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Los servicios como bandera: ¿por qué tienen más futuro que la industria?

Uruguay presenta mejores condiciones para apostar a ese sector que al rubro manufacturero
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23 de febrero de 2019 a las 05:01

Luego de unas semanas intensas tras las decisiones de multinacionales como Colgate-Palmolive y Fleischmann de dejar de producir en Uruguay, el concepto de “destrucción creativa” –ideado por el sociólogo alemán Werner Sombart y popularizado por el economista austríaco Joseph Schumpeter en 1942–, volvió a ser tema de debate en la agenda pública nacional, incluso como argumento sostenido por el propio presidente de la República, Tabaré Vázquez.

Sin embargo, a la no novedosa y compleja situación que vive la industria uruguaya le subyace una realidad estructural, que responde básicamente a un país con muchas mejores condiciones para apostar a los servicios que a la industria manufacturera, circunstancia que cada vez es más evidente.  

Según el doctor en Economía especializado en Comercio Internacional, Marcel Vaillant, el problema que tiene Uruguay es que para poder producir en la industria manufacturera se necesita estar mucho más integrado al mercado regional. 

“El movimiento del comercio y bienestar para las economías pequeñas requiere de la mayor integración posible, cuando Uruguay a nivel regional en términos comerciales tiene poca integración. Si hay mucha integración sería indiferente estar en Uruguay que en San Pablo, y puedes acceder al mercado como si fuera tu mercado, pero esa no es la situación en la que estamos. En términos de costos estructurales para las manufacturas es más fácil que el mercado grande sirva al chico, que viceversa”, comentó. 

Luego de siete años de caída consecutiva, la industria uruguaya alcanzó en el último año el menor número de personal ocupado y horas trabajadas desde 2003. 

En cambio, por razones de economía de escala principalmente, Uruguay presenta condiciones mucho más favorables para crear puestos de trabajo en servicios que en fábricas, dado que, entiende Vaillant, para apostar a la manufactura el país “tiene que tener una vocación regional”, sobre todo en productos como pueden ser la levadura o los productos de limpieza, que  no tienen grandes traslados desde donde fueron producidos al mercado en el que van a ser comercializados. “Pensar que la manufactura en Uruguay va a sobrevivir abasteciendo nuestro propio mercado no existe”, declaró Vaillant a El Observador.

“Se generó el ambiente. Comenzó a partir de que hubo una buena oferta calificada debido a los buenos ingenieros que aparecieron y la demanda estaba”, dijo Vallarino en relación al desarrollo del software en el país en la década de 1980. 

Por su parte, en los servicios un sector que sobresale –aunque no el único– como paradigmático es el de la tecnología de la información, que crea entre 20 y 30 empresas al año. El presidente de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (Cuti), Leonardo Loureiro, señaló que en esta rama –a diferencia de lo que ocurre con las fábricas o manufacturas– la mayor concentración en el trabajo “está dirigida a la exportación, para lo que no hay límites”. Explicó además que a diferencia de la industria, la mayor inversión se da en los recursos humanos, dado que el 80% de la estructura del gasto es en personal y la inversión en activos de capital es mucho menor. 

“Cuánta más gente tenemos mayores son las posibilidades para nuestras empresas. Siempre que me preguntan digo que el límite nuestro es infinito. Podemos exportar infinidad de cosas”, comentó Loureiro.

En el año 2017 la industria tecnológica facturó US$ 1.500 millones, de los cuáles US$ 650 fueron en exportación y el resto en el mercado interno. El sector en la actualidad emplea a 14 mil trabajadores –con desempleo cero– y es el mayor exportador a Estados Unidos. 

2,1% cayó el núcleo industrial durante 2018 después de un repunte del año previo; entre los 19 rubros que componen el sector, 11 cerraron con una caída de su actividad. 

Por su parte, el docente e investigador de la Udelar, Diego Vallarino, dijo a El Observador que lo que también acontece es que en el área de los servicios –y sobre todo en lo tecnológico– la mano de obra es mucho más especializada. “Entonces, por más que en las empresas de software el tipo de cambio es importante, no es tan esencial como para los rubros industriales”, explicó. 

Vallarino dijo que en el caso de la tecnológicas desde la década de 1980 se desarrollaron los factores estructurales para el desarrollo del sector informático, incluso con muy buena educación, que permitió que esa industria avance de manera más avanzada en comparación a  América Latina. 

“Si lo pensamos en términos de desarrollo, para la industria tecnológica se ha creado en los últimos años una infraestructura como si se hubiesen puesto rutas y tren. Los servicios cuentan además con un respaldo que cuando te apoyas arriba tienen un valor agregado que va de la mano con la formación de la gente, y que permite también apropiarse casi en tiempo real del valor que se crea. En cambio, en la industria se genera valor pero después no sabes si te lo vas a apropiar”, comentó Vallarino. 

El especialista complementó sosteniendo que en el caso de la industria manufacturera, si bien tuvo un desarrollo tempranero, desde la sustitución de importaciones hasta el día de hoy nunca “pudo despegar para ser competitiva, por distintos factores como de escala o de situación geográfica”. 

Loureiro, sin embargo, acotó que esa dinámica en el grado de la especialización va a ir cambiando con la incorporación de la tecnología en la industria, lo que “va a llevar a que se requiera de personal con mayor capacitación”. 

En 2018 Uruguay volvió a perder 8.000 puestos de trabajo, que aunque el dato fue algo menor que en 2017, si se toma en cuenta lo acumulado desde 2014 implican unos 45.000 empleos perdidos en el país. 

En el turismo, por ejemplo,  la oportunidad radica en que al Uruguay ser un país pequeño y que no recibe tanta cantidad de turistas en términos relativos, se vuelve más factible poder dar valor agregado a partir de la individualización del cliente. “Lo mismo ocurre con el comercio y el consumo. Es más sencillo personalizar al ser pequeño porque no depende de la escala, es una ventaja”, reflexionó Vallarino. 

El mundo como oportunidad 

Por otro lado, las zonas francas desplegadas en todo el territorio nacional representan el empleo de 14 mil personas, el 34% del total de los servicios exportados y el 28% de los bienes, si se toman en cuenta las pasteras. En general, explicó el presidente de la Cámara de Zonas Francas del Uruguay, Diego Licio, en esos enclaves aduaneros pululan servicios de logística, además de audiovisuales, contables, financieros, administrativos y comerciales para empresas y conglomerados de toda América.  

Licio dijo que una de las características clave de los ecosistemas empresariales de las zonas francas, es que se capta la gente más capacitada que hay en Uruguay. “Es una gran herramienta de retención de talento”, comentó. 

US$ 1.887 millones fueron los ingresos por turismo durante el 2018, según el Ministerio de Turismo. Los principales destinos fueron Montevideo, Punta del Este, el litoral termal, Colonia y Rocha. 

En la actualidad hay en el país al menos 60 empresas que utilizan a Uruguay con el concepto de hub regional. Para el coordinador  del Programa de Servicios Globales de Uruguay XXI, Alejandro Ferrari, esto se debe a que a pesar de que en temas de costos no se es tan competitivo, la estabilidad política-económica, la seguridad jurídica, la pata tecnológica y los servicios de buena calidad, la mano de obra especializada, además de regímenes e incentivos impositivos, hacen que Uruguay resulte un país atractivo para brindar servicios “hacia las Américas”. 

En este sentido, Vaillant reflexionó que en los últimos años  “la modernidad de Uruguay en términos de transformación productiva ocurrió en los productos intensivos en recursos naturales con sus procesos industriales y en los servicios”.

 

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