ott.
Para la diseñadora, que tiene su propia marca de calzados y accesorios de cuero, se pierde la esencia del diseño uruguayo si se opta por la producción en el exterior. “Como diseñadores está bueno que tengamos una impronta y un perfil de diseño pensado y nos apartemos un poco del perfil del multimarca o del fast fashion”, agregó. Para ser socio de la cámara no es necesario tener la producción instalada en Uruguay, lo que se evalúa es si la empresa se dedica por lo menos en 70% al rubro diseño.

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