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Los negocios regresan a Arabia Saudita en silencio

Seis meses después del asesinato del columnista Jamal Khashoggi, las empresas ya no evitan el reino árabe; las corporaciones y el gobierno saudí se necesitan mutuamente
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24 de abril de 2019 a las 05:02

La semana pasada cientos de inversores se amontonaron para hacer pedidos por US$ 100.000 millones, para la primera venta de bonos a nivel internacional relacionada con la empresa petrolera respaldada por el Estado saudita. La lógica es simple: se puede ganar muchísimo dinero al trabajar con el reino que vive de la empresa más rentable del mundo: Aramco. Hace unas semanas, Aramco divulgó que en 2018 había generado US$ 111.100 millones en utilidad neta. Esa cifra supera la combinada de Apple, Royal Dutch Shell y Exxon Mobil. 
“No es nada personal”, comentó J. Robinson West, el director gerente de la consultora BCG for Energy Impact, para explicar por qué los inversionistas y los bancos se abalanzaron sobre la venta de bonos.

Para las corporaciones de todo el mundo, la muerte de Khashoggi -un columnista de The Washington Post que fue estrangulado cuando entró al consulado saudita en Estambul- era una controversia que debían evitar. Líderes empresariales se retiraron de un congreso de alto perfil a celebrarse en Riad, que iba a ser patrocinado por el gobierno, y desde entonces se han mantenido en silencio respecto de los vínculos de sus empresas con el reino. Sin embargo, los negocios del mundo y el gobernante “de facto” de Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, reconocen que se necesitan los unos a los otros.

La fortuna de Arabia Saudita cae y sube con el precio del petróleo. Cada vez es más común que busque nuevas inversiones y nuevos negocios para mantener a su población de rápido crecimiento -33 millones de personas- y para reducir una tasa de desempleo cercana al 13%. Tras un aumento de una tercera parte en los precios del petróleo este año, a unos US$ 71 por barril de crudo Brent, la promesa de Arabia Saudita ha sido demasiado rica como para que muchas de las grandes empresas la dejen pasar. Google, JPMorgan Chase y el gigante de la tecnología SoftBank son algunos de los que han mantenido su relación con el país.

Durante más de un año, Google ha trabajado en un centro de datos saudita, su primero en el Medio Oriente. Las revelaciones sobre el asesinato de Khashoggi no han desviado sus planes. Cuando se le cuestionó sobre sus negocios con el reino, Google respondió que había firmado un memorando de entendimiento con Saudi Aramco a inicios de 2018. 

SoftBank, cuyo fondo Vision Fund es de casi US$ 100.000 millones para inversiones en tecnología, cuenta con el gobierno saudita como su más grande respaldo. Ha participado en 20 inversiones desde que surgió la noticia sobre Khashoggi, de acuerdo con datos de S&P Global Market Intelligence.

Muchas empresas de Occidente guardaron silencio sobre sus inversiones continuas en Arabia Saudita semanas después de la desaparición de Khashoggi. No obstante, en noviembre, el director ejecutivo de SoftBank, Masayoshi Son, expresó una justificación que muchos titanes corporativos han usado discretamente para trabajar con el reino. “A pesar de lo terrible de este suceso, no podemos dar la espalda al pueblo saudita, pues trabajamos para ayudarle en sus esfuerzos continuos de reformas y modernización para su sociedad”, mencionó a analistas e inversionistas en una presentación de ingresos en Tokio. Sin embargo, algunas empresas han decidido retirarse.

A inicios de este año, una agencia de talentos de Hollywood regresó una inversión saudita de US$ 400 millones y terminó su relación con los líderes del reino. En el caso improbable de que más empresas de Occidente sigan su ejemplo, el reino tiene un plan de contingencia: trabajar cada vez más con sus aliados de Asia. Países como China, Corea del Sur y Tailandia se han vuelto clientes claves de los sauditas a medida que Estados Unidos reduce su dependencia en el petróleo importado debido a la producción doméstica de esquisto. El gigante petrolero chino, Sinopec se ha vuelto un inversor de alto perfil en el reino, con una empresa conjunta de refinería con Aramco y una instalación de investigación y desarrollo. 

Fuente: The New York Times

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