Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) los beneficios de una empresa pueden crecer hasta un 20% si se incorporan mujeres en los altos cargos empresariales. En Uruguay, el 10,9% de las pequeñas empresas tienen mujeres en altos cargos. En las medianas, la cifra es de 11,1% y en grandes, solo 5,6%, según el informe.
La investigación (que se puede leer completa al final de esta nota) se basó en un sondeo a casi 13.000 empresas en 70 países. De allí surge que “el 60% de las empresas se benefició del trabajo de las mujeres en puestos directivos no sólo en materia de ganancias, sino también en creatividad y reputación”.
De hecho, el 56,8% dijo que aumentó su capacidad de atraer y retener talentos; el 54,4% afirmó haber adquirido una mayor creatividad, innovación y apertura; el 54,1% dice haber mejorado la reputación de su empresa y el 36,5% asegura que tiene una mejor capacidad para evaluar el interés de los consumidores. “Cerca de la tercera parte de las compañías encuestadas que promovieron la diversidad de género en cargos directivos registraron un incremento de sus resultados de entre 5% y 20%”, detalla el extenso documento del organismo internacional.
Para incorporar cada vez más mujeres en los altos cargos, “es necesaria una masa crítica de al menos un 30% de mujeres en puestos directivos, entre el personal directivo de nivel superior y en los consejos de administración”. Según Jae-Hee Chang, una de las autoras del estudio, “lo que sucede en la cúpula permea hacia abajo”. “Tiene una relación y conexión con el rendimiento de los negocios”, aseguró.
Hay dos motivos por los cuales las empresas no llegan al nivel deseable de diversidad de género. El primero se debe a un fenómeno llamado “fuga de talento femenino” (también conocido como ‘leaky pipeline’), que “explica que la representación femenina disminuye a medida que se asciende en el escalafón corporativo, dando lugar a la perpetuación de la dominación masculina”. Según la OIT, “más del 78% de las empresas encuestadas afirmaron que el puesto de director general lo ocupa un hombre”. Y esto empeora con el tamaño de las empresas, porque pasa del 26% en las pequeñas empresas al 16 % en las grandes empresas.
El otro motivo se debe a las “paredes de cristal” o a la segregación profesional dentro de las áreas de la empresa. Son esos obstáculos invisibles, debido a la naturalización, que dan por sentado que existen áreas “masculinas” y otras “femeninas”. Mientras que las mujeres se concentran en las “funciones de apoyo”, los hombres lo hacen en las “funciones estratégicas de gestión”. Un ejemplo es que Investigación y Desarrollo suele ser un área masculinizada (solo el 19,1% está a cargo de una mujer), mientras que Recursos Humanos es mayormente femenina.
Fuente: El Cronista - RIPE
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