Más vale tarde que nunca

El acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur comenzó a negociarse técnicamente en el año 2000, enfrentando varias pausas y relanzamientos, lo que derivó en un deterioro progresivo de las condiciones de acceso de los exportadores de la región sudamericana. Esto ocurre porque en el período señalado, la Unión Europea avanzó en el cierre de acuerdos comerciales con muchas economías a nivel internacional. 

Se está frente a un acuerdo profundo, donde los países europeos otorgan una desgravación arancelaria al 99% de los bienes en un plazo máximo de 10 años. En el caso del Mercosur, se otorgaron preferencias al 91% de los productos en un período de 15 años. El primer impacto positivo ya comentado en la conferencia de prensa realizada esta semana por el canciller Nin Novoa, tiene que ver con las ganancias directas por el ahorro en el pago de aranceles, lo que alcanzará una suma cercana a los US$ 100 millones anuales. 
Todos los informes de impacto realizados a nivel internacional coinciden en que hay ganancias para ambas partes por la firma del acuerdo, más allá de que los beneficios esperados son menores a los calculados una década atrás, no solo por las ventajas obtenidas por los competidores del Mercosur que se abrieron al mundo con mayor rapidez, sino también porque las profundidades de las concesiones otorgadas varían respecto a las propuestas originales.

Las exportaciones de Uruguay hacia la Unión Europea se encuentran concentradas principalmente en productos agrícolas y agroindustriales, donde se mejoran sustancialmente las condiciones de acceso. Particularmente, se elimina el arancel intracuota de la cuota Hilton (era del 20%) y se le otorga al Mercosur una cuota adicional de 99.000 toneladas, con un arancel de 7,5%, las que aún resta definir cómo se repartirán. Si bien se trata de una concesión muy baja en relación a lo que la Unión Europea le otorgó a un solo país como Canadá, es un buen inicio con impactos directos en el sector en términos de reducir los costos del comercio (como el pago de aranceles) y del precio de exportación de la carne colocada en el marco del régimen preferencial. 

Otras cuotas como la de 60.000 toneladas en arroz y la de 45.000 toneladas en miel con arancel intracuota de 0% en los dos casos, claramente favorecen a Uruguay. Además, el Mercosur accedió a cuotas en otros productos como el azúcar, el etanol, el maíz, el pollo y el cerdo, a lo que se le debe sumar las obtenidas en quesos y leche en polvo, pero en este último caso son recíprocas. No deben descartarse otros efectos positivos derivados de la baja de aranceles en otros productos de interés para Uruguay, como por ejemplo las frutas, lana, pesca, cueros y varios alimentos procesados. El sector lácteo es uno de los definidos como sensibles por Uruguay, ya no solo a nivel del impacto por la apertura de mercados, sino también por las indicaciones geográficas, que impedirán a nuevos productores de quesos el uso de nombres protegidos por la Unión Europea. En el vino podrían registrarse impactos por la apertura comercial, si bien existe un período prudencial de desgravación arancelaria.

En contrapartida a las ganancias en agricultura, el Mercosur otorga acceso a los bienes industriales, como los químicos, plásticos, medicamentos, maquinaria, productos electrónicos y el sector automotor, entre otros. Si bien muchos de dichos productos no son elaborados en Uruguay y en algunos casos permitirían una baja del precio para el consumidor, sí podrían registrarse algunos impactos negativos. También se negoció un capítulo de servicios, lo que genera nuevas oportunidades para ambas partes.

El tratado incluye disposiciones en otros temas como propiedad intelectual, compras públicas, empresas del Estado, pymes, comercio electrónico, normas laborales y medio ambientales, política de competencia, entre otros. Las concesiones otorgadas en estos capítulos van en línea con la normativa nacional y en algunos casos reservan márgenes para la aplicación de políticas públicas. El acuerdo no prevé desmantelar los regímenes excepcionales como la admisión temporaria, las zonas francas o la compra de insumos agropecuarios, pero sí prevé la eliminación de la tasa consular en un período de tres años.

El acuerdo debe ser revisado jurídicamente en las próximas semanas, traducido y firmado por los presidentes. Luego se inicia el largo proceso de incorporación en los parlamentos nacionales, además del Parlamento Europeo, por cierto, bastante crítico con el alcance de los últimos tratados cerrados por la Comisión Europea. Esta realidad implica que los plazos de desgravación previstos para la implementación de las cuotas y la liberalización total de los aranceles podrían comenzar a computarse dentro de dos o tres años.

En definitiva, es un acuerdo que, si bien se cierra tarde, es muy positivo para la economía del país y si bien el Mercosur no recuperará el tiempo perdido, se trata de un avance muy significativo en su estrategia de inserción internacional.