La decisión anunciada el pasado lunes por el gobierno de postergar completamente la suba de los combustibles estaba dentro de lo posible, pero no era la decisión más probable. O al menos, no era la más fácil de argumentar. El aumento de los costos del principal insumo para la refinería pone en rojo las finanzas de Ancap y frente al dilema entre subir los precios o asumir el costo fiscal, el gobierno se decantó por la segunda opción. Una decisión que resulta simpática para algunos, pero que forma parte de un esquema de prioridades difícil de entender a la luz de la crisis sanitaria y la incertidumbre financiera que trae asociada.
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