Opinión > Nelson Mandela
Mandela y una enseñanza para Uruguay
John Carlin es un periodista escocés que se crio en Buenos Aires y tiene la vida que probablemente todos aquellos que un día decidimos ser periodistas nos hubiese gustado tener. Un hombre con gran inteligencia, sencillo, sensible, que ama las palabras y sus significados, que le interesa el mundo y lo ha recorrido admirándolo y narrándolo.
Escribió tres libros sobre Nelson Mandela, a quien conoció cuando, siendo joven, era corresponsal del diario británico The Independent en Ciudad del Cabo. Corrían los sangrientos años del final del apartheid. Le tocó cubrir su liberación tras 27 años preso en Robben Island y las primeras elecciones en la que votó la población negra en la historia de Sudáfrica y en que ganó la presidencia precisamente Mandela.
No solo conversó con él varias veces, sino a muchos de los que lo rodearon; amigos y enemigos; incluyendo a sus carceleros, a quienes lo sentenciaron a cadena perpetua, al fiscal que pidió su pena de muerte y a quienes querían asesinarlo para evitar que llegase a convertirse en el primer mandatario negro de su país.
Desde entonces viene recorriendo el mundo escribiendo crónicas, entrevistado a grandes personalidades, políticos, gente común y deportistas de elite como Lionel Messi, Diego Maradona y Rafael Nadal.
También fue un éxito editorial su libro "El factor humano: Nelson Mandela y el partido que hizo a una nación” (2008), que inspiró la película Invictus (2010), dirigida por Clint Eastwood, sobre el primer mundial de rugby que se celebró en Sudáfrica cuando Mandela ―cuyo papel fue interpretado por Morgan Freeman― recién había asumido en un país al borde de una guerra civil al que solo le auguraban “la paz de los cementerios”.
Carlin llegó a Uruguay a brindar una conferencia para el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) a instancias de su director ejecutivo que lo había escuchado en Paraguay hace más de un lustro y desde entonces quería que contara el legado del Mandela. El comienzo de un período electoral en Uruguay era un buen momento para hacerlo.
La conferencia del periodista escocés fue un bálsamo de esperanza en un mundo donde “hay más de 100 conflictos bélicos en curso”. Contó de primera mano el detalle de la personalidad de Mandela y las estrategias para evitar el derramamiento de sangre y encontrar una salida pacífica durante el fin del apartheid. A Mandela no le quedaba otra opción que convencer al enemigo racista que aún estaba en el poder y tenía una milicia armada hasta los dientes en las calles, que el único camino era ir a elecciones, respetar su resultado y aprender a vivir juntos.
En Sudáfrica, en los tiempos de la liberación de Mandela no había una grieta, había un precipicio sin fondo que dividía a la nación. Sin embargo, logró evitar la destrucción total del país.
Escuchar de primera mano cómo se logró, lo que cedieron las partes y las estrategias pacíficas de Mandela para evitar la explosión violenta fue una enseñanza para la historia de la humanidad que obliga a detenerse a pensar un poco en nuestro país, y el desafío para nuestros líderes políticos y los militantes y en un año electoral.
“El problema con la polarización es que la conversación política se convierte en una especie de diálogo de sordos e intercambio de insultos, donde la política se convierte en un juego y en un deporte sin reglas en el que se vuelve casi irrelevante la agenda que cada partido tiene”, sostuvo el periodista.
“La idea de servir al público es muy secundaria a ganar el partido y todo se subordina a eso, y si uno se descuida se puede hacer un camino muy resbaladizo para abajo”, advirtió.
“Lo fantástico de Mandela es que no esperó a que hubiese una guerra. Él evitó que la guerra se iniciara, cuando todas las condiciones existían para una guerra civil atroz, racial, en un país como Sudáfrica. Hoy podría estar fácilmente como Israel y Palestina. Pero Mandela fue más lejos; él evitó que empezara”, afirmó horas más tarde en Radio Uruguay.
Mientras lo escuchaba me resultaba imposible no pensar en los retos de la patria de las “suaves ondulaciones”, que fue la “Suiza de América” y es hoy 2024 “modelo de la democracia en el mundo.
Estamos en el comienzo de un año electoral que, muchos pronostican, será terrible. Pareciese que hasta hay quienes desean que el país se polarice y se crispe.
Cuesta creer que las minorías ruidosas y escandalosas le ganen a las mayorías mesuradas y silenciosas. Escuchar el legado de Mandela fue un soplo de aire limpio, elevó la mirada y el pensamiento.
Carlin cerró su exposición con una poderosa reflexión sobre la integridad como piedra angular del liderazgo de Mandela. En un mundo donde la polarización y la discordia amenazan con socavar los cimientos de la convivencia pacífica, las lecciones del expresidente sudafricano resuenan con una claridad incuestionable. Su capacidad para conquistar la confianza incluso de aquellos que lo consideraban enemigo nos recuerda que la verdadera grandeza no reside en la confrontación, sino en la búsqueda de entendimientos y conciliación.
Es deseable que su legado inspire sobre la importancia de la integridad de la República y que nuestros políticos, a pesar de las diferencias en el proceso electoral, encuentren puntos de encuentro, recordando siempre las palabras de Mandela: "La valentía no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él".
