Hace casi un cuarto de siglo que el Partido Colorado dejó de ser el “partido de gobierno” en Uruguay, desplazado por la izquierda primero y por el Partido Nacional después. Pero, además del poder, parece haber dejado por el camino un atributo que lo distinguía de su tradicional rival histórico. Es así que mientras los blancos han aprendido de las luchas fratricidas del pasado y ahora sus diferencias internas son exhibidas con evidente cuidado, a los colorados ya no los identifica aquella costumbre de limpiar dentro de las paredes de su casa lo que podía ensuciar su prestigio si se ventilaba.
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