Medina Azahara, que en árabe significa "la ciudad brillante", fue construida en el año 936 en el sur de España con la intención de ser un lugar deslumbrante. Pero las cosas no resultaron como lo imaginaron.
Dicen que era absolutamente deslumbrante, un derroche de lujo y ostentación, lo que la catapultó como una de las ciudades más hermosas que existían en todo el mundo.
A menos de 10 kilómetros de la ciudad de Córdoba, el sultán musulmán Abderramán III ordenó construir a mediados del siglo X la nueva sede del califato, en árabe Madinat al-Zahra, que en señal de su amor se lo dedicó a la mujer favorita de su harén.
El propio poeta andalusí Isner da cuenta que esta metrópoli surgió de una historia de amor. Azahara era una esclava del harén del Califa que cautivó el corazón de Abderramán III. Este mandó a construir en 936 para ella una hermosa ciudad aunque resultó un capítulo demasiado breve en la historia ya que solo estuvo en pie 70 años.
A pesar de que las ruinas descubiertas en 1911 sólo representan una décima parte del lujo que un día existió allí, cuando se la visita se puede percibir la suntuosidad y el lujo con el que se construyó esta mítica ciudad.
La ciudad brillante supone el máximo exponente arquitectónico y artístico de la dinastía omeya. Un lugar donde se conjugaba el placer y la belleza con el poder del califato. Un lugar que impresionaba tanto que demostraría claramente la superioridad del califa sobre sus enemigos.
Fue Abderramán III quien eligió el lugar para construir esta maravilla, a los pies de la sierra de Córdoba frente al valle del Guadalquivir y orientado de norte a sur, para aprovechar el desnivel del terreno. Desde su palacio veía cada mañana la ciudad que llegó a ser la mayor de Occidente.
Con una superficie de 115 hectáreas, la Medina Azahara fue creada para dejar boquiabierto a todo aquel que la visitara. Había espectaculares columnas de mármol rojo, capiteles de oro y piedras preciosas.
No se escatimaron gastos para levantar la nueva ciudad. Llegaron a trabajar más de 10.000 hombres en su construcción y los mejores artesanos del momento para decorar naves, columnas, arcos y arcadas con mármoles, ébano, marfil, piedras preciosas y oro.
Aprovechando el desnivel de los terrenos, la ciudad se proyectó en tres alturas. En la parte superior se levantó el Alcázar real, la residencia íntima del califa Abderramán III, dotada de columnas majestuosas, capiteles finamente labrados y profusa decoración.
Desde una gran terraza allí arriba, el califa podía contemplar en toda su magnificencia la ciudad que había creado y recorrer con la mirada hasta muchos kilómetros más allá.
En la terraza media se ubicaron los edificios del gobierno, administración y las viviendas de los más importantes funcionarios de la corte.
Y en la zona inferior de la ciudad se encontraban las viviendas de la gente del pueblo y los soldados, la mezquita, los mercados, los baños y los jardines públicos.
Sin embargo, Medina Azahara, tal vez el imperio más esplendoroso del momento parecía estar condenado a desaparecer.
Fue a la muerte en el año 976 del califa Alhakén II, hijo y sucesor de Abderramán III, el creador de Medina Azahara cuando comenzó la decadencia y el declive de la urbe.
No solo eso. El califato de Córdoba desaparece definitivamente en el año 1031, después de una cruenta guerra civil. La ciudad más bella de Occidente es saqueada, incendiada y despojada de sus bellezas.
A partir de ahí, su territorio se dividió en distintos reinos, los llamados reinos de taifas. Y Medina Azahara pasó al olvido y se convirtió durante 1.000 años en restos arqueológicos.
Un olvido que dura hasta 1911, cuando se llevan a cabo las primeras excavaciones y comienzan a salir a la luz los tesoros de esa ciudad mítica.
A pesar del abandono de siglos, y gracias al enorme trabajo de los restauradores aún hoy al visitarla podemos imaginar perfectamente las recepciones en el palacio, como partían las tropas a la batalla o cómo era la vida diaria allí.
Medina Azahara es extraordinariamente importante para Andalucía y para España por ser el yacimiento más grande del país. También es un testimonio único del esplendor que alcanzaron los omeyas en suelo español.
Más información: www.andalucia.org/es
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