El masivo arribo al Caribe mexicano de sargazo, un tipo de algas marinas, amenaza a este emblema de la pujante industria turística pero también ha activado el ingenio de pequeños y grandes empresarios de la zona, decididos a aprovechar sus múltiples usos.
Combustibles, fertilizantes, materiales de construcción y hasta compuestos para hacer papel o zapatos son algunos de los usos conocidos y por conocer del sargazo que emprendedores mexicanos empiezan a desarrollar.
Omar Vázquez, de 43 años, aprovecha el sargazo desde hace seis años para nutrir y fumigar las plantas de su vivero, pero asegura que fue una epifanía, mezcla de memorias familiares en su pueblo natal -donde las casas se fabrican con adobe-, de donde surgió la idea de un bloque de construcción hecho 60% de sargazo y 40% de otras materias orgánicas.
"Fue regresar a mis raíces", dice Vázquez, cuyo primer proyecto fue construir una casita de 40 metros cuadrados, igual a aquella donde pasó su infancia, y que nombró Casa Angelita en honor a su madre.
Cada vivienda, cuyo diseño ya replicó dos veces, utiliza 20 toneladas de sargazo en 2.150 bloques hechos predominantemente a mano, desde la recogida del alga en las playas hasta su secado al sol. Con certificaciones oficiales que garantizan su resistencia, Vázquez decidió patentarlo.
Un grupo hotelero ya solicitó su producto -de color pardo oscuro como el sargazoseco- para un nuevo desarrollo en Tulum, por lo que Vázquez ya estableció una fábrica al sur de Quintana Roo, con existencias de más de 100.000 bloques.
Una adolescente, preocupada por los libros y cuadernos que estudiantes como ella tiran al término de cada ciclo escolar, es la creadora de Sargánico, una marca de papel hecho de sargazo.
Con esos desechos, Victoria Morfin, de 18 años, ya tenía parte de la materia prima, pero necesitaba celulosa. Comprarla no era opción pues su idea era utilizar material generado naturalmente, explica. En eso, montones de sargazo llegaron casi hasta la puerta de su casa en Cozumel.
"Fue simple lógica: es fibra, viene del mar, es una planta. En pocas palabras, vamos a intentar a ver qué sale", dice Morfin, cuya visión y muchas consultas en Google originaron a inicios de año los primeros pliegos de papel hechos en casa con ayuda de su mamá, Adriana. Sus productos -libretas, folders y posavasos- llegaron a ojos de la imprenta Grupo Regio, que decidió asociarse en su desarrollo y comercialización.
El producto estrella son las libretas, que se venden a unos US$ 10.
"Veo mi empresa a futuro vendiendo mundialmente. Ya estamos consumiendo casi 200 kilos (de sargazo) en una semana, o sea, entre más crezcamos, más vamos a consumir y ayudar", asegura.
Desde hace ocho años, Adrián López recicla polietileno tereftalato (PET), que contamina mares como el Caribe, como materia prima para su marca de calzado sustentable Renovare. El arribo del sargazo representó una nueva opción que explorar.
La combinación de PET y sargazo alcanza la resistencia adecuada para usarla en las suelas de su nueva línea Renovare Ocean, unas zapatillas modernas y de colores vivos como verde agua y coral. "Un zapato tiene cinco botellas de PET y 100 gramos de sargazo", detalla López, de 41 años.
La pequeña producción está en fase experimental y no está en venta. López la considera una iniciativa extraordinaria que busca, sobre todo, aportar soluciones a esta crisis. "Ya le hemos hecho demasiado daño al planeta. No deberíamos generar una industria a raíz de un problema", concluye.
Fuente: AFP
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