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Martín Rodríguez: "No me extrañaría que el fútbol se animara a visibilizar otras orientaciones sexuales"

Rompió el molde del fútbol cuando anunció su homosexualidad y ahora busca hacer lo mismo con el guetizado y golpeado periodismo deportivo
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29 de octubre de 2018 a las 05:00

Hay una primera escena concreta: un grupo de niños que corren detrás de una pelota mientras una voz infantil más profunda que la media relata el pase, el caño, el gol, el abrazo, el pasto que se levanta. 

Hay sonidos: resonancias de viejas transmisiones en radios familiares; voces que se quedan en los oídos y que caminan las paredes entre las que habitó su niñez. 

Hay una grabación en un casete encajonado: Defensor que se enfrenta a Liverpool en la Liguilla del 2003 en un partido que fue el primero, el de las dudas y la oportunidad, ese que guarda pero no quiere volver a escuchar. 

Hay un momento bisagra: aparece cuando se olvida del miedo, de los años escondido, de la homofobia enmohecida que se gesta en el ambiente futbolero en el que pasa la mayor parte de su tiempo y donde, irónicamente, sabe que tiene un lugar, amigos, una carrera. Y en el momento en que lo hace público su figura gana mayor notoriedad, aparecen las notas en medios de comunicación, las felicitaciones, las palmadas en la espalda, algunas pocas miradas recelosas, pero mucho orgullo propio y el de los demás también. 

Y al final hay una decisión, que se gesta todos los días desde la mesa del noticiero central de TV Ciudad, una que tomó hace tiempo y con la que busca emerger del gueto de la pelota. Con ella quiere demostrar que ser un periodista deportivo no necesariamente se circunscribe a hablar de lo que sucede dentro de los límites rectangulares de la línea de cal. Que él puede ser, y que es, un periodista. Punto.

“En realidad, si me apurás, te digo que me quiero consolidar como un periodista que relata”. Mientras lo dice, no se puede más que coincidir. Él, del relato, no tenía escapatoria. Su voz, profunda pero no demasiado grave como para perder proyección y claridad, tenía un destino fijo; Martín Rodríguez, de meterse en el periodismo deportivo, iba a terminar como relator. Y con 34 años y más de 15 de carrera, esa voz lo hace desfilar con éxito por varias transmisiones, frecuencias y formatos. Es, según dicen los que saben, uno de los relatores con más proyección del país.

Mientras se arremanga la camisa blanca –pulcra, sin una sola arruga, impecable–, una sonrisa surge medio escondida entre una barba en la que no hay un solo pelo fuera de lugar. “Quedé flechado. Lo sentí de chico. Quería relatar y chau”.

Arrancó en 2003, en aquel partido de Liguilla apadrinado por el programa radial 13 a 0, un grupo del que se siente parte y al que agradece en todo momento por las oportunidades. Allí, Rodríguez se sintió enseguida en casa y comenzó a gestar su carrera como relator. Pudo llegar, poco tiempo después de encontrar un espacio en el programa del Profe Piñeyrúa, a ser el suplente del relator titular, que era y es Álvaro González Márquez. Y a partir de ahí no se fue más. 

“En 13 a 0 me esperaron, como no sé si me hubieran esperado en otro lado. Creo que veían algo que en otras transmisiones no hubieran visto. En otro lado la falta de ritmo y vibración de mis primeros relatos me hubiera costado el clásico ‘bueno, botija, después te llamamos’”. 

En 2010, Rodríguez dio el salto a la televisión al pasar a formar parte del plantel que trabaja tras las cámaras de canal 10. Para La mañana en casa, empleó su potente voz para darle forma a los offs del programa; a la vez que fue mezclando pequeñas participaciones delante de cámaras hasta llegar a ser coconductor. Todo esto siempre atravesado por el relato futbolístico que, entre otras cosas, lo llevó a relatar los partidos de la selección uruguaya en el Mundial de Brasil y a comenzar una relación periodística con DirecTV y La Diaria.

En 2016 pasó a liderar el espacio deportivo de TV Ciudad, y en julio de 2017 llegó la diversificación: Rodríguez se puso al frente de Informe Capital, el noticiero central del canal.

¿Estaba buscando ese pasaje al periodismo general?

Desde chico sentí que más que nada quería relatar fútbol, pero también me interesaba la comunicación en su sentido más amplio. Hay cierto encasillamiento dentro del deporte. Cuando empezás a laburar en periodismo deportivo, es difícil salir. Yo no quiero dejarlo nunca, pero sí poder complementarlo con periodismo general. 

