Opinión > ANÁLISIS/ N.FERNÁNDEZ

Lo que está atrás del movimiento de indignados rurales

Subestimada por los políticos, la protesta espontánea y anárquica trae más problemas
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12 de enero de 2018 a las 19:30

Sin que fuera anticipado por gobierno ni oposición, se instaló un conflicto complejo con varias dimensiones de choque. Hay una que es la de enfrentamiento entre "campo" y "ciudad". Pero no es la única.

Existe otra dimensión que es entre productores desconformes con las gremiales del sector.

Otra es política, y con filo partidario: de blancos contra frenteamplistas.

Y hay otra que es la de "la gente de a pie" contra "los políticos", la que es preocupante y parece que no es leída con atención suficiente por la dirigencia partidaria.

Y hay otra que es económica, sobre relación de costos e ingresos, sobre presión tributaria y condiciones de producción.

Una gran cantidad de productores rurales enfrenta una situación adversa, la que para muchos es desesperante; mientras ven pasar el tiempo sin que lleguen "soluciones" políticas como las que pretenden, y el gobierno no recibe de urgencia a las organizaciones gremiales del sector.

Los paisanos se dan manija por mensajes de voz que viralizan en redes, y cuando se juntan en una improvisada asamblea sin regla alguna, sienten que el discurso más virulento y la propuesta de acción más arriesgada, es premiada con el "aplausómetro".

Es claro que no lo hacen por gusto, ni por desestabilizar al gobierno. Con un verano tan espectacular, nadie pierde tiempo en asambleas o manifestaciones, si sus cosas andan bien

Veamos entonces las dimensiones de la confrontación.

Campo versus ciudad. La gente de Montevideo mira con desconfianza a la del campo y también con desconocimiento. Siente que los ruralistas son eternos llorones, y que si no venden la tierra será porque tan mal no les va; les cuesta entender la lógica del negocio rural.

La gente del campo se siente ninguneada por la capital, y percibe que el centralismo del país lleva a que Montevideo goce del fruto del campo pero no lo quiera reconocer. También desconoce el funcionamiento institucional, mecanismos de economía que no dependen de un gobierno y otras cuestiones de resorte político.

El diálogo nunca es fácil cuando hay desconfianza y desconocimiento.

El choque no es nuevo. Al final de la primera década del siglo XIX, el país se fue gestando con una polarización que se repetía en varias regiones sudamericanas, entre "capital" y "provincias", entre la ciudad y el campo. Y eso tuvo correlacion política.

Es de aquellos tiempos que se remontan las raíces de los partidos fundacionales y que el historiador Juan Pivel Devoto indentificó como el "partido de la ciudad", y el "partido de la campaña".

En el primero de estos, el historiador ubica como caudillo al virrey Francisco Javier de Elío, aunque con un bando dividido en dos corrientes: pro hispanos y orientales.

Al "partido de la campaña" lo presenta como un bando que se forma con caudillos locales y que en algunos períodos es unificado por José Artigas, aunque tambien presenta diferencias internas.

El recorrido histórico de aquella banda oriental comprendió otros cruces, entre federales y unitarios en su versión local, y después entre blancos y colorados, y fue configurando un mapa interno por el resultado de enfrentamientos y pactos posteriores: la Guerra Grande con los colorados en la "defensa" de Montevideo, y los blancos afirmándose en el interior; así como las revoluciones nacionalistas y los acuerdos con reparto de jefaturas políticas.

Mucho más acá en el tiempo, la izquierda desplazó a los colorados de la capital y los blancos mantuvieron sus bases en el interior.

El Frente Amplio tuvo con Mujica un buen caudillo para recoger voto de ruralistas y en eso influyó la crisis de 2002, con un sector agropecuario golpeado por recesión y endeudamiento en moneda extranjera, que se complicó tras la devaluación. Pero el Frente fue sólido en capital y los blancos marcaron territorio en el campo.

Ciudad y campo tienen un diálogo de sordos, y a veces, mezclado con el ruido político-partidario.

Gobierno versus oposición. La primera respuesta del presidente Tabaré Vázquez a estar protesta rural fue de médico: les dijo que las audiencias las fija el día 15 de cada mes, como si uno quisiera sacar número para un doctor y la orden de la mutualista se saca cierto día del mes.

El jefe de Estado no se puede dejar "llevar con el poncho", pero él o su entorno deben cooperar en desactivar un conflicto que no tiene cauce.

En el medio, algún dirigente oficialista, como el socialista Yerú Pardiñas, acusó al movimiento ruralista de operar con un "móvil político" y un objetivo "desestabilizador", una acusación grave que lo único que logra es "mojar la oreja" de los indignados, para que se calienten más.

Es visible que algunos de los que están en esa protesta son dirigentes nacionalistas de segundo orden o militantes blancos, pero el planteo de los productores no es por un invento: la rentabilidad de muchos rubros del sector se ha caído o es nula. Están en problemas.

Y la oposición no ayuda, porque varios sienten necesidad de manifestar sintonía con el clamor agropecuario, sin marcar la cancha y advertir que no se puede tolerar medidas drásticas que se incuban en esos movimientos anárquicos. No perciben que ésta es una muestra de un sentimiento "anti-políticos" que es riesgoso para preservar la calidad de la república.

La gente de a pie" contra "los políticos". Ahí radica una controversia que supera a este caso. Hay antecedentes de casos similares, de broncas espontáneas, de marchas como para mostrar en la ciudad "la presencia del campo", pero ahora el fenómeno tiende a asemejarse a protestas de "indignados" de otros lugares, las que no se canalizan por organizaciones representativas sino que se promueven por vías informales.

Y eso en medio de una devaluación en la opinión pública del valor de la democracia y la política; hoy le pegan al Frente Amplio porque está en el gobierno, pero las críticas que se escuchan son a "los políticos", a los sueldos de ministros, al gasto en viajes o al presupuesto de embajadas. Eso es malo.

Productores versus gremiales. En tanto, las cámaras siguen el protocolo institucional, pero el movimiento crece en bronca y los supera. No es para respaldar la acción de los dirigentes, es para presionar por vía paralela pero con estrategia más agresiva. Y como esos productores se fijan reglas por Whatsapp, se creen que eso es organizarse. Si fuera coordinado, la bronca podría ser canalizada, pero no lo es. El riesgo que es el movimiento anárquico arrastre a las organizaciones.

Y hay un problema económico. El gobierno, y también la oposición, subestiman el problema que se ha desatado, que tiene un canal político complejo, y otro económico mucho más áspero. El problema es que en el corto plazo no hay solución fácil, ni para este período ni para el próximo, gobierne quien gobierne.

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