Manifestación en la Plaza Bellecour en Lyon del lunes 5 de febrero.

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Las protestas de los agricultores alimentan a las fuerzas de las derechas euroescépticas

Los cortes de rutas en Francia, Bélgica, España y Alemania alimentan el discurso nacionalista de cara a las elecciones para el parlamento europeo de junio próximo
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06 de febrero de 2024 a las 05:04

La tensión entre los agricultores franceses y las fuerzas de seguridad durante los últimos días de enero y primeros de febrero llegaron a un punto de tensión cuando los manifestantes trataron de entrar en el mercado Rungis, al sur de París, considerado una “línea roja” por el gobierno de Emmanuel Macron.

Pero no solo se trata de París, sino de cortes de carreteras en el acceso a las ciudades más grandes del país, incluso con desfiles de tractores en las avenidas.

La semana pasada, tras la escalada de las protestas, el presidente de los Jóvenes Agricultores (JA), Arnaud Gaillot, en una rueda de prensa junto con Arnaud Rousseau, cabeza del sindicato rural, FNSEA (Federación Nacional de Sindicatos de Explotación Agrícola), dijo: “Hemos decidido suspender los cortes de carreteras y pasar a una nueva forma de movilización”.

Tras una semana de lucha que se contagió a todo el país a causa del aumento de los impuestos sobre los combustibles agrícolas, competencia desleal y contra las estrictas regulaciones, los campesinos hicieron un alto. El primer ministro de Francia Gabriel Attal abrió una rueda de conversaciones el jueves pasado, que se tradujo en una paz momentánea.

El paso de un millar de camiones por las calles de Bruselas, sede de las autoridades de la comunidad europea ese mismo jueves, hizo temblar a muchos políticos europeos dentro y fuera de la capital comunitaria.

A cuatro meses de las elecciones europeas de junio, estos conflictos son también un barómetro al interior de muchos países comunitarios. El malestar de los campesinos es un caldo de cultivo para las fuerzas más ultras de toda Europa, no solo por las posturas derechistas, sino porque la Unión Europea no satisface a las demandas de los productores rurales.

La agenda electoral de derecha euroescéptica y negacionista climática cobra fuerza en momentos donde el costo de la energía y de los alimentos cambia el humor de muchos votantes de las fuerzas centristas.

Las recientes concesiones de la Comisión Europea a los agricultores son una prueba. Cuando todavía no habían retirado aún los tractores de la capital belga, el Ejecutivo europeo, presidido por la conservadora alemana Ursula von der Leyen, accedió a derogar algunos de los gravámenes a los productores y prometía que este mismo mes presentará un plan para reducir la carga impositiva de los agricultores.

Un reciente estudio del European Council of Foreign Relations (ECFR) confirma las proyecciones respecto de que en los comicios al Parlamento Europeo de junio, el giro será a la derecha en muchos países y será a costa de los escaños del centro y la izquierda.

De acuerdo con el estudio, esas derechas podrían liderar las votaciones en Francia, Bélgica, Italia y Países Bajos y otros cinco países, mientras que se situarían en segundo o tercer lugar en otros nueve de los 27 Estados miembros, entre ellos en España y Portugal.

Estos pronósticos llevan a una nueva configuración de la Eurocámara, hasta ahora liderada por los socialdemócratas, los liberales y los conservadores del Partido Popular Europeo (PPE). En cambio de esa alianza emergen una mayoría de dirigentes que no confían en las instituciones comunitarias y responden a partidos sin aspiraciones comunitarias.

Una víctima sería la política medioambiental, que tomó impulso con el Pacto Verde, despreciado por las fuerzas ultras y euroescépticas. “No es incompatible la defensa de un sector estratégico para la UE, como es la agricultura, con la defensa del medio ambiente”, sostiene la socialista española Iratxe García.

Para la presidenta de Renovar Europa, la fuerza centrista comunitaria, Valérie Hayer, “los agricultores conocen perfectamente la utilidad de Europa. No reclaman un Exit, sino que les hagamos la vida más fácil y que los apoyemos. Hayer es hija, hermana y nieta de agricultores.

Sin embargo, las protestas campesinas miran a los llamados populistas de derecha con más atención. El primer ministro húngaro Viktor Orbán, que se peleó con sus pares comunitarios por negarse a las ayudas a Ucrania, no dudó en salir entre los tractores estacionados en Bruselas, en las puertas del Parlamento Europeo. Dijo que allí escuchaba “la voz del pueblo”.

Grupos como Vox de España también se plantaron en el centro de la protesta para hacer propios los reclamos de los agricultores.

La socialista española García dice que “desde hace tiempo hay una pugna entre la extrema derecha y la derecha para intentar instrumentalizar el espacio del mundo agrícola con fines electorales de una forma totalmente irresponsable, haciendo además un flaco favor al sector”.

Y agrega: “Estaría bien recordar que la última reforma de la PAC (Política Agrícola Común) que comenzó a aplicarse este año fue aprobada por todos los ejecutivos nacionales, de todos los colores políticos, incluido el húngaro”.

Este conflicto va a repercutir no solo en las elecciones comunitarias sino en las de Francia y Bélgica, país en el que las elecciones generales se celebran al mismo tiempo que las europeas.

El eurodiputado francés de Renew Pascal Canfin, presidente de la Comisión de Medio Ambiente dijo a los periodistas en Bruselas: “Tenemos que cambiar nuestra teoría del cambio. Deberíamos pasar de una serie de regulaciones solo para los agricultores a un paquete que apunte a toda la cadena de valores del sector agroalimentario”.

El socialdemócrata neerlandés Mohammed Chahim, que de joven era campesino, también cree que ese es el camino adecuado: “¿Cuál es el margen de beneficio de un kilo de papas para un agricultor? ¿Dónde se queda el dinero? ¿En el transporte, en los intermediarios, en los usuarios finales? Creo que el futuro de la agricultura debería ser sostenible y necesitamos más agricultores en Europa, pero tenemos que asegurarnos de que las condiciones del mercado son justas para ellos”.

El francés Canfin afirma que este cambio requerirá de un esfuerzo no solo de Bruselas, que debería acelerar una regulación sobre la materia, sino de toda la sociedad: “¿Deberíamos pagar un poco más por comida sostenible local hecha en Europa? La respuesta es sí. ¿Puede todo el mundo pagar ese coste extra? La respuesta es no. No necesitamos que todo el mundo acepte pagar este coste extra, pero sí una parte de la sociedad. Es una decisión democrática”.

Canfin sentencia: “Si nadie quiere pagar por algo, entonces nunca pasará. Pero entonces nunca lograremos reducir las emisiones de CO₂. Nunca tendremos una agroindustria ni agricultores prósperos en Europa y seguiremos importando comida barata. Y volveremos a tener manifestaciones en las calles”.

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