¿El encasillamiento es externo o viene desde dentro del periodismo deportivo?

Es responsabilidad propia, porque el periodismo deportivo tuvo una misma manera de trabajar durante décadas. Tradicionalmente predominaron enfoques que instalaron que el deporte, y en particular el fútbol, es una república aparte. Que no hay cruces con la cultura o la política, cuando día a día el mundo nos muestra que están hperrelacionados. Se generó la idea del gueto, de la isla, y con eso se perdió calidad. Aunque solo cuentes lo que pasa adentro de una cancha, si te separás de las variables políticas y culturales seguramente vas a analizar peor. Además, la creación de ese gueto hizo que en la gran mayoría de los medios de comunicación no se considere igual a un periodista deportivo que a un periodista de otra sección. Me propongo demostrar que no tiene por qué ser así.

El momento bisagra

Martín Rodríguez no es tonto. Si bien nunca pensó en ello antes de dar el paso, ahora tiene bien claro que el impulso fue real. Sabe que a partir de aquella entrevista con Diego Muñoz para el portal 180 fechada el 22 de mayo de 2015, su nombre pasó a entrar en el radar de decenas, de cientos de personas que no lo tenían en su órbita. Hacer pública su homosexualidad le abrió las puertas a la posibilidad de vivir la vida que había reprimido por más de 20 años y también a que más personas conocieran su nombre. No tiene reparos en analizar esas consecuencias, porque subraya que no las buscó.

“Me dio más notoriedad, claramente. Yo soy mucho más conocido desde 2015. A mí, antes de decirlo, me conocía la gente que escucha 13 a 0, los que leen La Diaria y no muchos más. A partir de 2015 empiezo a ser más conocido incluso en ámbitos del fútbol donde no se consumía mi trabajo”, dice.

Nada en su rostro o en su postura se altera cuando rememora el instante en el que finalizó con el proceso de visibilización de su orientación sexual, que comenzó con su familia y con sus amigos en 2013 y que finalizó con esa entrevista que sacudió al fútbol, uno de los ambientes más homófobos del Uruguay. Porque incluso hoy, en un 2018 que encuentra a Uruguay con matrimonio igualitario, ley trans aprobada y un montón de derechos ganados más, Rodríguez sigue siendo un caso inaudito de valentía. Sigue siendo la única persona abiertamente gay en los círculos que confluyen en las canchas de fútbol vernáculas. 

Tres años después de su anuncio sigue siendo un ejemplo aislado. ¿Cree que eso cambiará?

En nuestra cultura, en los deportes de contacto y fundamentalmente en los deportes que han sido practicados mayoritariamente por hombres, hay una acumulación cultural, una masculinidad permitida o aceptada que es la tradicional y que excluye a la homosexualidad. Pero no significa que en esos ámbitos no haya homosexuales; hay tantos como en otros en los que son más visibles. Tengo la impresión de que el fútbol por su propio conservadurismo va siempre más atrás de los cambios sociales, pero en la medida en que esos cambios se procesen, y está claro que el país los está procesando sostenidamente desde hace tiempo, el fútbol irá dando sus pasos. Tal vez más cortitos y con algún retraso, pero no me extrañaría que en cualquier momento empiecen a aparecer más personas que se animen a visibilizar una orientación sexual que no sea esa que parece ser la única permitida. En el ambiente político, por ejemplo, hace muy poco tuvimos por primera vez a un diputado que dijo ser homosexual (Martín Couto, diputado del Frente Amplio). 

¿Cómo cambió su carrera el anuncio?

Hasta el momento no tuve ningún problema. Pero por el miedo a los posibles coletazos negativos perdí más de 10 años de mi vida. Perdí oportunidades. En ese delay, por ponerlo en términos de transmisión, pesó el miedo al qué dirán y el hecho que yo me movía en ámbitos conservadores. En esos ámbitos es naturalmente más difícil dar el paso. En el vínculo personal directo no tuve ningún problema con nadie y eso lo tengo que subrayar. Pero es cierto que en el ámbito del fútbol no se me pregunta mucho de mi vida privada. Hay una especie de pacto no explicitado de “no hablemos de esto”.

¿Eso le molesta?

No, porque posiblemente me haya ayudado a transitar con confianza los primeros tiempos, cuando seguramente se hablaba mucho de lo que yo había visibilizado. No me molesta, pero dice cuánto le cuesta todavía a la sociedad aceptar algo que es natural. Porque la diversidad no nació cuando se aprobó la ley de matrimonio igualitario en Uruguay, las relaciones homosexuales nacieron en el fondo de los tiempos. En los últimos tiempos nos hemos convertido en un país en el que las barreras se han derribado. No me animo a decir que sea un proceso definitivo, pero espero que sí.

Quebrar con una tradición heteronormativa que dominó y domina al deporte uruguayo desde tiempos inmemoriales es una empresa titánica que Rodríguez no quiere ni tiene por qué ponerse al hombro. Sin embargo, sí busca aportar desde su lugar para, de a poco, resquebrajar ese muro de piedra. Él, que trabaja a partir de las palabras, considera que algo se puede hacer desde el lenguaje, que está repleto de elementos que se originan en la homofobia y que están instalados en el inconsciente colectivo.

“Es un proceso lento que voy haciendo de a poco y que se empieza a reflejar en mi trabajo. Los periodistas trabajamos expresándonos, y hay allí un gran abanico de posibilidades para empezar a derramar una nueva manera de comunicarnos que sea menos excluyente y que deje de lado las expresiones que se fundan en el odio o el rechazo”.

Nada nuevo bajo el sol

El 2018 viene siendo un año agitado para el periodismo deportivo. Por ejemplo, se pasó del éxtasis de Rusia a la debacle política de la Asociación Uruguaya de Fútbol, con audios de WhatsApp, extorsiones y tramas de corrupción incluidas. En las últimas semanas, las licitaciones por los derechos de dos partidos amistosos de la selección marcaron la agenda. En una movida casi inaudita para un mercado controlado mayoritariamente por Tenfield, estos fueron otorgados a TV Ciudad, el canal de Rodríguez. Y la pregunta surge, lógicamente, en su mente y en la del resto. ¿Va a relatar? “Todavía no lo sé. Se me hace algo lógico. Pero hay una cantidad de cosas en el medio que resolver que tienen que ver con una charla personal que no tuve, y también con una situación de conflicto que hay en el canal, que veremos si se resuelve o no”.

¿Cómo vivió desde dentro del periodismo deportivo el AUFgate? 

Es un poco contradictorio. Conviven el impacto y una sensación que no es de sorpresa. En el fondo, a los que seguimos el fútbol, no nos sorprenden estas cuestiones porque hace mucho que el nivel con el que se decide y discute en el ambiente está absolutamente pauperizado. Estos hechos son la demostración. Son consecuencias de las bajezas humanas y éticas más grandes que se pueden dar, pero son situaciones que ya se habían dado. La AUF estuvo durante 10 años en manos de Eugenio Figueredo. Creo que eso dice todo. Es algo que está metido en la manera de ser de quienes han gobernado el fútbol y que amerita más preguntas. ¿Quiénes son los que gobiernan el fútbol? ¿De dónde vienen? ¿A qué clases representan? ¿Cómo están formados?

De nuevo, sus palabras unen tópicos que con frecuencia se intentan descompatibilizar. La política, la diversidad, el fútbol, la cultura; todo confluye en su voz acostumbrada a imponerse y a dejar clara su postura. “Sé que hoy para mucha gente soy una especie de referencia. Pero solo es otra consecuencia de haber dado pasos para vivir mejor y estar mejor conmigo mismo”, dice; podría estar hablando de su decisión de hacer pública su orientación sexual o de sus ganas de hacer todo tipo de periodismo. Porque, al final, son solo dos partes más de un todo que las incluye; funcionan como recordatorio de que Rodríguez no cree en los límites impuestos. En esas casillas que externamente dicen qué hacer, cómo hacerlo y qué sentir.

 

Sobre las redes sociales. “Me asusta un poco el perfil del periodista que todo el tiempo discute de todos los temas por las redes. No me siento reflejado en ese perfil. Prefiero canalizar mis opiniones en las columnas que escribo. Y eventualmente en algún tuit”.

 

Sobre la violencia en el fútbol. “El fútbol tocó fondo en el 2016, el año en que el clásico no se pudo jugar. Pero a partir del 2017, con la llegada de las cámaras y el derecho de admisión, dentro de las tribunas dejamos de tener problemas. Ahí hay un logro. Lo cual no quiere decir que la violencia termine. Sigue habiendo mucho para hacer, pero creo que el fútbol tenía la obligación de hacer cosas en torno a los espectáculos y los estadios y lo hizo. El resultado es que hoy tenemos estadios de puertas adentro más seguros y eso es innegable. La pregunta es cómo se combate el fenómeno en un sentido más profundo. Porque excede al fútbol y no tiene que ver solo con la seguridad”.

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